Y aquella infernal prima de riesgo que tantos disgustos y sacrificios acarreó a la ciudadanía lusa navega hoy en aguas tranquilas. Nada que ver con los desmanes de antaño. Se mueve por debajo de los 120 puntos básicos. Cada vez más cerca de la española, que anda por los 100. Sin olvidar que sus bonos han dejado de ser basura para las grandes agencias de calificación, excepción hecha de la, por el momento, inmisericorde Moody’s.
Hasta el inmisericorde Schäuble ha tenido que reconocer los progresos lusos Hasta ahí, las luces. Ahora, las sombras. Porque no es menos cierto que la deuda de Portugal sigue siendo intragable. Del 130 % del PIB, la pública; y del 270 %, la privada. Casi nada. El país se deja casi uno de cada diez euros del presupuesto público en pagar el servicio de esa deuda. Y eso con unos tipos de interés en mínimos históricos. De ahí que en Bruselas preocupe lo que pueda pasar cuando el BCE deje de comprar bonos y empiece a subir los tipos de interés. También albergan dudas en los despachos de la capital belga respecto al impacto que las ayudas a la banca tendrán en el déficit de Portugal, ahora bajo control. En sus entrañas guardan todavía los bancos lusos sacos de activos tóxicos.