«Yo vi jugar a Aspas y a Hermidita»

m. v. f. VIGO / LA VOZ

GRADA DE RÍO

CEDIDA

El excéltico Padrón y aficionados que disfrutaron a ambos los comparan

29 sep 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Mientras todos los aficionados del Celta pueden presumir a día de hoy de disfrutar de los goles de Iago Aspas, la figura de Hermidita -cuyos 104 goles en Primera igualó con el de este domingo- es mucho más difusa en el imaginario colectivo, cifras aparte. Manuel Hermida disputó su último partido en 1957 y solo algunos privilegiados pueden compararlos y recordar el fútbol del gondomareño, céltico durante doce temporadas.

Doblemente privilegiado es Ramón Allegue, Padrón, que además compartió vestuario y terreno de juego con él. «Llegué aquí de chavalito y estaba él. Jugamos juntos dos o tres años. Solo puedo hablar maravillas», introduce. Y destaca que si algo sobresalía en Hermidita era su disparo. «El 90 % de los goles eran desde fuera del área. Tenía un disparo tan potente, que necesitabas muchísimos reflejos debajo de los palos para detenerlo», comenta.

Ese mismo rasgo lo tiene grabado José Castro Barreiro, uno de los abonados del club que nacieron en 1923. «Tenía un cañonazo increíble», subraya como primer recuerdo que le viene a la cabeza. Después describe a un futbolista «más bien bajito y muy ágil» que era de sus preferidos del equipo en los años en los que jugó. «A nivel de juego era parecido a Iago, pero físicamente eran distintos, sobre todo por ese disparo de Hermidita», comenta.

Entre las similitudes aprecia otro socio veterano como es Julián Mouriño (98 años) el carácter competitivo del gondomareño. «Le daba igual que fueran partidos oficiales o amistosos. Marcando goles se quedaba solo, como Aspas», valora. Pero también hace una apreciación clarificadora. «Se jugaba con dos defensas, tres medios y cinco delanteros. Eso hacía que se marcaran muchos goles y los resultados fueran más abultados», algo que favorecía a las cifras goleadoras del jugador de los años 40 y 50 frente a las de Iago.

Aun así, Augusto Aguiar, otro socio nacido en 1923, opina que «Hermidita era superior, lo cual no significa que Iago deje de ser uno de los mejores de España». Considera que Manuel era «único en su tiempo. Tenía un increíble dominio con ambos pies y marcaba los goles filtrándose entre todas las defensas. Nunca se sabía por dónde iba a tirar, era incomparable». Todavía se acuerda de «su alta velocidad y sentido de la jugada individual» y de que acostumbraba a tirar faltas directas a puerta como Iago.

Otra coincidencia es que, como el moañés, el otro autor de 104 goles como céltico en Primera era el terror de los rivales. «Los grandes porteros de España, por ejemplo Eizaguirre, lo primero que preguntaban cuando venían aquí era si iba a jugar o no Hermidita», rememora Padrón. También Ramón Arce Salgado, de 92 años, menciona al mítico portero cuando habla de Hermida: «Tenía la ventaja de que, siendo menudo de cuerpo y estatura, saltaba muy bien. Siendo Eizaguirre portero del Valencia, recuerdo saltar él y llevarse el balón de cabeza marcando gol. Y a Busto, del Sevilla, le marcó desde dentro del campo por la escuadra», dice resaltando que era muy fuerte para su tamaño.

Y cuando faltaba, al igual que sucede con su homólogo actual, el equipo lo acusaba horrores. «Se notaba muchísimo su falta. Era menudo y esquivaba a los rivales con mucha facilidad. Se escurría fácilmente», explica Castro Barreiro, que aún recuerda verle jugar en Balaídos estando el aficionado «pegado al campo cuando solo había una valla de madera».

Más de cerca lo vio Arce, aparte de seguir toda su carrera, le conoció personalmente. «Era una persona buena, sencilla y humilde. Y el máximo goleador hasta que llegó el sabio de Moaña», celebra. Destaca que no era alguien que «diera la nota por rebelde ni maleducado, tenía un comportamiento muy correcto y era muy amable», apunta.

«Lo que es seguro es que ambos futbolistas quedarán para la historia»

Padrón, aunque en los entrenamientos, también sufrió como guardameta en sus propias carnes a Hermidita. «Me enfrenté con él en los partidos de los jueves, donde uno quería jugar bien para que lo pusieran el domingo», comenta. Y aún perviven las secuelas de uno de esos disparos letales que todos los que vieron al gondomareño destacan que le caracterizaban.

«Hermidita y Aspas se parecen en muchas cosas, pero el disparo de primero era mucho más duro. ¡Me rompió el meñique, que me lo arregló un poco la madre de Quinocho pero aún lo tengo algo torcido!», cuenta Padrón. Habla de un tiro «potente y colocado, que quemaba como cuando frenas un coche y sale humo por las ruedas». Ramón Arce también recuerda a otro daminificado de Hermidita, el guardameta Campanal. «Tiró a gol, le dio en la cabeza y lo dejó noqueado», cuenta divertido con la distancia de los años.

Julián Mouriño tiene grabada «su manera de correr y filtrarse por medio de los contrarios sin que fueran capaces de cogerle, como una liebre que se escapa». A ello contribuía el hecho de que no fuera «ni muy alto ni grueso y muy trabajador». Verle jugar era una «auténtica maravilla», algo que ahora aplica también a Iago Aspas. Comenta, además, que en aquellos años los tantos estaban más repartidos, con otros nombres propios que también tuvieron relevancia.

A Aguiar no le sorprende que el moañés haya alcanzando la cifra de goles de Hermidita. Porque a Aspas se refiere como «nuestra estrella» del momento actual y concluye que los dos tienen sus respectivos lugares de oro en la trayectoria del club vigués. «De lo que estoy seguro es de que ambos jugadores quedarán para la historia».