PILAR CANICOBA

La melancolía ha llevado a Pablo Iglesias a decir adiós

20 mar 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Fue Rubén Darío el que describió, con su almibarado estilo modernista, la melancolía que ha llevado a Pablo Iglesias a decir adiós. «La princesa esta? pa?lida en su silla de oro, esta? mudo el teclado de su clave sonoro; y en un vaso, olvidada, se desmaya una flor». La infanta del verso padece de tristeza. Lo tenía todo en el palacio, pero añoraba la libertad. Y otro tanto le ocurre al líder de Unidas Podemos. «La pobre princesa de la boca de rosa quiere ser golondrina, quiere ser mariposa, tener alas ligeras, bajo el cielo volar». Ya ven que basta con sustituir a la lírica princesa por el prosaico vicepresidente para que el paralelismo sea asombroso.

Una de las muchas disidentes del líder diagnosticó estos días que la causa de todo es el aburrimiento. Se aburre como se aburría el Che Guevara en los despachos vetustos del Banco Nacional de Cuba, a cuya presidencia llegó después del triunfo de la revolución. En medio de balances que no cuadraban, soñaba con implantar guerrillas por el mundo, que es lo que finalmente hizo, sin vencer en ninguna pero alcanzando la consideración de mártir laico. Iglesias no se va a las selvas de Bolivia, sino a la batalla de Madrid. Es igual que un Don Quijote que cree ver en los molinos del PP de Ayuso (la anti Dulcinea) gigantes fascistas que solo él podrá derrotar. Más de ochenta años después sacará del baúl de la memoria histórica el «no pasarán» de la resistencia contra Franco, y algunos pensarán que sus mítines son el rodaje de una nueva película histórica sobre la dichosa guerra civil. Todo por no aburrirse en una vicepresidencia de Derechos Sociales, donde no quedará huella de su paso porque prefirió las periódicas arengas al sudor de su frente.

Total, que las variadas especulaciones son apreciables con una salvedad. Pudiera ser que quisiera preparar desde fuera del Gobierno un posible adelanto electoral, o recuperar el glamur contestatario que ha ido perdiendo. Pero esos motivos no debieran hacer olvidar el aburrimiento y la fobia a asumir responsabilidades concretas que distinguen a este tipo de líderes. Su hábitat es esa modalidad política que consiste en realizar grandes aspavientos e indignaciones que nunca se traducen en nada. Tiene añoranza Iglesias de la guerrilla, por lo que no es descartable que, si fracasa en Madrid, se convierta en un revolucionario andante que va «desfaciendo entuertos» en otras autonomías en peligro. Galicia, donde veló armas con Beiras, bien podría ser una de ellas. Cuando se canse de las andanzas, acaso Oprah Winfrey se acuerde de los Iglesias y los entreviste en prime time. Confesarán compungidos que se sentían agobiados por el sistema y dejarán caer que oyeron conversaciones machistas y patriarcales en la Moncloa, cuyos protagonistas prefieren no desvelar.

De Sarajevo a Murcia

En el mapa autonómico, Murcia era un lugar tan irrelevante como Sarajevo en la geopolítica europea de principios del XX. Sin embargo una moción de censura allá, y un magnicidio aquí, provocan un efecto dominó en el que van cayendo fichas insospechadas como grandes imperios, o partidos que habían nacido para echar del templo a los mercaderes. Cuando los Xosé Ramón Barreiro Fernández del futuro se pongan a ordenar lo que está pasando para llevarlo a los libros de Historia, seguramente tendrán que decir que el principio del fin de Cs y Unidas Podemos se produjo en una región mirada con desdén por los nacionalistas obsesionados por el pedigrí identitario, en un sitio cuya política doméstica nos resultaba tan conocida como la de Eslovaquia. Lenin parecía pensar en el efecto murciano cuando dijo que hay décadas donde no pasa nada, y semanas donde pasan décadas. En la historia futura no será el desafío catalán, sino una frivolidad de aprendices de brujo en Murcia la que revuelve las fichas para iniciar una nueva partida.

Eternamente Yolanda

No todos los carnés del viejo Partido Comunista están en el Rastro perdidos entre otros cachivaches, porque la nueva vicepresidenta conserva uno. Del PC, igual que de los sacramentos, podemos afirmar que imprime carácter aunque se forme parte de un cajón de sastre como Unidas Podemos. Yolanda Díaz es oriunda de Astano, y Pablo Iglesias, de la Complutense. Una se cría en medio de sindicalistas, y el otro con abstrusos teóricos de la revolución pendiente. Son muy distintos. Para sobrevivir ella se va adosando a sucesivos movimientos, como el nacionalismo de Beiras, el populismo de Iglesias y quizá en el futuro el sanchismo de Sánchez. Sus antiguos sherpas van quedando atrás, pero ella prosigue la escalada sin perder su perenne sonrisa. Ahora, con un estilo muy monárquico, el rey del populismo se convierte en emérito, abdica y cede el trono a alguien que procede de la vieja política. Difícil saber si Yolanda será o no la enterradora del experimento morado. No hay duda, sin embargo, de que sobrevivirá. ¿Al lado de quién?