Auge y caída del narcotraficante Sito Miñanco

Javier Romero Doniz
Javier Romero VIGO / LA VOZ

GALICIA

J. L. ABALO

Cuatro años más de cárcel, otros 18 pendientes de sentencia y el embargo del patrimonio familiar. Todo con 62 años de edad, cualquier tiempo pasado fue mejor para el primer gran narco de Galicia

06 abr 2021 . Actualizado a las 14:37 h.

Nadie mejor que José Ramón Prado Bugallo para retratar a Sito Miñanco. Ocurrió el 29 de octubre, en la primera vista de su último juicio: «Es muy duro exponer la vida de una familia aquí con tantos periodistas que luego van a escribir cada uno lo que quiera». El dardo del dos veces condenado por narcotráfico, y una por blanqueo de capitales, pone en bandeja al Sito Miñanco que José Ramón Prado Bugallo quiere mostrar en sociedad. Pero basta con analizar su trayectoria para encontrar más caras de Sito. Principalmente la ficcionada, cargada de opulencia. La del joven prodigio pilotando planeadoras que levantó un imperio de la nada. Primero en Bélgica con el tabaco y luego en Galicia, previo paso por Colombia, para pintar de blanco la costa.

Su figura incluso puede asociarse profesionalmente a la del narcoterrorista Pablo Escobar. Se trata del mismo Sito presidente del Cambados, hedonista, con fama de elegante, conduciendo deportivos de película, generoso y siempre presto a aflojar la billetera. El Miñanco que vivía los tiempos de vino y rosas, el mismo que decidió abrir la inmobiliaria San Saturnino, en su Cambados natal, como fondo de jubilación familiar en forma de solares, naves, pisos, bajos o casas. Uno de los grandes errores que el primer gran narco de Galicia acabaría pagando caro.

«Él se preocupó mucho de complacer a todo el mundo, buscaba ser querido. Sus motivos tendría. Trabajé tiempo para él y puedo decir que no era tan generoso. Siempre enviaba a alguien para arreglar algo, no iba él. Evita el enfrentamiento. También es muy influenciable, se rodeó mal en algunos momentos, sobre todo de abogados que le cobraron una fortuna para nada», explica un arousano que cumplió ocho años de cárcel por trabajar con Prado Bugallo. «No volvería al negocio ni por todo el oro del mundo, él sí. Es así, es su gran desgracia. Dinero tiene y no lo deja, ¡no puede!».

El antiguo empleado sí le reconoce a su antiguo jefe haber sido el único, de todos los primeros grandes capos, que vio mundo: «Salió fuera, descubrió que había muchas cosas, que el mundo no acababa en esta ría. También mostró más imaginación, más conocimiento. Fíjate que la casa que hizo en Arousa, en la que ahora vive un empresario, es una copia de otra que vio en Panamá y le gustó». Allí se codeó con la jet, fue su mejor momento, introducido en la élite social, política, militar y económica de un país que le abrió las puertas de par en par. Lo hizo felizmente enamorado de Oladys Rivera, sobrina de un ministro del presidente Manuel Noriega, con la que tuvo su tercera hija. 

El primer alijo

También intimó con el narcotráfico, concretamente con los dueños del negocio en Colombia, que usaban los mismos bancos panameños para lavar su dinero. «Trabajó para Pablo Escobar, pero la relación comercial estaba delegada en Los Mellizos, unos narcos muy potentes de Colombia que se debían a Escobar», explica antes de añadir: «Ellos trataban con Sito, de hecho, él comentaba, si surgía, que el primer alijo de coca en Galicia era suyo, pero no 1.000 kilos, como se dice, fueron 100 y lo hizo a medias con Pablo Vioque. Lo que sí es de justicia decir es que yo, delante de colombianos, vi a Sito frenarlos para que no matasen a gente que ya tenía una cruz puesta. De Escobar decía que era un asesino paranoico, muy peligroso, demasiado para el negocio».

Sito Miñanco tampoco fue un investigado más. Lo primero por las juergas, lo segundo por su precisa organización y alcance internacional. Sorprendió a muchos descubrir la red de bases operativas que tenía, a mediados de los noventa, en Cabo Verde, Senegal, Dakar, la isla de San Luis, Mauritania o Togo: «Compró hasta buques de guerra sin armamento, mucho más potentes. En África encontraron el paraíso, ahí seguía en lo más alto, pero ya algo acorralado», recuerda un policía que lo siguió muchas noches de barra en barra. En los años noventa empiezan a sucederse las detenciones y las sentencias acabarían cayendo en cascada. Primero cumplió siete años, luego 16 y 10 meses para acabar disfrutando del tercer grado en Algeciras. La mayor trinchera del narcotráfico en Europa era la nueva ciudad de Miñanco, una bomba de relojería que podía explotar en cualquier momento. De forma paralela, en Galicia, se concretaba la investigación fiscal contra el patrimonio acumulado por el negocio familiar: la inmobiliaria San Saturnino.

Hace un año reapareció el Sito más evolucionado (operación Mito). El mismo que lleva 12 meses en prisión provisional acusado de «liderar una de las organizaciones narcocriminales más importantes del mundo». Una multinacional que, a ojos de la Audiencia Nacional, importaba toneladas de cocaína por contenedor, barco pesquero, planeadoras -rechazaba los remolcadores alegando: «Somos gente de mar»- o aviones. Incluso con su propio astillero (Cambados) y una «red de contactos repartida por medio mundo. En Colombia, Ecuador, México, Brasil, Venezuela, Holanda, Alemania, Europa del Este o España acumulaba proveedores y compradores». Un holding del crimen organizado hecho a imagen y semejanza de sus 40 años de experiencia en el negocio que él mismo ayudó a implantar en España. 

En prisión hasta los ochenta

El mismo Sito que a ojos de la Audiencia Nacional, la Fiscalía Antidroga y la Unidad Central de Estupefacientes podría enfrentarse a otros 18 años de cárcel, recuperando la libertad ya octogenario. Pero mientras no cae esa losa, Miñanco seguirá entre rejas cumpliendo los cuatro años (a la espera de recurso) impuestos esta semana por la Audiencia Provincial de Pontevedra. Se da por probado que, desde 1987, desvió ganancias del narcotráfico para comprar inmuebles en las Rías Baixas, bajo el paraguas de San Saturnino, con su exmujer, su excuñada y su hija, también condenadas a cuatro años. El capital, valorado en diez millones, es el gran símbolo del clan Miñanco en las Rías Baixas y la sentencia ordena su embargo inmediato. Dando por hecho que el fallo, ya firme, se mantenga, supondría el carpetazo definitivo a un capítulo de la historia del narcotráfico en Galicia que ya dura demasiados años.