Peregrinos «emigran» a las rutas del Norte para disfrutar de un entorno sin turistas

e. v. pita
Doctor en Comunicación Contemporánea, licenciado en Derecho, Sociología y Ciencias de la Información y escritor

Noche tranquila en una cápsula japonesa. Cuatro días después de salir de O Cebreiro, ni un minuto perdido con las redes sociales. Si caminas no puedes cotillear en Facebook o Instagram. Algunas luces de móviles parpadean en las literas, pero a las 7.00 horas salen los primeros mochileros del albergue Zendoira. La ruta de Palas de Rei a Arzúa tiene fama de rompepiernas por subir y bajar colinas a lo largo de 29,5 kilómetros. La buena noticia es que, con el cambio de hora, hay más luz. Las plantas de los pies están doloridas, hay agujetas y molesta andar con calcetines empapados. Las botas siguen húmedas, pese a dejarlas en la calefacción con papeles de periódico dentro.

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Son las 8.30 horas, y los peregrinos Fernando Márquez y Fernando Mambrona salen de desayunar frente al Ayuntamiento de Palas. Durmieron en el albergue de la Xunta, que aún conserva el logotipo del Pelegrín del Xacobeo 93. Esa mañana, hubo un apagón y se vistieron a oscuras. Hacen el Camino Primitivo, que confluye en esta villa, mientras que el del Norte sale en Melide. La pasada tarde los pilló la borrasca en el sendero primitivo, que se inundó, y se desviaron a ciegas por una carretera hasta Palas. Ellos prefieren salir desde Oviedo para disfrutar de la tranquilidad de sentarse en una terraza. Al Camino Francés lo tachan de «destino vacacional». Márquez hizo el del Norte en bicicleta, la Ruta de la Plata y el Francés dos veces, saliendo de Somport, a plazos. «Cambias de estar todo el día en el trabajo y conoces a otra gente», añade. «Vemos este verde y alucinamos», resalta Mambrona.

Solo llovizna. La senda transcurre entre robledales y con cruces por carretera. Hay un botón para activar una señal de precaución para peatones pero no funciona. En San Xiao do Camiño, rehabilitan casas. Su iglesia está abierta a las 9.30 horas y, dentro, un paisano mayor sella las credenciales. Es sorprendente porque solo estaban abiertos el santuario de O Cebreiro, Triacastela y Barbadelo. El Obispado de Lugo planea abrir los templos de las aldeas en Semana Santa.

El hombre de los sellos se llama Manuel Quintero. Trabajó en varios oficios, y es el más destacable el de constructor, pero una deuda lo dejó en dique seco. Ahora es el voluntario de Palas de Rei y viene en coche a abrir la iglesia románica con una pila bautismal del siglo XII porque es el único sitio para sellar en este tramo. Los peregrinos dejan donativos, agradecidos. Quintero madruga a las 8 de la mañana y a las 6 en verano para abrir. Se va al comer. «Estou facendo algo importante: levo dez anos poñendo selos. En Palas tiñan necesidade dunha persoa para atender isto fóra dos seus horarios», dice. Y añade: «A miña vida foi preciosa, teño netos, pero tamén hai que subsistir».

Continúa la ruta por senderos embarrados, gándaras, eucaliptales y un tramo de la futura autovía de Santiago a Lugo. Una veintena de ciclistas portugueses pasan a toda mecha, como si hiciesen motocrós, saltando por los charcos y animando a los romeros con un «¡Buen Camino!». Al poco pasan unos colegiales con la música de estilo trap a tope y coreando letras machistas.

En Leboreiro se vuelve a respirar toda la magia medieval del Camino. Además de tenerla bien conservada, han colocado bancos verdes para los peregrinos, a quienes les impresiona un cabazo frente a la iglesia. Dos vecinos mayores aclaran que su aldea no es que sea bonita, «sino antigua». La mexicana Paula Mendiata: «Es como caminar por un río seco». Pasado un polígono industrial y una chatarrería, retrocedemos al Medievo en el puente del río Furelos, en la entrada de Melide. Hay casas rehabilitadas que conviven con el hormigón. La iglesia abre.

En Melide hay feria y bullicio. Un menú del peregrino ofrece pizza y kebab a 9,5 euros. Muchos extranjeros querían comer pulpo en Melide, pero no entran en los bares y siguen deprisa hacia Arzúa. Hay una especie de locura colectiva que impulsa a no parar de andar y que recuerda al personaje de comedia Forrest Gump o a una cinta transportadora de gimnasio. Así que, salvo tres chicas de oro norteamericanas que miran escaparates, los demás pasan de largo de la villa.

El último tramo de interés de esta ruta es el kilómetro 50. Hay que cruzar un río saltando por grandes rocas y luego atravesar un bosque donde parece como si los robles luchasen con sus ramas para impedir que los eucaliptos invadan la corredoira. Algunos peregrinos se alojan en el albergue de la Xunta de Ribadiso, inaugurado en el Xacobeo 93, para ahorrarse la subida a Arzúa.

lo mejor

1. Leboreiro. Famoso por su cabazo (hórreo de mimbre) y su puente, la aldea se esfuerza por guardar la estética.

2. Paso de río con piedras. En el kilómetro 50 hay un paso de piedra en un bosque de cuento.

3. Variedad de hórreos. En este tramo hay gran variedad de silos de grano. Destacan los de madera pintada de colores.

ALERTO LÓPEZ

lo PEOR

 1. Entrada en Melide. La llegada a la villa transcurre por un descampado con farolas y vistas a las traseras de edificios.

2. Publicidad. Pegada en árboles, sobre carros de labranza o en remolques.

3. No dan tiques. Muchos negocios del Camino no dan recibos si no se les pide.

ALERTO LÓPEZ

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