Ocho horas desesperadas en Pedrógão

Juan María Capeáns Garrido
Juan Capeáns SANTIAGO/ LA VOZ

GALICIA

Marcos Míguez

La Voz reconstruye la tragedia causada por las llamas en el centro de Portugal a través de los testimonios de supervivientes

24 jun 2017 . Actualizado a las 13:30 h.

«Bom fin de semana comandante, e pouco serviço. Abraco». En un día complicado por las altas temperaturas y varias alertas activadas, el bombero José Vidinha le envía este animoso mensaje al comandante João Silva, piloto de helicóptero que trabaja en la extinción de incendios.

Son las doce y media de la mañana del sábado 17 y faltan tres horas para que se desencadene el mayor infierno forestal de la historia de Portugal. Cuando movilizan a Silva, avanzada la tarde, ve unos «relámpagos brutales», que también recoge la NASA.

14.43

Punto cero cuestionado. Es la hora «oficial» del inicio del fuego, en Escalos do Meio, una zona boscosa a dos kilómetros del centro de Pedrógão Grande. El alcalde, Valdemar Alves, asegura que en ese momento se encuentra a menos de un kilómetro del punto cero y sostiene que a esa hora no había actividad de la «treboada seca», que a su juicio se desencadena más tarde. A pesar de su condición de socialista, es el primero que cuestiona la versión oficial del Gobierno de Costa, que difunde la teoría de urgencia de la policía judicial: un rayo que cayó sobre un árbol generó el incendio. A la tesis municipal se suma el martes el líder de los bomberos portugueses, Jaime Marta, que habla de «alertas» que indican que el incendio estaba activo al menos dos horas antes de que se registrasen tormentas eléctricas por la zona, sobre las seis de la tarde. La Liga de los Bomberos de Portugal considera que hasta el 98 % de los incendios en el país son intencionados, bien por errores humanos o por una mano criminal.

16.00

Un incendio extraordinario. Con una temperatura de 40 grados y un viento creciente, los bomberos locales se empiezan a ver superados por el avance de las llamas. Ahora sí es inequívocamente la naturaleza la que controla la situación, y en cuestión de una hora y media el frente del incendio rodea las primeras aldeas y el denso humo empieza a preocupar a los visitantes que pasaban la calurosa jornada en las playas fluviales de la zona.

17.00 a 18.00

Una hora trágica. Los turistas empiezan a abandonar las zonas de esparcimiento y las familias de aldeas como Pobrais, Vila Facaia o Nodeirinho se plantean la escapada en coche. Los bomberos nunca llegan a entrar en estos núcleos a pesar de las llamadas desesperadas a emergencias, que piden ayuda para evacuar a la gente. «Ya no necesitábamos a los bomberos, solo queríamos salir de allí», relata la técnica forestal Tânia Ferreira, que consiguió salvar del infierno de la EN236 a su abuela y a los pequeños de la casa por tan solo unos minutos. Ella al menos consigue «ligar» con el 117 de «protección forestal», porque en otras zonas están incomunicados: el viento ya azota como un soplete en la zona industrial de Outão, nada menos que a siete kilómetros del supuesto origen del fuego y tras atravesar un cortafuegos artificial como es la ancha carretera IC8. Son los momentos más críticos, y por cada minuto que pasa, arde una superficie similar a un campo de fútbol. La carretera de la muerte es una incineradora.

19.00

Primer corte de tráfico. A falta de investigar las deficientes comunicaciones de las emergencias que se produjeron en los momentos más críticos, no hay constancia de un corte de tráfico hasta las siete de la tarde, cuando un altísimo porcentaje de los 63 muertos iniciales ya habían sido devorados por las llamas. El caos es generalizado porque fallan las líneas telefónicas y la electricidad, y ni las bombas de agua de las casas permiten hacer frente al fuego. Aparecen momentáneamente tres medios aéreos. La versión oficial habla de 174 operarios sobre el terreno y 52 vehículos, pero ni un solo testimonio de los principales núcleos «acredita» la presencia de los bomberos cerca de las casas hasta pasada la medianoche. «Y cuando aparecen se disculpan diciendo que no podían parar, que la prioridad era atender el municipio de Castanheira da Pêra», denuncia la familia Martins, de Pobrais, que tardó horas en saber del trágico destino de dos miembros.

20.30

Medios aéreos fuera. La densa nube de humo que cubre el municipio de Pedrógão hace imposible el trabajo de los medios aéreos. En tierra, siguen llegando bomberos que quedan a merced de un viento sostenido que avanza descontrolado por los montes arrasando 25.000 hectáreas en una sola jornada, algo insólito

00.00

Hay tragedia. El Gobierno reconoce el drama unos minutos antes de la medianoche. Habla de 19 muertos, primer cálculo de víctimas en la carretera de la muerte, pero el goteo de coches incendiados por cualquier rincón del municipio multiplica por tres el balance. Los vecinos que han visto salir a familiares y amigos en coches no saben si han conseguido salvarse porque los teléfonos no funcionan. Albano Graça, que protegió como pudo su gasolinera y solo contó media docena de bajas en su parque móvil familiar, no se tenía en pie a las seis de la tarde de la fuerza del viento «en llamas». Vio el primer «carro de bombeiros» a las tres de la mañana, cuando se paran al ver el cuerpo de un hombre en la cuneta que muere por inhalación de humo junto a una fábrica de madera. Un bombero al que conoce le pone al tanto de la tragedia: «No te haces a la idea de las personas que murieron y de los cadáveres que hay tirados por las carreteras. No hay respuesta para todos».

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