La Galicia que emerge de las aguas

La Voz A CORUÑA / LA VOZ

GALICIA

El bajo nivel de los embalses permite ver mámoas, antiguos pueblos, nichos y puentes romanos

08 ene 2017 . Actualizado a las 10:11 h.

La escasa lluvia de los últimos meses deja a la vista tesoros que pocas veces se pueden apreciar. Escondidos bajo las reservas de agua de los embalses gallegos - las dos cuencas hidrográficas gallegas se encuentran a la mitad de su capacidad (47,3 y 47,9 % según Meteogalicia) - emergen restos arqueológicos, pueblos abandonados, nichos e incluso un puente romano de la vía Lucus Asturica. Construcciones todas ellas, que nos recuerdan que donde ahora hay agua almacenada, hubo historia y leyenda.

Una de esos mitos habla de casas y repicar de campanas de una iglesia en el embalse de Fervenza, entre Mazaricos, Dumbría, Vimianzo y Zas. Pero la sequía ha echado por tierra estas creencias ancestrales. No hay rastro del edificio religioso, más que nada porque los vecinos lo trasladaron piedra a piedra y las mejores canterías de las viviendas las aprovecharon para nuevas moradas. Pero ahora que su ocupación se encuentra al filo del 20% la falta de agua deja a la vista y accesible otros tesoros. El más llamativo, frente a Orbellido, en la parroquia vimiancesa de Baíñas, es el círculo perfecto de una mámoa, todavía con alguna pequeña parte de su dolmen. También hay un castro, que está visible todo el año, pero al que solo se puede acceder en épocas de sequía y sorteando trampas de fango, al encontrarse refugiado en una isla.

Los más avezados seguro que también reconocen restos de otras mámoas y los que fueron vecinos de Castrelón, O Ribeiro, Pazos, A Pesqueira y el resto de aldeas sumergidas con la construcción del embalse en el año 66, todavía saben señalar donde estaban sus casas o donde jugaban de niños, pese a que de todo aquello no queden más que los cimientos de las viviendas y algún puente rústico, como el de Castrelón, que se puede seguir atravesando.

El bajo nivel del río Sil en el embalse de Bárcena, junto a Ponferrada, deja ver desde el pasado noviembre lo que queda del puente romano de la Vía Nova, que unía Lucus Augusti con Asturica Augusta (Astorga). El pantano, inaugurado en 1960, a un 24% de capacidad estas últimas semanas permite ver el paso, con origen en los siglos I y II. Con la caída del Imperio Romano, el puente sufrió daños, pero se recuperó en el siglo XII, como paso alternativo del Camino de Santiago. Más tarde, en el siglo XVIII, esta construcción tuvo una edad de oro cuando formó parte del trazado del Camino Real , que unía A Coruña con Madrid.

En la cola del embalse de Belesar, el descenso del nivel de agua deja cada año al descubierto el viejo pueblo de Portomarín, que con la creación del embalse quedó sumergido y obligó a los vecinos a trasladarse a una zona más alta. Hoy los de más edad todavía bajan cada año al antiguo pueblo cuando queda seco. Allí sigue el viejo púlpito de la orquesta, también el viejo cementerio, con algunos nichos a la vista, y los restos de las paredes de algunas casas que siguen en pie casi hasta la altura de las ventanas del primer piso. Para algunos turistas o visitantes, es también una experiencia curiosa poder pasear todavía por las callejuelas que fueron antaño, entre paredes todavía en pie que parecen un decorado cinematográfico o los restos de un pueblo bombardeado tras una guerra.

A finales del año 1968 entró en servicio la central hidroeléctrica de Portodemouros en el Ulla entre Vila de Cruces y Agolada, en Pontevedra, y Arzúa en A Coruña. Sus 297 hectómetros cúbicos de capacidad fueron llenándose y al tiempo sumergieron una decena de aldeas. El agua oculta un pasado nobiliario y toda la aldea de Marquesado que prácticamente se puede observar y recorrer en su totalidad. Hay una fábrica de luz que difícilmente se muestra por estar muy baja y un aserradero, como recuerdan los vecinos. El espectáculo de viejas casas semiderruidas, tierra, lodo y vieja vegetación de viñedo aparece ahora en un embalse que está al 42 %. Un porcentaje que sigue agudizando la sequía y que ya supone una presencia de agua embalsada muy por debajo de la media de los últimos diez años que se sitúo en un 58 %.

Con información de Suso Varela, J. V. Lado, Miguel Cabana Pablo Viz y Susana Acosta