«¿Este es el fruto de tantos años de trabajo?»

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GALICIA

EN DIRECTO Los afectados por la EEB reconocen que la crisis les ha cambiado la vida

05 abr 2002 . Actualizado a las 07:00 h.

A mayoría de los ganaderos gallegos en cuyas explotaciones se detectaron casos de EEB desde noviembre del 2000 prefieren no rescatar las horas de angustia vividas entonces, e intentan olvidar una etapa que consideran la más difícil de sus vidas. Y no sólo por los costes económicos que les ha supuesto. Después de lo que ha pasado, se consideran injustamente sentenciados como culpables en un juicio en el que los consumidores, los políticos y la prensa han sido férreos fiscales. No es fácil que quieran contar su historia, y cuando lo hacen es a regañadientes y con un halo de tristeza en sus rostros. Calvario Luis Ínsua López supo en febrero del 2001 que una de sus vacas, Pasiega, padecía la EEB. Entonces, dice, empezó un calvario en el que él y toda su familia, especialmente su madre, María, de 82 años, sufrieron un daño moral irreparable. Luis regenta una explotación de leche con nueve vacas y una novilla en San Simón da Costa, en Vilalba (Lugo), que pudo adquirir en parte con la indemnización que le dieron por sacrificar a las otras diez reses que compartían establo con Pasiega. Al principio pensó en dejarlo todo, pero su familia le convenció para que siguiera con lo que ha hecho todo la vida. Tenían miedo de que cayese en una depresión. A pesar de todo, Luis no cree que las cosas le vayan demasiado bien. Dice que la cara de su madre ya no es la misma, que ya no tiene aquella sonrisa que esbozaba cuando iba a darle a las vacas miel y vino, que el precio de la leche sigue bajando, que el euro les ha perjudicado, y que, pese a la indemnización de la Xunta, la EEB les ha quitado «a tranquilidade de vivir». «É moi difícil califica-lo ocorrido coas vacas tolas», afirma Luis. «Pero penso que a Administración debeu actuar doutro xeito, xa que podía esperar a facer os test en animais vivos», apunta. Así, él no habría tenido que matar a diez vacas que quizás no estaban enfermas. Protagonistas Luis es de los ganaderos a quienes no les importa contar su caso. Pero son muchos los que prefieren no saber nada de la prensa. En Os Ancares, una de las comarcas que concentran el mayor número de reses gallegas de carne, varios productores afectados por la EEB piden que no aparezcan sus nombres, ni siquiera el del pueblo en el que viven. Dicen que no pidieron ser protagonistas, y rechazan aparecer en los periódicos por algo tan diferente a su labor de años, criando y cuidando con mimo al ganado. En Os Ancares el desarrollo profesional no es fácil. Al envejecimiento se suma la despoblación, y algunos propietarios de reses enfermas han preferido abandonar su antigua actividad. Las vacas son ahora para ellos agua pasada en una vida nueva, rehecha lejos del hogar y en la que se prueba suerte buscando trabajo en la industria o en los servicios. Mientras tanto, el consumidor parece no desconfiar ya de la calidad de la carne a pesar de que sigan apareciendo casos. Como en Os Ancares, muchos ganaderos de la zona centro de la provincia de Lugo, de A Terra Cha, del Deza y de la Costa da Morte, siguen cerrando sus puertas a los medios de comunicación. «¿Este es el fruto de tanto trabajo, salir en el periódico por haber tenido una vaca enferma?», se pregunta un ya ex-ganadero que prefiere guardar el anonimato. Ayudas Para quienes se acogen al cese anticipado en la actividad agraria, las cosas no son fáciles. Ayer, el sindicato Unións Agrarias advirtió de que la Xunta aún no ha pagado las cantidades pactadas a los ganaderos que decidieron seguir sus recomendaciones y cerrar la explotación el año pasado. «Cientos de familias no tienen ingresos desde hace meses», denuncia UU AA. Para José Navarro, ganadero del municipio lucense de Barreiros, las vacas locas también han supuesto echar el cierre a su granja, situada en la comarca de A Mariña, aunque él ha encontrado una salida. Recuerda que cuando le detectaron a una res con EEB empezó un periodo de incertidumbre que culminó con el abandono de la explotación. Alquiló la granja a un vecino, y ahora es podólogo animal en una empresa de la comarca. Trabaja menos horas que antes, y explica que podría haber seguido, pues cree que el sector tiene futuro, que hay jóvenes incorporándose al campo poco a poco. «Pero é un traballo moi duro, e non ves ganancias por traballar os 365 días do ano», concluye.