El abogado que lo dejó todo por Zola, Dickens y Wolfe

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Trotalibros

Rescatar clásicos injustamente olvidados. Es el objetivo de Jan Arimany, que apostó por su pasión y abrió Trotalibros, una editorial que tiene ya 30.400 suscriptores en YouTube

21 oct 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

El proyecto literario de Jan Arimany (Andorra, 1993) respira pasión por los cuatro costados. Este enamorado de los clásicos literarios decidió apostar en enero del 2020 por su propio proyecto editorial, un sueño que tenía como finalidad rescatar aquellas obras icónicas de la historia que habían sido injustamente olvidadas. Pero el periplo de Arimany hasta llegar a ese momento está lleno de vicisitudes que podrían llevarle a escribir su propia novela.

Licenciado en Derecho, Jan se dio cuenta durante la carrera de que, ante la exigencia de sus nuevos estudios, mucha gente optaba por dejar de lado sus aficiones. Y él se plantó: «Mi forma de proteger entonces mi pasión, que siempre había sido la lectura, fue crear un blog de reseñas literarias». El azar marcó ya por entonces algunos de los designios de Arimany: «Como no sabía qué nombre ponerle, abrí un diccionario al azar y me encontré con la palabra trotamundos, cuya definición es la de una persona que viaja por el mundo. Así que pensé en ponerle a mi blog Trotalibros, entendiéndolo como alguien que viaja por muchos mundos a través de los libros». Sin saberlo, estaba ya poniendo la primera piedra de su proyecto vital. Por aquel entonces, él mismo asegura que todo este viaje emprendido a través de los libros y sin más equipaje que el que le proporcionaba el blog, nacía con la única ambición de proteger su afición y continuar leyendo. Pero sus reseñas viajaban más allá de los márgenes de los libros y acabó conociendo a través de la red a gente de todo el mundo. A medida que eso crecía, Jan Arimany se graduaba y empezaba a trabajar en un despacho de abogados.

«Llegó un momento vital en el que me planteé que la abogacía no me hacía vibrar. Me gustaba, pero lo que realmente me apasiona es la literatura y me di cuenta de que dentro de ella había un oficio que me encantaba, que era el de editor». Y tiró de valentía. Lo dejó todo para irse a Londres a estudiar un máster de edición. Durante su estancia en suelo británico, este enamorado de las letras se dio cuenta del gran potencial que había en YouTube: «En aquel momento, en esta plataforma existían canales de literatura juvenil, pero no había cuentas de literatura adulta. Yo los veía mientras estudiaba el máster y me interesaba mucho cómo comunicaban, pero los libros de los que hablaban no eran los que a mí me gustaba leer». Y una vez más, el espíritu emprendedor se apoderó de él. Su saber hacer en el blog lo vertió en YouTube, donde se abrió un canal con el mismo nombre, Trotalibros, y se puso delante de una cámara para recomendar a miles de personas (hoy cuenta con más de 30.000 suscriptores) sus viajes literarios.

Una vez cerrado su capítulo en Londres y tras hacer prácticas en una pequeña empresa catalana, se lanzó directo a la piscina para poner en marcha su propio proyecto editorial: «Después de todo esto que te he contado, cuando consideré seriamente crear mi empresa tenía claro que tenía que llamarse Trotalibros y que debía beber de estos 10 años de experiencia y relación que había cosechado». Todo este periplo se convirtió, cree Arimany, en una ventaja. Porque le permitió hacer la editorial que él quería: «La gente que me sigue en YouTube conoce mis gustos y mis manías y nunca entendería que publicara un libro que no me gustara. Esta es una premisa que siempre he tenido muy presente».

Todos estos mimbres le han servido para construir una editorial que tiene ciertas características muy marcadas: «Nace de esas comunidades de Internet, y por eso tengo, por ejemplo, un buzón abierto que admite sugerencias de los lectores. En YouTube, a través de los comentarios en los vídeos —donde muchos suscriptores me dejan sus recomendaciones— se va creando un intercambio que yo he querido replicar en la empresa». También ha arrojado mucha luz a todo el proceso editorial. Lo ha hecho con una nota al editor que Arimany incluye siempre al final de sus libros en la que se guarda cinco o seis páginas para hablar con el lector y contarle cómo descubrió el libro y cómo ha sido todo el proceso hasta publicarlo: «Sirve para poner también en valor esta industria y que la gente que piensa que los libros son caros se den cuenta de cuánto trabajo hay. Detrás de un libro hay un viaje largo de muchos profesionales, como traductores o correctores, que se han dejado la piel para hacer el mejor producto», 

Una colección de 17 joyas

Trotalibros cuenta ya con una colección de diecisiete joyas de autores como Elizabeth von Arnim, Thomas Wolfe o Monica Dickens, bisnieta del genial Charles Dickens. Y el último en sumarse a la colección esta misma semana ha sido El tugurio, de Émile Zola. Todos ellos guardan un secreto que los hace especiales: «En primer lugar, debe contener el retrato de una época, que te permita trasladarte a un pasado. Pero además tiene que contener ciertos temas que son atemporales. Por ejemplo, Vera, de Von Armin, es una novela de hace cien años que te habla de un tema tan actual como el maltrato y las relaciones tóxicas». Los libros de Arimany no solo están cuidados por dentro. También por fuera. Su apuesta por la tapa dura fue una máxima desde el principio: «Para mí este elemento ya era un mensaje. Yo recupero obras que han sido injustamente olvidadas, que por mil circunstancias pasan desapercibidas. Y quiero hacerlo con una edición definitiva, porque darles una segunda oportunidad es una responsabilidad par mí. No quiero que mis libros sean de usar y tirar, sino que la gente los guarde en su biblioteca como los tesoros que son». Son joyas hechas en papel.