—«El pasado es cárcel pero allí está la salida», escribes. ¿Qué te marcó?
—Pues un sentimiento que me ha acompañado mucho es el de desarraigo. Cuando tú creces en un solo sitio, tu estructura, tu cabeza y tu personalidad se adaptan a eso, hay un orden y una continuidad. Pero cuando la vida es inesperada, cambia todo bruscamente y creces, aunque tú luego digas: «Yo me quedo en Madrid, ahora esta es mi casa», en mis sensaciones internas es como si me fuese a mudar otra vez pronto. Como es lo que hacía de pequeña, mi cabeza no se termina de relajar porque es lo que ha sido el comienzo de mi vida, mi inconsciente. Pero no son cosas que me pongan triste, creo que me da mucha libertad para preguntarme: «¿Quién quiero ser yo?».
—En un poema un desconocido te interrumpe para hacerse una foto contigo en el aeropuerto, pero no lo dices negativamente.