Sofía Toro: «Soy de chocolate, pero intento evitarlo»

FIRMAS

GUSTAVO RIVAS

30 dic 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

s el personaje del año. De este 2012 que agoniza. «Hasta hace unos meses nadie sabía quien era yo», reconoce Sofía Toro Prieto-Puga, medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Londres. Son las seis y media de la tarde del jueves y en la cafetería Vecchio cuesta encontrar una mesa libre. La calle Real es un ir y venir de gente, y centenares de personas se paran ante los cubos de La Voz que recogen las mejores imágenes del año. Sofía nos guía hasta la suya. Sabe perfectamente que la foto en la que aparece está situada entre las oficinas de los bancos Popular y Sabadell. Posa con soltura ante la expectación general. Está muy maquillada porque viene de grabar un programa especial de la gallega. «Hola, Sofía», le saludan dos niñas pequeñas. «Es la de la medalla», informa a sus amigas una joven. «Al principio era una pasada, había gente que hasta me felicitaba desde el balcón de su casa, pero ahora poco a poco se va acabando el bum», reconoce.

Zumo de naranja y fresa

El camarero, que es de su quinta, la saluda. Pide un zumo de naranja y fresa pequeño y le traen por error un vaso enorme que apuró hasta el final con la ayuda de una pajita. «No me gusta el café ni el vino. La cerveza a veces y tomo alguna copa cuando salgo, aunque la verdad es que salgo poco», asegura. Pone cara de sorpresa y sonríe con picardía cuando le pregunto si liga más desde que se hizo famosa. Piensa unos segundos la respuesta y al final se lanza: «La gente me mira más, es verdad, pero todo el mundo sabe que tengo novio», sentencia. «Nunca me habían preguntado esto», me dice. Tiene 22 años cumplidos en agosto y vive con su padre. «Hasta que tenga ingresos fijos no me planteo irme a vivir sola», confiesa Sofía, que tiene un hermano, Jano. Sus padres están separados desde hace unos años. «Al principio todo pasó de cero a cien pero mi vida no ha cambiado nada. Mis amigas, que no son muy deportistas, están orgullosas y les dan un poco de envidia las cosas que he podido hacer gracias a mi éxito», reconoce entre sorbo y sorbo del gigantesco zumo.

Cine y playa

El cóctel que forman juventud y medalla de oro puede resultar indigesto, pero Sofía habla con tranquilidad, con sencillez, a pesar de que muy pocas personas de 22 años pueden presumir de dar nombre a un polideportivo, como en su caso sucede en Cambre. «La primera vez que lo vi flipé. Además es donde yo estudié, el Wenceslao Fernández Flórez, y me trae muy buenos recuerdos. Con mi edad es una pasada», reconoce la deportista, que en la actualidad es alumna del INEF. Le gusta ir de compras. En verano se va a la playa en cuanto sale un rayo de sol. La última película que vio en el cine fue Persiguiendo Mavericks, aunque ella la recuerda como Buscando Mavericks.

La cocina de la abuela

Terminó el zumo. Es larpeira. «Soy de chocolate, pero intento evitarlo, cuidarme, aunque lo tengo difícil porque mi padre trabaja de visitador médico de Nestlé y siempre hay cosas por casa. Las galletas me encantan, pero no las gominolas», comenta Sofía, que elogia la comida de su abuela. En la cocina no se cuelga medallas. «Cocino algo, pero mal. Simple. En casa soy desordenada», confiesa. Tras las fiestas se pondrá a régimen por necesidades de su nueva clase de vela, la 470. Papá Noel no le trajo nada. A los Reyes les pide un vale de compra para ropa. «En casa somos mucho de vales», dice. Al 2013 le pide felicidad, salud, un proyecto deportivo estable, y que las cosas vayan mejor en España. Nos despedimos en el Obelisco. Sofía se va al gimnasio del Náutico. Dentro de unas horas terminará un año que confiesa que «nunca olvidaré», pero tiene los pies en el suelo. «Empieza otro año, no pasa nada», afirma mientras consulta los mensajes del whatsapp.