Desde tan lejos

Ramón Loureiro Calvo
Ramón Loureiro CAFÉ SOLO

PONTEDEUME

14 ene 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Lo compruebo de nuevo: hay algo decididamente mágico en las fotos antiguas que nunca habíamos visto y que descubrimos cuando ni siquiera sospechábamos que existiesen. Fotos que convirtieron en eternidad instantes cuya existencia ignorábamos por completo. Miradas, fijadas a un cartón gracias a los prodigios de la óptica y de la química, que nos desvelan el verdadero aspecto que tuvieron en el pasado lugares que siempre imaginamos del todo diferentes, y hasta el de personas -a veces de nuestra propia sangre- cuyo rostro, que creíamos tan distinto, no habíamos visto jamás hasta hoy mismo. Sorprende ver, por ejemplo, hasta qué punto estaban desnudos, hace cien años, los montes que siempre quisimos soñar como bosques inmensos. Sorprende, sí, vaya si sorprende, por más que uno sepa que aquellas tierras, por aquel entonces, difícilmente podrían estar cubiertas de árboles, ya que todas ellas hacían falta -y mucha- para apacentar el ganado y, en el mejor de los casos, para cultivar centeno. Ni un árbol se veía en las alturas que, en torno a Marraxón, miran hacia la ría de Ferrol y hacia los dominios del Eume y hacia los caminos que van a la Terra Chá y a la vieja ruta de peregrinación que conduce a San Andrés de Teixido a vivos y muertos. También sorprende ver la ribera de Perlío cuando de sus aguas aún se sacaban ostras, la grandeza del palacio de los Andrade en Pontedeume, la elegancia urbana de un Cantón decididamente cosmopolita y sepia, la majestuosidad de los acorazados, la reciedumbre de los caballos de silla que se llevaban a las ferias. ¿Qué pensarán de nosotros quienes a su vez nos miren dentro de cien años, desde tan lejos?