El valiente Lanzarote y su galaico destino

Ramón Loureiro Calvo
Ramón Loureiro FERROL |

FERROL

La leyenda artúrica desvela por fin sus secretos en Cedeira: Lancelot, tras haber salvado a la Reina Ginebra de la hoguera, cambió la Britania de Arturo por la Última de Todas las Bretañas Posibles y se trajo a su perro

05 jul 2010 . Actualizado a las 20:42 h.

Atemos cabos. Porque no es que lo digamos nosotros, sino que es un manuscrito de la Biblioteca Nacional quien lo afirma: «Los de Lago son hidalgos muy principales en el reino de Galicia, donde tienen su casa y solar hacia Cedeira. El linaje desciende de un extranjero que vino allá a parar, y se dice que fue el Conde de Lanzarote cuando vino de Bretania y pobló en el puerto de Cedeira». El Don Lanzarote este, como a nadie se le escapa, sería, a todos los efectos, Sir Lancelot. Aquel a quien tenía por más leal el Rey Arturo, pero que acabó teniendo un lío con la Reina Ginebra. El resto de la historia ya se ha contado muchas veces: el monarca quiso quemar viva a la reina, pero a Lanzarote/Lancelot aquello no le pareció lo más correcto, fue a rescatarla, en efecto la rescató y, de paso, segó algunas cabezas en el empeño. Después, harto de tanta tontería, se largó de allí, el caballero. Y decíamos antes lo de atar cabos, a raíz del florecimiento nuevo de las viejas historias que sitúan la última etapa de su vida en la villa de Cedeira. Porque además, sabiendo -como en estas mismas páginas ya hemos hablado ustedes y yo- que Don Merlín vino a dar a Esmelle, y teniendo plena constancia, a través del Señor Cunqueiro, de que la reina Doña Ginebra vino a morar no muy lejos de Mondoñedo, ya podemos suponer cómo terminó todo aquello. Porque aunque algunos autores sostuvieron que, tras la muerte del Rey Arturo, Lancelot se hizo ermitaño y la Reina se metió en un convento, está claro que al rollo ese le falta lo que Torrente Ballester llamaría la «realidad suficiente».

Por lo que aquí sabemos

La leyenda que los cedeireses cuentan habla de Lanzarote/Lancelot desembarcando en su puerto. Lo habría hecho, según esta fuente -lo de desembarcar en Cedeira el caballero de la Mesa Redonda, entiéndasenos-, después de cabrearse con el Rey Arturo, por las razones ya comentadas y sobre las que no nos extenderemos. El caso, siempre según la leyenda, es que el caballero traía consigo un enorme perro. Un animal gigantesco y sin embargo dócil en extremo, que agachaba las orejas nada más sentir la voz de su dueño. Muchos eran los que huían al verlo, si bien no hay constancia alguna de que le hiciese daño a alguien. En ningún momento. Puestos a contar la verdad, lo cierto es que la leyenda ni siquiera aclara qué pasó con el perro. Lástima, porque sería buena cosa saberlo. Sí cuenta, sin embargo, que Lanzarote se quedó en Cedeira, que desde allí protagonizó nuevas hazañas y que incluso dejó descendencia. Bien se conoce que su corazón era tan grande que en él no solo había lugar para la Reina Ginebra. O que era un poco pelexo .