Alejados del mundo: unas elecciones de andar por casa

Pablo González
Pablo González REDACCIÓN / LA VOZ

ESPAÑA

María Pedreda

Una campaña más que obvia la política exterior, dividida entre los que buscan más liderazgo y los más soberanistas

21 abr 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

«1582, el sol no se ponía en nuestro imperio...», cantaban los Nikis en los ochenta, recordando aquellos tiempos donde lo más importante no sucedía dentro de estas viejas fronteras, sino fuera. Es difícil que la política exterior se cuele en una campaña, y la actual está dentro de esa media. El conflicto catalán y el rumbo suicida independentista, la reacción nacionalista en el resto del país y los tanteos hacia un diálogo complejo son las ideas que marcan el devenir electoral. Apenas el brexit asoma tímidamente, y a menudo también vinculado a evidenciar que los referendos autodeterminantes son armas que las carga el diablo y que en muchos casos solo sirven para fracturar por largo tiempo a las sociedades.

Tuvo cierta relevancia en las generales de 1986, cuando aún estaba muy reciente el referendo sobre la permanencia de España en la OTAN convocado por el Gobierno de Felipe González. Y por supuesto en las del 2004, marcadas por el apoyo del Ejecutivo de Aznar a la guerra de Irak y el posterior atentado del 11M. Fueron dos excepciones que confirman la regla del ausente relato exterior en las elecciones generales.

Hay por tanto que rebuscar en los programas, donde la política exterior es propicia para las declaraciones grandilocuentes, y quizás se encuentre alguna referencia a los grandes clásicos de la diplomacia española: Gibraltar, Venezuela, el Sáhara occidental, Cuba o Marruecos.

El PP busca para España una «vocación de liderazgo internacional» que se sustancie principalmente en el escenario europeo y en lo que denominan «responsabilidades históricas» del país con Iberoamérica, donde creen que la diplomacia española debe «liderar el apoyo a los demócratas de Venezuela, Cuba y Nicaragua». En el conflicto venezolano, aseguran que solo reconocerán como legítimo al Gobierno de Juan Guaidó, y adelantan un plan de ayuda humanitaria para ese país. Con Marruecos, quieren un nuevo tratado de buena vecindad, al tiempo que planean recuperar el modelo Marca España frente a la actual España Global del Gobierno de Pedro Sánchez. Pese a las críticas del Gobierno mexicano, impulsarán el quinto centenario de la llegada de Hernán Cortés a ese país. Sobre Gibraltar, destacan que no aceptarán ningún acuerdo sin el consentimiento de España.

El PSOE coincide en lo básico sobre la colonia británica y sobre el liderazgo internacional, aunque lo hace desde el multilateralismo. Ante la globalización, aseguran que «el repliegue nacionalista no es posible, ni mucho menos deseable». Sánchez fue el primer presidente español en visitar Cuba después de 32 años, y los socialistas alegan que el protocolo de consultas políticas incluirá por fin el asunto esencial: el respeto a los derechos humanos en la isla.

El Partido Socialista, que dedica un amplio espacio al capítulo internacional, también continuará con la defensa de la reputación de España a nivel global, para contrarrestar la leyenda negra independentista. También quieren reforzar la relación con Portugal, así como la cooperación para el desarrollo. Y describen a Nicaragua y a Venezuela como países que están «en una clara deriva autoritaria». Estados Unidos sigue siendo un aliado clave, pese a su «creciente aislacionismo», matizan.

Líderes y soberanos

Todos quieren reforzar el papel de España en el mundo, también Ciudadanos y Vox. Los primeros prometen una transición ordenada en el brexit. Los segundos afrontan la política exterior desde el nacionalismo, cuestionando instituciones europeas que «se inmiscuyen» en la soberanía española, prefiriendo el bilateralismo, y «abandonando organismos supranacionales si son contrarios a los intereses de España». Prometen «determinación» para la «devolución» de Gibraltar.

Podemos, que no menciona el conflicto venezolano, aspira también a una mayor dosis de soberanía económica frente a Bruselas. Pero se marcan objetivos tan ambiciosos como idealistas, como ese de «llevar la democracia» a las finanzas internacionales.