El euro perjudicó al bolsillo de los españoles

Cristina Porteiro
c. porteiro REDACCIÓN / LA VOZ

ECONOMÍA

Dado Ruvic | Reuters

Alemania y los Países Bajos han sido los grandes beneficiados de la introducción de la moneda única

05 jul 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

A pesar de que el 64 % de los españoles creen que el euro ha tenido efectos positivos para el país, persiste cierto mantra en los hogares y las barras de bar de que «con la peseta se vivía mejor». El eterno debate entre los nostálgicos de la rubia y los euroentusiastas cobra vigor cada vez que una crisis atropella la economía. La del covid-19 no ha sido una excepción. Las zancadillas de algunos socios del euro, como los Países Bajos, a las iniciativas que podrían poner coto a las disparidades dentro de la unión monetaria han acentuado ese sentimiento de rechazo hacia una moneda que no logrado cosechar la simpatía de su antecesora. Ahora bien, ¿qué hay de cierto en eso de que el euro ha perjudicado a los bolsillos de los españoles?

Los informes periódicos que emiten las autoridades europeas apuntan hacia un aumento de la prosperidad. Salvando los años de crisis, el producto interior bruto (PIB) español ha aumentado desde que el euro entró en circulación. Los salarios también, aunque en menor medida que los precios, engordados con el famoso redondeo que obligó a los españoles a pagar más del doble por una barra de pan. Entonces, ¿por qué está tan extendida esa sensación de que se ha perdido capacidad adquisitiva? Porque, de forma intencionada o no, en los cálculos sobre los beneficios que ha traído el euro se sobreestiman los beneficios para las exportaciones y se obvian otros indicadores como el reparto cada vez más desigual de la riqueza y la brecha en términos de competitividad entre los países ganadores y los perdedores del euro.

Cada español ha cedido 5.031 euros desde que la moneda única irrumpió en nuestras vidas, según cálculos del think tank alemán Centro para la Política Europea (CEP). Sus expertos publicaron en el 2019 un polémico informe en el que cuantifican las pérdidas en la prosperidad del país en 224.000 millones de euros, concentradas en los años de la crisis. Antes del 2011, el saldo era positivo, lo que indica que el problema no radica en la moneda única, sino en su gobernanza.

A pesar de las feroces críticas que recibieron sus autores, otro estudio de Bloomberg incide en lo mismo: España ha sido una de las grandes perdedoras del euro, junto a Italia y Francia. «Han sufrido sustancialmente al perder la habilidad de devaluar [la moneda] al responder a la crisis. Tenían un margen de maniobra limitado para rebajar salarios así que su competitividad se deterioró», indica el documento, en el que también explican que los tres países no fueron capaces de aprovechar todo el potencial del euro para profundizar en sus relaciones comerciales dentro del bloque. «As regras do xogo establecidas están lonxe de ter efectos simétricos nos diferentes países. Un conxunto deles obtén beneficios netos en tanto que outros, máis alá de espellismos conxunturais, acaban perdendo posicións na súa competitividade real e na súa capacidade produtiva», explica el catedrático de economía aplicada de la USC, Xabier Vence, en su libro Crise e Fracaso da Unión Europea Neoliberal. Una tesis que comparte el Nobel de economía, Paul Krugman, quien en el 2016 admitió que «si España hubiese mantenido la peseta, su industria sería más fuerte».

Ganadores

¿Quién se ha llevado la parte más golosa del pastel? Alemania y los Países Bajos. Según CEP, cada alemán ha sumado a su bolsillo 23.116 euros desde que la moneda entró en circulación y sus ganancias se acrecentaron durante la crisis, a pesar de las voces populistas que acusaban a los países del sur de esquilmar sus reservas con los rescates. «Experimentaron un bum en el comercio y la competitividad», explican los economistas de Bloomberg. Los holandeses, quienes ahora abanderan la cruzada contra el plan de reconstrucción europeo, se agenciaron 21.003 euros per cápita. Los italianos, a los que tanto han estigmatizado a costa de la pandemia, lideran las pérdidas por ciudadano: 73.605 euros.

No solo se puede medir el éxito o fracaso del euro en dinero contante y sonante. El paisaje industrial 18 años después de la entrada en circulación de la moneda única deja una postal de fábricas cerradas y desempleados de larga duración en los países de la periferia. En España, por ejemplo, el peso de la industria ha caído del 18,7 % al 12,6 %. Si pasamos la lupa a las estadísticas alemanas el cuento cambia mucho. No solo no han perdido músculo industrial sino que lo han ganado a costa de las pérdidas de sus vecinos europeos. Su industria copa hoy casi el 30 % del PIB germano.

La falta de control monetario obliga a los países periféricos a competir con salarios devaluados

La entrada en el euro cercenó el control sobre la política monetaria. España se quedó sin poder para devaluar la moneda como maniobra para ganar competitividad en época de crisis. No solo eso. Tuvo que digerir las políticas de talla única del euro en una unión monetaria con economías heterogéneas y en ciclos económicos distintos, con el daño que eso supuso al potencial de crecimiento. Mientras España se removía en los lodos de la crisis, China inundaba el mercado europeo devaluando su divisa, dopando sus exportaciones y manteniendo a raya el alza de los costes laborales. España, con problemas estructurales heredados de los años de bonanza, se vio forzada a optar por la única vía de escape que le quedaba abierta: la devaluación salarial. Si los españoles sufrieron podas en sus rentas, ¿cómo es posible que el salario medio siguiera creciendo, según el INE? Dos factores: la subida de impuestos y el aumento de la desigualdad entre rentas desde el año 2007 al 2012. «Las reformas introducidas [en esos años] redujeron considerablemente los beneficios y aumentaron los impuestos», sostiene la OCDE.

¿Podría haber ocurrido lo mismo con la peseta? Aunque España podría haber devaluar la moneda, el coste de las importaciones se dispararía, aumentado el ya de por sí alto coste de la energía.