Existe una falsa sensación de igualdad en países donde las mujeres están apartadas del mercado laboral
09 mar 2020 . Actualizado a las 05:00 h.
Llevan la delantera. Al menos, en lo que a formación se refiere (el 54 % de los universitarios son mujeres), porque en materia salarial, ellas van un siglo rezagadas respecto a los hombres. «Al menos hasta dentro de 100 años la brecha salarial no se va a cerrar, lo que significa que yo no voy a ser testigo. Y mi hija tampoco lo será», aseguró este año la presidenta de la Federación de Empresarias y Directivas de Asturias (FEDA), Begoña Fernández-Costa. Una frase tan cruda como realista. Las cifras le dan la razón: No hay ni un solo país en Europa donde las mujeres ganen, por lo menos, lo mismo que los hombres. Ni en los utópicos y liberales países nórdicos ni en los conservadores y proteccionistas países centroeuropeos. Las mujeres ganan menos, tienen peores trabajos, se retiran antes del mercado laboral y tienen pensiones más pequeñas. Y lo que es peor: avanzamos a paso de tortuga.
La primera potencia económica europea también lo es en desigualdad de renta porque Alemania paga a sus mujeres 1.999 euros de media mensuales mientras sus compañeros cobran 3.172, según datos del Instituto Europeo para la Igualdad de Género. (EIGE) Detrás de las humeantes fábricas de automóviles se esconden las vergüenzas de un país donde el 75,8 % de las mujeres trabajan, sí, pero el 31,3 % lo hacen a tiempo parcial frente al 8 % de los hombres. Esa precariedad, que tiene acento predominantemente femenino, se repite en todos los países de la UE. También en los que sacan pecho porque tienen una brecha salarial menor, como es el caso de Grecia. Las mujeres en el país heleno ganan al mes 288 euros menos. ¿Significa esto que Alemania las discrimina más? No. «Una baja brecha salarial no indica necesariamente una mayor igualdad de género. Por el contrario, puede ser consecuencia de una baja participación laboral de las mujeres», explica el EIGE. Y eso es precisamente lo que ocurre con el país mediterráneo. Solo el 49,1 % de sus mujeres tienen un empleo por el que cotizan, en comparación con el 67,4 % de la media europea, según Eurostat. El matiz es importante, porque hay muchas que trabajan, pero no reciben remuneración, o cobran en negro. Y eso es porque las mujeres siguen siendo las responsables de las tareas de cuidados y crianza. En países como Italia o Grecia, las mujeres tienen un 61,2 % y un 69,3 % más de probabilidades que los hombres de encargarse de las labores de casa. ¿Qué hay de las españolas? Tienen un 42,6 % más de probabilidades que los hombres de tener que ceñirse a ese rol que las vincula a la vida en el hogar, a la atención de la familia y los miembros dependientes. Un papel que también las empuja a reducir sus jornadas laborales y a trabajar menos horas al mes. «El nivel medio de empleo de las madres entre 20 y 49 años con un niño es del 65,4 % en comparación con el 91,5 % de los padres», sostiene un informe del EIGE. Y, aunque a menudo se suele asociar la precariedad laboral de las mujeres y la discriminación a los países con menor índice de desarrollo económico, lo cierto es que en los países de la Europa Occidental (Bélgica, Alemania, Países Bajos y Austria) es donde se registran las tasas más altas de trabajo parcial femenino (39 %).
Veto invisible
«Las mujeres están sistemáticamente infrarrepresentadas en las posiciones de mando», reconocen las autoridades europeas. No es una mera declaración política. Los datos no dejan lugar a dudas. En el primer semestre del 2019 solo el 6,9 % de los CEO, el 17,6 % de los ejecutivos y el 30,4 % de las posiciones de dirección no ejecutivas estaban en manos de mujeres. No solo hay pocas, también ganan 10 euros menos cada hora en comparación con sus compañeros por desempeñar la misma labor, según las estadísticas. Una resistencia invisible que tiene como ejemplo a España. En materia de diversidad de género, el país ocupa la onceava posición entre la lista de 12 países con empresas en el STOXX Europe 600.