El baile griego

Marcos Escudero ECONOMISTA

ECONOMÍA

10 ene 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Grecia se asoma de nuevo al abismo. Las medidas de austeridad que buscaban una devaluación interna para mantener a los helenos dentro del euro han reducido el tamaño de la economía, que suma un retroceso del 18 % desde el 2007, si bien en el 2014 ya cerró al alza y con creación neta de empleo.

Grecia ha gestionado muy mal su capital público. Aún se recuerdan los jardineros que no tenían jardines que cortar y los jubilados de más de 110 años que seguían cobrando la pensión desde el cementerio. No aprovecharon los años dorados para desarrollar la economía y, aparte del sector naval y turístico, el resto del tejido productivo es insuficiente para las necesidades del país.

Ahora, la proximidad de las elecciones ha disparado la fuga de capitales a niveles desconocidos. Si el nuevo Gobierno no consigue revertir la situación, el sistema financiero no aguantará más de un par de trimestres y acabaremos viendo un corralito a la argentina en las mismas puertas de la Acrópolis.

Llegados a este punto, es Europa la que tiene que decidir qué hacer. Lo más normal sería seguir ayudando a Grecia ahora que empieza a mejorar, porque los griegos no son como Groucho Marx, que no deseaba pertenecer a ningún club que lo aceptara como socio. Entraron en la CEE antes que España y también fueron invitados a unirse al euro como los demás, si bien utilizaron la contabilidad creativa para cumplir con el límite del 3% de déficit. Lo mismo que hizo Francia. Además, los tratados de la moneda única no contemplan ninguna fórmula para expulsar a un miembro y debería ser el país en cuestión el que lo solicitase.

Si aun así, acaba abandonando el euro, las derivadas negativas serían considerables. Aparte del empobrecimiento de los propios griegos, el resto de Europa sufriría las consecuencias del colapso bancario heleno y del impago de la deuda. Y no entiendo para qué llevamos desde el 2009 intentando evitar una quita por mínima que sea en la deuda griega y ahora de golpe amenazamos con expulsarlos sin pensar que en ese caso la quita sería con total seguridad de más del 80 %.

En fin, cada vez estoy más convencido de que Ricky Martin pensaba en Europa y no en María cuando compuso aquello de «un pasito p'alante, un pasito p'atrás».

Marcos Escudero es economista.