Un ingeniero de altos vuelos

M.G. REIGOSA SANTIAGO / LA VOZ

DEPORTES

Salah Mejri, pívot del Obradoiro, repasa vivencias desde sus 217 centímetros

13 oct 2012 . Actualizado a las 23:03 h.

Salah Mejri (Túnez, 15-6-86), desde sus 217 centímetros de simpatía, es uno de los techos de la Liga Endesa. Solo lo iguala en estatura Perovic, y lo supera Sinanovic. El domingo, en Fuenlabrada, firmó un expediente casi perfecto. Y confía en repetirlo más veces, pero sin sacar pecho, sin perder la naturalidad, la misma que luce a la hora de hablar de su trayectoria, de su adaptación a Compostela o de como se las gasta para encontrar soluciones a los inconvenientes de tamaña estatura. El nombre lo precede, Salah, buena persona. Y con la afición ejerce de tal, ya que no para de repartir sonrisa y saludos, ni de atender peticiones para hacerse fotos.

Futbolista en el colegio

Sorprende por la coordinación y la agilidad con que se maneja en la pista. Pero el dato cobra más valor teniendo en cuenta que hasta los 18 años no hizo botar un balón de baloncesto. «Mientras estuve en el colegio y el instituto solo jugaba al fútbol. Era mediocampista ofensivo». Entonces medía 2,10 metros que no pasaron inadvertidos para uno de los ojeadores de Jendouba, su región natal, que fue quien lo ganó para la canasta. En su etapa futbolística se hizo hincha del Real Madrid. Solo le desea un par de derrotas, «cuando juegue con el Obradoiro».

Ingeniero y pívot

Pasó del césped al parqué, en el Etoile Sportif Sahel, y allí todavía ganó siete centímetros. Durante cinco años compaginó sus estudios de ingeniería electrónica con el baloncesto. «Estaba más centrado en al carrera que en el deporte», precisa. Aun así, se hizo un hueco en la selección y se le abrieron las puertas de Europa en una fase previa para el Mundial. En un amistoso contra Bélgica le tomó la matrícula el entrenador de los Giants de Antwert. No tardó en trasladarle una oferta.

Dos años en Bélgica

Salah Mejri, que se adentró en el baloncesto casi sin querer, se avino a vivir su primera experiencia en el deporte profesional de buen grado. Fue también el primer jugador de Túnez en dar el salto al viejo continente. Se encontró con un país, una cultura y un clima totalmente diferentes, pero se adaptó sin problemas. «Al principio me aburría un poco en el tiempo libre -recuerda- pero pronto empecé a conocer gente de Marruecos, de Turquía y de Túnez. Eso me ayudó. Dos años más tarde recaló en la Liga Endesa de la mano del Obradoiro.

Dos años en Bélgica

El pívot internacional enseguida ha conectado con la gente y con el entorno en su nuevo destino. Incluso con la meteorología: «Me dicen que aquí llueve mucho. Pero vengo de un sitio donde llueve nueve meses al año y los otros tres nieva».

Lo que más le sorprendió de Compostela en un primer momento fue el tamaño: «Es una ciudad mucho más pequeña que Antwer». Y de nuevo saca ese perfil que le lleva a buscar el lado bueno: «Tiene una gran ventaja, puedes ir andando hasta casi cualquier sitio. Todo está muy cerca». Se identifica mucho con la gente, porque «es muy parecida a Túnez, muy amistosa. Aquí se paran a hablar, te saludan, son muy amables».

La catedral

La zona vieja, y la catedral en particular, son los emplazamientos que más le han llamado la atención. Profesa el islam, pero ello no ha sido óbice para visitar el templo, admirar su arquitectura y quedarse con un detalle que había visto en las películas: «Lo de la gente en el confesionario... No es lo mismo en la tele que en la realidad».

Aprendiendo español

Salah Mejri se maneja en los dos idiomas que hablan en su país natal, el árabe y el francés. Domina un inglés académico perfecto y calcula que esta temporada aprovechará para añadir el español a su repertorio. Tiene en el preparador físico, Óscar Viana, a un peculiar maestro, que le enseña algunas expresiones: «Bueno, no las puedo contar todas. Una es gallega, pailán. También, 'tengo una empanada', que ya sé que también es una comida. 'Torero'. Y 'dame veneno que quiero morir'». Ahí coge al periodista con el paso cambiado, pide tiempo, consulta el teléfono y muestra una carátula de Los Chunguitos.

Dos años en Bélgica

Salah Mejri recaló en el Obradoiro con las ideas muy claras. Quiere que Compostela sea una lanzadera en su carrera como jugador profesional de baloncesto y está dispuesto a poner todo de su parte. Además de las habituales sesiones de trabajo, es habitual que se quede al final durante veinte o veinticinco minutos con Víctor Pérez, uno de los ayudantes de Moncho Fernández, haciendo ejercicios específicos. Y también tiene cita con él una vez a la semana para seguir perseverando.

Vestirse, dormir...

Una de las preguntas que le hacen con más frecuencia, y que responde con una paciencia inquebrantable, es la que hace referencia a los inconvenientes de sus 2,17 en el día a día. La ropa deportiva es más o menos fácil de conseguir. Para la de calle tiene que recurrir a Internet. Y se quedó con los datos de la persona encargada de vestir a su anterior equipo, el Antswer. En los hoteles asume que le toca dormir con los pies fuera. En su casa, en Santiago, está encantado: «La cama es de 2,10. Solo salen un poquito».