Cobo, la resurrección inesperada en La Vuelta

mariluz ferreiro REDACCIÓN / LA VOZ

DEPORTES

El cántabro, a punto de dejar la bicicleta este año, gana la carerra por trece segundos

12 sep 2011 . Actualizado a las 09:38 h.

Juajo Cobo acabó de escenificar su resurrección. Ayer, en Madrid, confirmó su triunfo en la Vuelta a España. Solo al cruzar la línea de meta dio rienda suelta a su alegría. «Ahora sí me siento ganador», dijo. Porque llegó a la última etapa con un margen de trece segundos sobre Chris Froome. La tercera renta más estrecha de la historia de la ronda española.

El pulso de esta Vuelta lo acabaron protagonizando un inesperado vencedor ante un insospechado aspirante. Porque, sin los gallos que volaron en el Tour, los pronósticos señalaban inevitablemente a Vincenzo Nibali, vencedor en el 2010. Y las quinielas apuntaban también a Purito Rodríguez y a Bradley Wiggins. La carrera demostró después que el italiano no llegaba con la fortaleza de la anterior edición. Y que la crono suele ser demasiada para el explosivo cazador de etapas del Katusha. Y que la montaña se hace excesiva para el británico del Sky, que acabó tercero. La criba del asfalto fue eliminando a los supuestos protagonistas para elegir dos ciclistas que parecían condenados por las circunstancias a un papel secundario.

La apuesta de Matxin

Cobo y Froome resistían en la zona noble de la general después de los primeros escollos, incluida la crono. Ninguno de ellos partía como jefe de filas de su equipo. El Geox tenía también a Carlos Sastre y a Denis Menchov, dos corredores que ya conocían el triunfo en grandes carreras. El Sky estaba consagrado a Wiggins, a pesar de que Froome, británico nacido en Kenia, había lucido el maillot de líder y se había convertido en el primer africano en lograrlo. En esta encrucijada, las dos formaciones siguieron caminos opuestos. En el Sky apostaron por el caballo equivocado y mantuvieron a Froome como gregario. Pero a Matxin no le tembló la mano para jugárselo todo a una carta diferente: Cobo. En la etapa de La Farrapona sacrificó a David de la Fuente, que compartía escapada con Rein Taarame. Le ordenó que esperara por el cántabro para que esta abriera brecha con el grupo de favoritos. Parecía un ataque de soberbia que aquel equipo renunciara a un triunfo de etapa. Pero Matxin le dio a su pupilo galones y unos segundos que fueron decisivos.

El Geox depositaba sus esperanzas en un ciclista atípico, distinto. Un corredor sin vocación, ajeno a los mitos, para el que la bicicleta es un trabajo y no una pasión, para el que una mañana de entrenamiento es algo similar a una jornada en la oficina. Un hombre introvertido que digiere como un modo de vida un deporte que se atreve a rozar los límites de la resistencia. Un tipo que además carga de vez en cuando con el pesado lastre de la depresión. De hecho, Cobo se torturaba constantemente por haber desaprovechado la oportunidad de correr en el equipo de Eusebio Unzué. Y esta temporada, después de una larga sequía de éxitos, se había planteado seriamente retirarse del deporte. Parecía haber tocado fondo. Solo Matxin pudo convencerlo para que continuara en la carretera.

El director deportivo del Geox subió aquella apuesta personal en La Farrapona. Y empezó a ganarla en el Angliru. El alto asturiano volvió a convertirse en el rey de la Vuelta. Allí, entre miles de aficionados, se coronó Cobo y se enfundó un maillot rojo que ya nadie le arrebataría gracias a un ataque lejano y valiente, a una cadencia capaz de domar al gigante. Allí se despidió del triunfo Nibali y se desvaneció Purito. Y allí se retorcieron Froome y Wiggins como si el asfalto fuera aceite hirviendo.

El duelo definitivo

Cobo vivió el resto de la carrera de una renta ajustada. Una prueba gigantesca y definitiva para su confianza. El duelo final que condensa toda una Vuelta tuvo como escenario Peña Cabarga. Froome atacó y, por un momento, el español pareció perderse. Pero se mantuvo fiel a su ritmo, se repuso y cazó al británico. Dice que el público le dio alas.

La batalla se trasladó al País Vasco con solo trece segundos de diferencia entre los contendientes. La ronda española regresaba a esta comunidad después de 33 años de ausencia. Más público todavía. Más alas. El Geox vigiló las ascensiones, colapsadas de seguidores como si fueran puertos del Tour de Francia, y controló también los esprints bonificados, que podían provocar un vuelco a la clasificación. La pequeña barrera situada entre Cobo y Froome no se movió. Y tampoco lo hizo en Madrid, donde finalmente el paseo de Cobo sí fue triunfal.

La Vuelta deja guiños para el futuro más allá del brillo propio Froome, un ciclista de 26 años al que Sky no tenía previsto renovar su contrato y que se ha quedado a un suspiro del triunfo. La carrera subraya nombres que ganan espacio en la agenda del ciclismo después de estas tres semanas de competición. El holandés Bauke Mollema, de 24 años, fue líder, acabó en la cuarta posición y le arrebató el maillot por puntos en la última etapa a un Purito desfondado. Y el esloveno Peter Sagan conquistó tres etapas.

Los nuevos llaman con fuerza a las puertas de la carrera. Pero la mayor gloria fue para un ciclista de 30 años que por fin está de vuelta. El bisonte resucitado.

«No he vivido algo así en mi vida. Espero que el triunfo en la Vuelta me sirva para darme cuenta de lo que me perdí el último año y medio»

«En Peña Cabarga pensé que perdía el liderato y gracias a la afición, que me dio alas, lo pude salvar»

Vencedor de la Vuelta 2011