El «Zar» descuelga las botas

Juan Villar VIGO

DEPORTES

Alexander Mostovoi, futbolista clave en el ciclo más brillante del Celta, vuelve a jugar al fútbol de la mano de Dmitri Piterman, que lo ha repescado para ayudar a que el Alavés vuelva a Primera

11 mar 2005 . Actualizado a las 06:00 h.

?on Mostovoi empezó y terminó un ciclo en el Celta, el más brillantes del club. Cuando finalizó la pasada Eurocopa de Portugal y sin haber renovado su contrato con el club vigués, el ruso decidió colgar las botas ante la ausencia de ofertas interesantes. Ahora, a sus 36 años, Piterman lo repesca para reflotar a un Alavés que quiere volver a Primera. Su última temporada de celeste no fue brillante, pero nadie puede negar que futbolísticamente ha sido uno de los jugadores más desequilibrantes de la Liga española durante los últimos años. Sólo su carácter lo traicionó en su deseo de haber jugado en uno de los grandes de Europa. Llegó al Celta en el verano de 1996 procedente del Estrasburgo tras haber sido una de las piezas angulares de la selección rusa en la Eurocopa de Inglaterra. Se convirtió por entonces en el fichaje más caro de la historia del club vigués con dos millones de euros, justamente antes de que comenzase el despilfarro en el fútbol español con los nuevos contratos de televisión. Él y Mazinho fueron la estrellas de una temporada que con Fernando Castro Santos en el banquillo, se sufrió hasta el punto de que se libraron del descenso en la última jornada. Ese primer año no consiguió adaptarse y a los pocos meses ya quería marcharse del Celta. Llegó a dejar al equipo tirado con diez jugadores en El Molinón enfadado después de haber encajado un gol, lo que obligó a varios compañeros a ir a buscarle al banquillo enseñándole el escudo de la camiseta para que volviese a salir. Y es que si algo no soporta Mostovoi es perder. Ayer mismo declaró su nuevo entrenador en el Alavés, Chuchi Cos, quien tras haber hablado con varios técnicos que habían entrenado al Zar, le habían dicho que era «un ganador». Durante su segunda temporada en Vigo, el Celta fichó Javier Irureta para el banquillo y a Karpin, ex compañero suyo en la selección y en el Spartak de Moscú. Ahí empezó a mostrar su mejor faceta deportiva. Se crecía especialmente en los partidos importantes, llegando a hacer auténticas maravillas. De él decía Víctor Fernández: «Es capaz de ver un pase mágico donde ningún otro futbolista es capaz de verlo». Hubo un proyecto para hacerle una estatua pública en Vigo que quedó en nada. En Balaídos su nombre era el más coreado. En la cara negativa, ha tenido otros desplantes. Era habitual que llegase varios días tarde después de las vacaciones de Navidad. Sus problemas familiares, que le hicieron descentrarse hasta el punto de pedir no viajar a algún partido, y su carácter introvertido adelantaron su ocaso, paralelo al del Celta. El ruso añoraba el fútbol y llevaba desde junio esperando alguna oferta, hasta que por fin lo llamó el Alavés. Hace sólo una semana, cuando el presidente del Celta sugirió abrirle las puertas para dirigir categorías inferiores del club y hacerle un homenaje, Mostovoi reconoció que no le desagradaría, pero prefiere seguirjugando.