Carlos, el superviviente de las galerías Santa Catalina: «Estoy en el centro de A Coruña y rodeado de almacenes»

VIVIR A CORUÑA

ÁNGEL MANSO

Las galerías comerciales pasan por momentos de incertidumbre y, muchas, de desolación. A este peluquero le prometieron que serían el no va más comercial, pero su local es el único que ha logrado resistir

20 mar 2023 . Actualizado a las 14:13 h.

Del bullicio al eco, del trasiego a la quietud. Entre el latido de la calle Estrella y las catacumbas que son ahora las galerías Santa Catalina, un hombre lee un periódico deportivo en un reposacabezas. Es Carlos Pardo, que comienza a estar acostumbrado a tomarse la vida con calma y, sobre todo, lleva con serenidad el silencio. Montó su peluquería homónima hace 36 años, cuando estas zonas comerciales estaban llamadas a ser el último grito del mundo consumista que empezaba a ver la luz. «Solo había maleantes, la policía venía a tiro fijo; pero entonces se hablaba de las galerías de la Calle Real [Centro Real] como si estuviese naciendo una nueva forma de entender el comercio, y por estas también se apostaba fuerte, así que me decidí y aquí estoy ahora».

Carlos entendió que el futuro era prometedor cuando les explicaron a los interesados en estos locales que las galerías se abrirían también hacia San Andrés. Al final, comenta, «esto se fue dejando morir y yo resisto porque tengo una clientela fiel, pero aquí no queda nada, estoy rodeado de almacenes». Entonces, enumera el abanico de locales que formaron parte de este espacio comercial: otra peluquería, un herbolario, una tienda de chucherías, una boutique de perfumes, un local especializado en máquinas de escribir o un ultramarinos. Todos estos negocios empezaron a criar malvas ante la falta de público, y por eso ahora los bajos son una suerte de trasteros que dejan una postal desoladora. 

La deriva empezó a ser irreversible a finales de los noventa, con el foco de atención comercial puesto en otras áreas de la ciudad. Uno de ellos, el centro comercial Cuatro Caminos, donde Carlos se planteó montar su negocio. Inaugurado en 1987, este peluquero explica que no lo hizo porque tenía que pagar muchísimo por la comunidad, y porque «los de provincias no nos dábamos cuenta de todo el tráfico que generaba El Corte Inglés a su alrededor». Así las cosas, se fue haciendo con una cartera fija de clientes, entre los que se encontraban muchos empleados de los bancos de alrededor. «Puede parecer una tontería, pero la fusión de algunas entidades y el cierre de oficinas me hizo mucho daño; pero también a otros negocios de alrededor».

Como superviviente de estas galerías no se plantea abandonar el barco. «Ya cumplí los sesenta, a estas alturas me quedo como estoy. Soy consciente de que no tengo el cuño de Barber shop, que ahora tiene mucho tirón, pero bueno... Solo haría una reforma si mi hijo continuase con el local, pero para mí no».