Así sobreviven las galerías comerciales de A Coruña

Elena Silveira
Elena Silveira A CORUÑA

A CORUÑA CIUDAD

Negocios originales, oficinas y almacenes dan una nueva vida a estos locales, que tuvieron su momento álgido en los años 70 y 80

18 ago 2022 . Actualizado a las 08:20 h.

En los años 70 y 80 A Coruña se sumó a la tendencia reinante en toda España de construir galerías comerciales en plantas diáfanas, espacios subterráneos o bajos de edificios. Proliferaron en diferentes barrios de la ciudad, en algunos casos con una oferta muy especializada (alimentación, textil...), en otros, con la presencia de muy variados gremios. La novedad hizo que se convirtieran incluso en punto de encuentro, especialmente en días de lluvia. Sin embargo, los nuevos modelos comerciales acabaron con el reinado de las galerías comerciales y, a día de hoy, pocas siguen conservando su efervescencia.

El Centro Real, con entrada por la calle Olmos y por la calle Real, es un ejemplo de supervivencia. En su día se planteó como un pequeño bulevar a cubierto, con todo tipo de negocios y una plaza central. «Aunque el centro se ha quedado antiguo, estamos en un sitio privilegiado, y eso es una baza a nuestro favor muy importante», reconoce Loly Lago, responsable de la cafetería Centro Real. «La planta baja está ocupada prácticamente al cien por ciento. En la de arriba hay menos comercios. Está la tienda de vinilos que atrae a numeroso público, también la asesora de corsetería Begoña Bermúdez, una tienda de ropa, la peluquería de Raúl, que lleva abierta 30 años... y otros muchos locales funcionan ahora como almacén», indica. Y reconoce que haría falta darle a todo este espacio una vuelta de tuerca.

Marta Rodríguez, que antes trabajaba en la librería que cerró en enero del 2021, cogió el relevo de la mercería Gelines. «El negocio llevaba abierto unos 35 años. La antigua dueña se jubiló, me ofreció el traspaso y yo cogí el testigo». Marta explica que su idea inicial era seguir con el quiosco, «pero no pudo ser». Así que se arriesgó a cambiar de gremio. «O aprovechaba la oportunidad o me quedaba sin nada», recuerda. Ahora está contenta porque sigue trabajando en la galería comercial, «donde todos somos una pequeña familia». De hecho, explica que trabajar en el Centro Real tiene sus ventajas: «Los alquileres de locales en el centro de la ciudad son altísimos y aquí son algo más asequibles, porque no tienes escaparate hacia la calle y, por lo tanto, no tienes capacidad para captar al cliente de paso. Además, estar en la galería es muy agradable, hay un ambiente familiar, nunca estás solo y nos ayudamos unos a otros, sobre todo en una situación tan complicada como la actual». Marta Rodríguez también destaca que la galería comercial «es más segura», porque hay más vigilancia y, por la noche, las entradas quedan cerradas.

Las galerías de la Calle Barcelona, Ramón y Cajal, la avenida de Oza, Benito Blanco Rajoy, San Pablo y Médico Rodríguez, Ventorrillo, Alcalde Marchesi, calle Costa Rica... sobreviven a base de mucho esfuerzo. También lo hace el centro comercial de la calle Federico Tapia. Marga Boga, que regenta la floristería Madreselva en el local 17 desde hace 22 años, explica que allí están prácticamente ocupados todos los bajos. «Han venido muchos negocios nuevos. Dentro de poco se instalará un fotógrafo que estaba en Ramón de la Sagra. También alquiló un pintor y se abrieron un estudio de arquitectura, un despacho de abogados, una oficina de ingeniería, una tienda de deportes... Y seguimos muchos de los de siempre. De hecho, yo creo que casi no hay locales vacíos y los que parece que no tienen actividad se usan como almacén. Creo que es un acierto que se reoriente este centro comercial hacia otras actividades, no la puramente comercial, sino también como oficinas, por ejemplo». Marga indica que sería muy necesario un lavado de cara, pero «con tantos propietarios es difícil ponerse de acuerdo. En la torre hay muchas viviendas y los vecinos ya están siempre con derramas para hacer arreglos, así que es difícil que se arregle este espacio común».

El peluquero Carlos Pardo, desde el 86 en el pasadizo de Santa Catalina

Carlos Pardo compró el local que ocupa en las galerías comerciales de Santa Catalina en el año 1986. Recuerda que lo hizo con la promesa de que el área comercial incluiría locales abiertos y con salida no solo hacia las calles Santa Catalina y Estrella, sino también hacia San Andrés. «Pero ya ves. El resultado es una ratonera», se queja. De hecho, de todos los locales disponibles el único que está abierto a día de hoy en el interior del pasadizo es su peluquería. «Abrió un centro de maquillaje y otro de manicura, pero ambos hacia el exterior. Si no fuese porque ya tengo una clientela fija, hace años que tendría que haber cerrado», comenta. Sin perder el sentido del humor, Carlos Pardo explica que de vez en cuando le llega «algún cliente despistado». «El caso es que cuando quieren volver el problema es que no se acuerdan dónde era la peluquería y me dicen que les cuesta mucho trabajo encontrarme». Relata también que el formato de galería comercial tiene mucho éxito en otros países europeos y que, incluso, están ligadas a la exclusividad. «Aquí tenemos el concepto de que son espacios de menor categoría, porque se construyen túneles, estrechos, oscuros y con locales pequeños. Pero debería ser lo contrario», indica.