Las galerías comerciales de A Coruña resisten, protestan y emprenden: «Somos pocos puestos, pero funcionamos muy bien»
VIVIR A CORUÑA

Estos locales son el legado de una época casi dorada. Los autónomos que se mantuvieron o los nuevos que han llegado trabajan a buen ritmo y con precios competitivos gracias a alquileres más baratos o a que son los dueños de los negocios
20 mar 2023 . Actualizado a las 18:20 h.Hubo un tiempo donde la carne se compraba en la carnicería, la fruta en la frutería y el pescado en la pescadería. Algunos lo siguen haciendo en los mercados municipales y tiendas de barrio, pero la comodidad del supermercado se ha quedado con la mejor parte del pastel. Esta competencia dura puso el yugo sobre los mercados privados y galerías comerciales de la ciudad, pero porque sigue habiendo vida en ellas reclaman su historia. «Aquí la gente venía a comprar hace 60 años cuando no había nada en Cuatro Caminos», dice la dueña de la Frutería Pedrouzo, en el mercado de la calle Alcalde Marchesi.

Ramón y Cajal, los Castros, calle Real, San Pablo o calle de la Estrella son algunas de las galerías comerciales de la ciudad que siguen abiertas y trabajando en la ciudad. A pesar de ello, comparten su día a día con una imagen que deprime, la de una larga lista de puestos que tuvieron que cerrar, ya sea por jubilación o porque las cuentas no salían. Una desventaja que no evita que los que están sigan levantando la persiana todos los días: «Nos gustaría que hubiera menos negocios cerrados, pero los que estamos funcionamos muy bien», señala María, que hace cuatro año se animó a montar una pescadería en las galerías de Ramón y Cajal.
Este no es el único caso de nuevos negocios que han abierto en alguna galería de la ciudad buscando un alquiler más económico. También está Marta Valiño, que cambió un bajo en el centro por uno en el área comercial de Los Castros: «Estoy encantada, me hubiera venido antes. Al principio me dijeron que si estaba loca por venirme a un barrio, pero mucho mejor que el centro». Son unos nuevos inquilinos que conviven con placeros históricos, que no se les pasa por la cabeza cerrar. «Soy propietaria del puesto, no voy a cerrar», dice Merchi, de la carnicería de Alcalde Marchesi.
Locales de toda la vida se mantienen o amplían negocio
Las galerías Centro Real forman parte del pasado y presente de los coruñeses. El cartel de Garrote y el olor a bollo suizo forman parte del imaginario colectivo cuando uno piensa en la calle Real. Para los puristas de esta arteria herculina, este pasadizo sigue siendo un sitio al que recurrir para diferentes menesteres, pese a que cada vez más locales tienen la verja echada. La cafetería Centro Real, sin ir más lejos, estaba la mañana de este jueves hasta los topes. Es cierto que llovía, pero también es verdad que no es un reclamo para los viandantes por tratarse de un local oculto a la vista de quien pasea. Tan lleno estaba el negocio que Loli, la responsable, no pudo atendernos. Bastó, no obstante, la familiaridad con la que se hablaban clientes de diferentes mesas para entender que, para muchos, esta es su segunda casa.
Esa misma sensación se respira en el Café Minín, que desde hace más de 50 años da desayunos y comida a los transeúntes de las escaleras que conectan la Merced con la avenida de Oza. Juan Rodríguez, hijo del propietario, tiene claro que las galerías está muertas, pues solo quedan dos puestos - una floristería y una tienda de moda-, pero él no va a cerrar porque el local es suyo y trabaja bien. Loli, la florista, comparte la misma opinión y recuerda que el área comercial ya estaba de capa caída cuando ella llegó, hace 30 años. Sin embargo, reclama que se pongan unas escaleras mecánicas, lo que sería bueno para los vecinos y los clientes. «A la gente mayor le cuesta bajar», sentencia.
El trajín de gente del pasadizo de las galerías de Ramón y Cajal también es el motivo por el que es uno de los mercados privados que mejor funciona. Lo sabe muy bien Jesús Bután, el dueño de la peluquería que abrió en el año 1975, y Ofelia Castro, que abrió la Carnicería Moncho en 1977. Ambos son el vivo ejemplo de lo que es mantener una clientela durante más de 40 años. «Yo ya estoy prejubilada, pero no cierro por mis clientas que vienen aquí desde siempre», cuenta la carnicera. De hecho, tienen miedo a la jubilación. «Por edad xa me podo jubilar, pero tampoco é a solución. Cando cerras a porta de este negocio deixas de realcionarte con personas que coñeces dende máis de corenta anos», sentencia Jesús.

La Tienda de Lino es otro de los establecimiento decanos de esta galería, pero que evolucionó de pequeño supermercado a una de las mejores tiendas delicatesen de la ciudad en la actualidad. María y Sebastián cuentan que tienen claro que no se van a ir del pasadizo. «Los alquileres en el centro son muy caros y ahora buena parte de nuestro negocio viene de la venta por la aplicación y el reparto a domicilio».
Emprender en una galería comercial
Quizás no pasen por su mejor momento, pero si se les sabe sacar partido, tampoco están abocadas al fracaso. Las galerías comerciales pueden entenderse de mil maneras, y algunos les exprimen las bondades de una manera muy particular. Es el caso de Fran, que abrió hace unos meses en Centro Real su negocio de arte floral, Amodiño. «Me interesó alquilar este local porque me permite estar en la calle Real sin el coste que supone estar en esa vía. Cuando digo dónde estoy todo el mundo sabe llegar, y esto no pasaría si mi negocio estuviese en una calle de Los Rosales, por ejemplo». A Fran, la mayoría de encargos le llegan gracias a sus redes sociales, donde expone sus trabajos, por eso no requiere tanta visibilidad o un escaparate que le garantice visibilidad.

Está contento con la decisión de haber abierto en estas galerías y, comenta, le resuelven la papeleta. Eso sí, como muchos negocios abren bajo demanda o solo por las tardes, recibe comentarios algo desalentadores: «¡Qué pena que estés aquí dentro!». De momento seguirá en su tienda, chiquitita. Aunque cree que si los encargos se siguen multiplicando tendrá que mudarse y, por tanto, dejar vacío otro local más de estas galerías.
Algo parecido le pasó a Inma Rodríguez, que hace cuatro años fundó Buena Costura en la galería de Los Castros. En un primer momento, cogió el bajo como taller, pero más tarde se animó a montar una tienda donde vende sus propios diseños. «Cogí este espacio en plan taller, pero mis amigas me insistieron en que hiciera una colección. Ahora, estoy feliz, aunque sea autónoma, trabajo para mí». Ella sabe que las galería solo tienen futuro como trasteros, pero asegura que las escaleras tienen mucho tránsito y reclama, como Loli, unas escaleras mecánicas.
Las galerías que están en vías de extinción
Es relativamente reciente la remodelación del supermercado Gadis de rúa da Sinfónica, que se amplió convirtiéndolo en uno de los más atractivos de la ciudad. Siempre hay clientes de la zona que parecen vivir al margen de la ubicación concreta de este establecimiento. Nadie repara en la retahíla de locales cerrados que recorre la parte alta de las Torres Trébol (apenas subsiste, y casi siempre a deshora, el pub Vela y un negocio de estilismo). A la zona inferior el adjetivo sórdido le va que ni pintado.

En uno de los centros neurálgicos del ocio en la ciudad, la calle de la Estrella, se encuentran las galerías comerciales de Santa Catalina, llamadas así porque también dan a esta vía. De estos bajos hay un único superviviente, Carlos, peluquero que lleva con su negocio 36 años de historia. En su momento hubo tiendas de perfumes, de chucherías, un herbolario o un ultramarinos. Actualmente este pasadizo se encuentra en pésimas condiciones, con un futuro incierto y muy desatendido.
Un posible fin que, sin embargo, no tiene por qué ser definitivo. Un claro ejemplo es la plaza que había junto al garaje de la plaza de A Cubela. Hace décadas que se cerró, pero se convirtió en un pequeño espacio con tres tiendas, panadería, pescadería y carnicería; a pie de calle en San Diego. De ese cambio solo sobrevive el puesto de pescado, Pescados y Mariscos María José, pero con una clientela fiel. Otro ejemplo claro es el Bulevar del Papagayo, que se revitalizó con la llegada del Mercadona y, más recientemente, con la próxima apertura de Arty!.