«Esto no es un campamento, es un espacio de convivencia entre realidades»

Lucía Cancela
Lucía Cancela A CORUÑA

A CORUÑA

ANGEL MANSO

West Galicia educa a niños con diversidad funcional entre deporte, animales y magia

02 sep 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

«Esto no es un campamento, es un espacio de convivencia entre realidades», distingue la presidenta de la Asociación West Galicia, Carmen Blach, sobre el Urban West. Estas jornadas, «o vacaciones», que no campamentos, superarán los 400 participantes en septiembre. El año pasado registraron 320 inscripciones. Más de 100 niños se han sumado en esta segunda edición, en la que los deportes funcionan como hilo conductor.

El espacio pone en valor, en palabras de Blach, «la convivencia, la igualdad y la educación». Con un solo requisito: «Cambiar la mirada». Una perspectiva que Carmen solo pudo obtener cuando nació su último hijo, Javi, de 15 años, que padece un síndrome de West, una de las denominadas enfermedades raras. Este campamento surge de la necesidad de conciliación que tienen las familias una vez que llega el verano: «Los padres tienen un trabajo, unas obligaciones y gastos que pagar», por lo que la presidenta plantea: «¿Dónde pueden dejar a sus hijos?».

Apuesta por la igualdad

Urban West no habla de inclusión, porque «no hay nada que incluir, sino que educar y mostrar», dice Blach. Por ello, está abierto a niños con diversidad funcional y con desarrollo típico: «Cada vez hay más familias que apuestan por la normalidad de otra realidad. El año pasado había 7 niños con desarrollo típico, y este ya hay 12». Un orgullo para la responsable, «pues ellos aportan su granito de arena» a la causa.

Blach actúa «ante realidades». Critica que los campamentos de los concellos, de la Diputación o de la Xunta hablan de inclusión «pero con algún requisito»: «Los niños deben tener autonomía, no usar pañal y no trastocar los talleres del resto de participantes, así qué pregunto, ¿de qué discapacidad hablan?». Para Carmen, la solución ante esta falta de respuesta, «es ir en paralelo». Y su método funciona, «de ahí que grandes entidades colaboren».

Urban West recibe aproximadamente a 20 participantes a la semana, de entre 3 y 21 años, que son atendidos de manera personalizada por 29 profesionales cualificados. Entre ellos, un terapeuta ocupacional, un logopeda, monitores de ocio y tiempo libre o auxiliares de enfermería.

ANGEL MANSO

Para la asociación es fundamental «dar visibilidad» a lo que ocurre dentro del CEIP San Pedro de Visma, espacio en el que tiene lugar el campamento, por ello desde hace dos años «cualquier persona tiene la puerta abierta para venir a colaborar», dice Carmen, «quien entra aquí puede ver la ternura y el sentido de la vida entre unos y otros».

Más de 45 actividades

Las experiencias que Carmen vive en el día a día le permiten hablar de «igualdad» sin trabas: «Hay muchas actividades que hacen todos los grupos juntos. Se mezclan bebés de dos años y medio con un grandullón de 1,80 y otro niño con hiperactividad. Ves cómo se abrazan», explica emocionada. En esta línea, cuenta que el espacio se llena «de paz y ternura. Y eso te hace adicta», detalla la responsable.

Los jóvenes tienen su agenda completa de lunes a viernes: desde baloncesto o juegos grupales hasta actividades asistidas con perros, talleres de cocina o manualidades. Y todo, según Carmen, «tiene un porqué». El deporte les enseña que existen reglas, la disciplina, «y que a veces los de delante van más rápido y no pasa nada». Con ello, quiere que «se hagan más fuertes desde pequeñitos, y que tengan una mirada de capacidad», no de todo lo contrario.

También disponen de sesiones de yoga infantil para enseñarles a respirar: «Aprenden a gestionar temas anímicos», señala. Si un niño tiene una crisis de ansiedad, dice Carmen, «debe controlar su respiración». La materia es pura relajación: «Al igual que los adultos nos vamos a tomar una cerveza, ellos practican yoga». Otros seres vivos también tienen un hueco en este espacio: «Cuando un niño con TEA acaricia una gallina, libera serotonina por el contacto con las plumas del ave. Esto ayuda a que se regula».

De igual forma, la magia tiene su momento: «Beneficia a su imaginación», señala la presidenta. Por ello, defiende, «con responsabilidad y los profesionales adecuados, no hace falta que haya niños de primera y niños de segunda».

Duelo de las familias

Carmen considera que algunas barreras de los niños con diversidad funcional vienen impuestas por los padres: «Es el duelo», dice Carmen, «hay madres que todavía están procesando que su hijo de 20 años tiene esta condición. Ella esperaba que fuese diferente a lo que es». Así que, en ocasiones «por miedo o por desconocimiento», las familias hacen que surjan los obstáculos: «Me dicen que su hijo no sabe comer, no sabe ir al baño o que tiene reacciones muy fuertes. Y yo le digo que nosotros le vamos a enseñar a comer, a limpiarse en el retrete o a gestionar sus emociones». Se trata de que sean lo más «autosuficientes e independientes», señala Blanch.

Por ello, no solo habla de educación infantil, sino también paternal: «Les damos las herramientas necesarias para que ellos sepan cómo lidiar con su niño, y para que ellos también les enseñen». Eso sí, reconoce que la diversidad es «dura»: «Ninguna madre está preparada para saber que su hijo se quedará solo», concluía, «la soledad es miserable».