El edificio Fenosa deja víctimas

Francisco Martelo PLAZA PÚBLICA

A CORUÑA

edificio fenosa
edificio fenosa ANGEL MANSO

25 feb 2019 . Actualizado a las 17:03 h.

Inesperada y felizmente el conflicto del edificio de Fernando Macías se ha resuelto en cuatro meses. Fue posible porque, apoyándose en la norma de mediación intrajudicial aprobada en el 2015, han confluido en este momento mentes lúcidas, dispuestas a coger el rábano por las hojas, como la jefa de los servicio jurídicos del Ayuntamiento y el jefe de la sala del contencioso administrativo de TSXG, con magistrados implicados, y con conciencia pública, de los que no se quedan a la espera que el Tribunal Supremo pontifique.

Con la inestimable ayuda de un mediador, jurista de la cabeza a los pies como Pascual Sala, los abogados de las partes y el asentimiento insoslayable del demandante, se ha conseguido un acuerdo homologado en un pleno de la Sala del Contencioso que evita el derribo del edificio, así como, elude la reconstrucción del antiguo edificio de la compañía eléctrica Fenosa, cuya legalidad estaría comprometida al no ajustarse al plan vigente. No han confeccionado una chapuza, sino antes al contrario, según todos los profesionales de la abogacía que he podido consultar, los juristas intervinientes han escrito una página del Derecho con mayúsculas, que será referencia en el futuro.

Cuantos años de padecimiento se hubiesen evitado negociando, porque el edificio no es un esperpento para la ciudad, solamente gusta o no gusta. Pero estamos en tiempos de Internet y los ciudadanos se manifiestan en encuestas, como la de este periódico, donde el 63 % de los lectores que participaron están en contra de la solución y de manera similar en las redes sociales, donde hacen, insistentemente, referencia a las indemnizaciones, fundamentalmente al premio otorgado al demandante. Me gustaría contestar a muchos de ellos desde aquí, diciéndoles que el señor Souto no ha elegido entre la legalidad y la riqueza, sino entre la demolición y la expropiación de su derecho al derribo, que evita la quiebra de nuestro Concello y el colapso de nuestras vidas. Gracias; aunque no puedo evitar decirles que al discurrir por mi mente los veinte años de sufrimiento, desde que tuvimos noticia del pleito hasta el inesperado final feliz, se hace visible tanto despropósito que mi felicidad no es completa. Lo que más me duele es el recuerdo de mi amigo Julio Delgado, que no superó la presión del litigio. Falleció de un infarto en el salón de su casa, cuando esperaba a los técnicos que tenían que decidir por dónde debía de actuar la piqueta, en su propiedad, para que el edificio se ajustase a la norma. Él y su familia son los principales afectados. Aquí el daño moral supera cualquier indemnización. No puedo evitar que deje de latir en mi mente la frase de Voltaire en Historia de un buen Brahman: «No quisiera ser feliz a costa de ser un imbécil».