El campamento de su vida

A CORUÑA

MARCOS MÍGUEZ

Conciliar las vacaciones escolares y el trabajo de los padres no es fácil. Y en la comarca se preparan para que los niños vivan su mejor verano, mientras los adultos hacen números y sudan la gota gorda para poder compaginar su jornada laboral con el tiempo libre de los pequeños

15 jun 2018 . Actualizado a las 10:27 h.

«Estos días es una auténtica locura. El teléfono no para de sonar». Yago Grobas, de la escuela Prado Surf, en Bastiagueiro, se prepara para recibir la avalancha de solicitudes y dudas de los padres para los campamentos de verano. Es el momento de hacer encaje de bolillos para intentar conciliar el trabajo con las vacaciones de los más pequeños. En esta escuela de surf de Oleiros (con sede también en Sabón), son conscientes de cómo el interés por el surf, y por las actividades de verano, aumentó desde la fundación de la escuela, hace 20 años: «Pasamos de tener 12 o 15 niños un 15 de julio a unos 200 ahora».

Para ellos el verano es el mejor momento del año, su pico fuerte. «Este mes es cuando atendemos a los padres, nos llaman, nos preguntan las dudas. Hay bastante trabajo, pero merece la pena». Ellos ofrecen dos tipos de campamentos: uno multiaventura de cuatro horas al día de surf y skate y otro de dos horas solo de surf. «Están dirigidos a niños a partir de los siete años, de lunes a viernes. Un poco para cubrir las necesidades de los padres, que buscan un lugar donde dejar a los niños mientras trabajan». Según explica Yago, su objetivo es que los pequeños se enganchen al surf «y aprendan valores, como a cuidar el medio ambiente o limpiar la playa». Los niños se lo pasan en grande, y los monitores también: «Les gusta mucho enseñarles desde cero. Para ellos es un reto conseguir que les guste el surf y que se enganchen». 

Una pequeña familia

En Cambre, la pequeña familia de la escuela de tenis Marineda se hace grande en verano. Miguel Ángel, Lorenzo y Juan llevan toda la vida dándole a la raqueta. «Empecé con 16 años y tengo casi 51, así que puedo decir que llevo toda la vida dedicada al tenis», cuenta Juan Hernández. En el año 2000 montaron la escuela, y desde entonces su centro se convierte en un refugio para los pequeños durante las vacaciones estivales. «Los campamentos empiezan el 25 de junio y van por semanas, aunque los niños también pueden venir días sueltos, intentamos adaptarnos a las necesidades de los padres», apunta Juan.

El año pasado pasaron por su centro 383 familias, «y este año vamos por el mismo camino», asegura. Sus principios son claros: «No queremos que nuestros campamentos se conviertan en un aparcaniños, por eso limitamos mucho el número de inscritos por monitor». «Nos tomamos muy en serio las actividades de verano y no queremos ser un lugar en el que los niños pasan el día mientras los padres trabajan. Aquí, además de tenis, les tratamos de inculcar otros valores, a convivir con otros niños, hacemos excursiones, les enseñamos a poner la meses o hacemos actividades de deporte inclusivo. Tratamos de que vean que hay otras cosas más allá de mamá y papá», explica Juan. 

Conexión con la vida rural

De las actividades que ofrece la Xunta este año para casi 10.000 niños, una de las novedades se sitúa en Vilasantar, en su Escola de Agricultura Ecolóxica. Este proyecto, que forma parte de la Asociación Raíña Paraíso, nace «dun soño, de buscar o mellor das persoas», cuenta Víctor, uno de sus padres. Con él están Ángel y Raquel. «Pero somos máis, Ricardo, Anxélica, Manolo...». Las puertas de la escuela están abiertas a todo el mundo que «queira saborear a vida da aldea e quitarlle unha marcha á vida». Y eso es lo que van a vivir los pequeños que disfruten con ellos del campamento en julio. «Queremos que os nenos tomen conciencia dun consumo responsable e da necesidade de coidar o planeta, porque, se seguimos a esta velocidade, ao planeta quédanlle dous telediarios», apuntan. Aprender de la gente mayor, relacionarse con el entorno o plantar calabacines con los que después cocinarán su propia pizza son pequeños gestos que para esta escuela tienen mucho valor. «Queremos que cambie o seu concepto de aldea e rural, que o vexan como un sitio para aprender, gozar e vivir. E, sobre todo, que se sintan coma na casa. Que deixen a súa semente». 

Llegar a fin de mes

Pero, pese a la oferta, para los padres no es siempre suficiente. Para María Diste, vecina de Bergondo y con dos niñas de 2 y 6 años, el problema de conciliación se agudiza en verano. «No tengo abuelos a los que recurrir y la oferta en el municipio es escasa». Sus opciones pasan, según cuenta, por buscar algún centro privado, que le supone un gasto mínimo por cada una de ellas de 190 euros al mes. En una situación parecida está Ángeles Taibo. «Durante todo el año tengo que buscarme la vida para cuidar de mi hijo de 6 años, ya que el horario de la guardería no se corresponde con el de la vida laboral», sostiene. Con ellas está Dina, madre de otro pequeño de 6 años, que pasa por llevar a su hijo a las actividades que ofrecen al lado de su trabajo en Oleiros: «Es la única solución, llevármelo conmigo».