El sector mantiene su lucha contracorriente para seguir a flote

X. Ramón Alvite MAZARICOS/LA VOZ.

BARBANZA

30 dic 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

Afirmar que el sector lácteo está en crisis no deja de ser una conclusión excesivamente simplista en un contexto económico como el actual, donde quien más y quien menos lo está pasando mal. La palabra crisis ya se queda pequeña para definir la situación por la que atraviesan medio millar de productores lácteos de la comarca y otros doce mil y pico repartidos por más de doscientos municipios gallegos. Los de aquí perdieron más de 5 millones este año que termina, y el resto probablemente más de 75. Cuando en cualquier actividad, el productor recibe por su materia lo mismo que percibía hace una década, es que las cosas le van mal. Máxime teniendo en cuenta que los gastos a los que tiene que hacer frente para poder colocar su producto en el mercado han aumentado un 40%. No hace falta ser un gurú de la economía para pronosticar, sin miedo a equivocarse, que este modelo de negocio resulta insostenible en el tiempo. Si lo ha sido hasta el momento ha sido gracias a las subvenciones, a las pensiones que entran en muchos hogares o, simplemente, a privarse de un sueldo fijo y de unos ahorros. Y, claro está, si el sector ha aguantado estos años ha sido también porque los profesionales han apostado por su continuidad endeudándose hasta donde han querido los bancos. Parece evidente que un litro de leche no puede valer lo mismo que una lata de refresco o que una botella de agua. Como resulta innegable que el papel de la agricultura y la ganadería en Galicia, y en Barbanza, va mucho más allá del simple negocio económico y está íntimamente ligado a la pervivencia del entorno rural. La década empezaba, en lo lácteo, con una multa de 12.000 millones de pesetas (más de 72 millones de euros) a los ganaderos gallegos por exceso de producción. Paradojas del destino, diez años después, las cuotas, en las que los ganaderos se gastaron muchos miles de euros, ya no valen nada y precisamente su supresión en el 2015 resulta una amenaza. En el 2000 la industria láctea culpaba a la distribución de los bajos precios y la interprofesional pedía la mediación de unas Administraciones a las que se acusaba de tener abandonados a los productores. Situación calcada a la actual. Esta década comenzaba con las vacas locas y la venta de Celta -la que se suponía iba capitanear el grupo lácteo gallego- a los americanos. Va a resultar cierto el dicho ese que asegura que lo que mal empieza, mal acaba.