Sandra, Alba y María Elena: las tres mujeres asesinadas en Valga estaban «llenas de vida y de proyectos»
VALGA
La tragedia golpea a una familia que había superado un cáncer, criaba a sus dos niños y vivía en la solidaridad
17 sep 2019 . Actualizado a las 19:30 h.A Fernando, el padre de Sandra, no le caía demasiado bien su yerno. Alguna vez se había quejado de que, desde su entrada en la familia, pasaba largas temporadas sin ver a su hija mayor. Ayer, aquellas quejas del padre cobraron una siniestra relevancia. A primera hora de la mañana, mientras Fernando realizaba trabajos de mantenimiento en el colegio de Valga, le llegó la noticia que iba a desmontar su vida: poco antes, José Luis Abet, su ya exyerno, había empuñado un arma para dispararla. Abrió fuego para segar tres vidas. Al saber que había perdido a su mujer, Elena, y a sus dos hijas, Sandra y Alba, Fernando se derrumbó.
Los nombres de estas tres mujeres se susurraban ayer en Valga con voces preñadas de luto y de dolor. Un dolor que los vecinos de este municipio arousano conocen muy bien: en marzo, otra de sus vecinas, María José Aboy, era asesinada con una escopeta de caza por su marido.
Sandra, Alba y Elena eran tres mujeres normales, «personas amables». Cada una empeñada en vivir su vida de la mejor manera posible. Sandra, la exmujer del asesino, tenía 39 años. Hacía muchos que trabajaba en una empresa de suministros para firmas del metal afincada en Padrón, muy cerca de su casa. Ayer, las instalaciones de STAC estaban vacías. En el contestador automático de la firma, los compañeros de trabajo de Sandra se reconocían conmocionados y devastados por la muerte de quien había compartido tanto con ellos, «víctima de un atentado de violencia de género». Fuera del trabajo, Sandra vivía para sus hijos, dos menores de corta edad cuyo sufrimiento arrancaba ayer lágrimas a sus vecinos. Con ellos participaba en actividades y eventos organizados en la localidad, y siempre que podía los acompañaba a informática o a la piscina.
Regresó de Suiza
Cuando ella no podía, era Elena la que tomaba las riendas. La abuela era una mujer serena, acostumbrada a pelear con la vida. «Pasou trinta anos en Suíza. Deixou aquí as nenas, cos pais», recordaban ayer sus familiares. Luego, ya de vuelta a casa, se enfrentó a un cáncer de pecho que logró superar, y se volcó en el cuidado de su familia. A Elena la recuerdan asistiendo a las reuniones de la asociación de padres del colegio de Baño llevándolos a clase todas las mañanas. No lo hará más. Ayer, Elena se cruzó con un asesino y no pudo ni salvarse ella ni salvar a sus dos hijas. Porque también Alba, la pequeña, encontró la muerte. Esta, de 27 años, era una persona especial, repleta de empatía y desbordante de amor. Lo demostraba cada día en su trabajo con Amencer-Aspace, dedicada al cuidado de las personas con parálisis cerebral. Es esta una segunda familia rota por la pérdida. «Del shock he pasado al cabreo, a la indignación y a una pena enorme. No soy capaz de articular palabra sin llorar», confiesa Mónica Touriño, gerente de la asociación. Alba era logopeda. Tenía consulta en Pontecesures y solía trabajar con estudiantes del IES de Valga, el centro en el que se había formado y que hoy rendirá homenaje a las tres víctimas de la violencia machista.
Sandra Boquete Jamardo, 39 años
Las naves de la empresa STAC, en Padrón, permanecen hoy quietas. En silencio. En las oficinas, con cada llamada, salta el contestador automático. «Esta empresa permanecerá hoy cerrada por la trágica pérdida de nuestra compañera Sandra Boquete, víctima de un atentado de violencia de género. Rogamos entiendan la situación», dice una voz de hombre, crispada por el dolor y la angustia. Sandra, nacida el 30 de junio de 1980, era desde hace unos diez años técnica administrativa en esta firma, vinculada al sector del aluminio. El trabajo y la familia eran los pilares de una vida tranquila y discreta, sacudida hace más de un año por la ruptura de su relación de pareja. Su exmarido ha acabado asesinándola. A ella, a su hermana y a su madre. «Cando era máis nova, tanto ela como a irmá participaban nos concursos de beléns e noutras actividades do Concello, pero ao medrar a súa vida foi cambiando», recuerdan algunos de sus vecinos.
Sandra tenía dos hijos, de 4 y 7 años de edad, con su expareja, ahora detenido por el triple crimen de Valga.
Alba Boquete Jamardo, 27 años
Nació casi con el año 1992. Alba Boquete era una mujer entusiasta y enérgica, llena de ideas y de ganas de salir adelante, de construirse su vida. Así la recuerda el alcalde de Pontecesures, localidad en la que había abierto un servicio de logopedia. Su trabajo la llevaba a colaborar estrechamente con distintas asociaciones, como Amencer-Aspace. En las oficinas de esta entidad reina la desolación más absoluta. «Estamos en blanco», comentaba, con la voz rota, una de las compañeras de Alba poco después de conocer la noticia.
Elena Jamardo, de 58 años
Hace unos años, Elena Jamardo se enfrentó a un cáncer de pecho. «Foi moi duro. Pasárono moi mal tanto ela como toda a familia». Pero la mujer logró vencer a aquel fenomenal enemigo y seguir adelante, aferrada a la vida. Siempre lo había hecho así: aferrarse y luchar. Ya de joven, hizo de tripas corazón y se marchó a Suiza en busca de un futuro mejor para sus dos hijas, que quedaron a cargo de sus abuelos. Ahora, siendo ella abuela, Elena parecía dispuesta a recuperar el tiempo perdido y cada mañana empezaba la jornada dirigiéndose a casa de su hija para recoger a sus nietos y llevarlos al colegio.
El homicida confeso de Valga, un hombre con carácter brusco y dominante
«Tiña que facerse o que el dicía», aseguran los vecinos de José Luis Abet, el hombre que mató a balazos a tres mujeres
Serxio González
El hombre que esta mañana asesinó a balazos a tres mujeres en Valga se llama José Luis Abet Lafuente, se le conoce por el mote de su familia, Os Xudíos, y apenas supera los cuarenta años, pero encadena ya dos matrimonios fracasados. Tuvo que casarse por primera vez muy joven, con apenas veinte años. Pronto nació su primer hijo e inmediatamente la pareja se separó.
Dicen los habitantes de Carracido, en Valga, el lugar en el que el Abet y su segunda mujer, Sandra, levantaron su vivienda, que el hombre posee un carácter brusco y dominante, tendente a hacer cumplir siempre su voluntad. «Había que facer o que el quería», indica, gráficamente, uno de sus vecinos.
Las cosas con su primera esposa ya habían ido muy mal y hace algo más de un año se separó por segunda vez, una ruptura que se hallaba en tramitación desde el punto de vista judicial. Desde entonces se estableció con su madre, en Ames, y regentaba un pequeño negocio de revestimiento de fachadas y construcción de cubiertas, domiciliado en Caldas de Reís. De vez en cuando, no obstante, se dejaba caer por Carracido, dando nuevas muestras de su mal carácter. «Cremos que xa houbera de todo coa sua primeira muller», explica una familiar de las tres víctimas mortales.
Ni había denuncias ni tampoco órdenes de alejamiento. Pero cuando alguien empuña una pistola para disparar fríamente sobre tres personas en presencia de dos niños pequeños, está claro que algo no funciona.