«Pensé que moríamos todos»

m. alfonso / s. meijide O GROVE / LA VOZ

O GROVE

Las víctimas del naufragio relatan la angustia que vivieron y destacan la reacción de la tripulación y la ayuda de los vecinos

25 jul 2018 . Actualizado a las 09:42 h.

Si en algo coinciden los testimonios de los turistas que viajaban en el catamarán es en el gran papel desempeñado por los tripulantes de la embarcación. Actuaron rápido, con seguridad y no abandonaron el barco hasta que todos los pasajeros estaban fuera. Incluso saltaron con las personas mayores y con los niños que no sabían nadar. «Mi ángel estaba en ese barco, porque yo me iba a dejar ir. Fue un hombre de la tripulación que me dijo: ‘‘Señora, usted tiene que saltar y va a saltar conmigo’’, y así lo hice», relata María Dolores Pascual, una ourensana de 80 años. También se deshacen en palabras de agradecimiento con todo el personal que los atendió. «La gente que me sacó del agua y que me dio esta sudadera que evitó que me muriera de frío», cuenta una madre de Majadahonda que viajaba con su marido y con sus dos hijos.

A María Dolores la venían a visitar sus dos nietos, su hija y su yerno desde Tenerife. Lo que comenzó como un martes de vacaciones en familia terminó de forma aterradora: «No dejo de persignarme por lo mal que lo pasé y las gracias que doy por seguir viva para contarlo». A esta ourensana ni tiempo le dio a tomar asiento en el catamarán cuando un estruendo sacudió la embarcación. Acto seguido, una espesa columna de humo negro comenzó a brotar por la popa. «Mi yerno me dijo que había que saltar, pero yo no sé nadar. Me atemoricé tanto que les dije que yo no saltaba», dice emocionada. Su hija se tiró al mar sin dudarlo con uno de sus nietos, «¡hasta se metió por debajo del barco!», y su yerno se echó al mar con la otra pequeña. María Dolores se agarró fuerte a la virgen de Coromoto que siempre lleva colgada en su cuello, y cerró los ojos. «Me salvó la vida, me la salvó doblemente porque no morí quemada ni ahogada gracias a ella», relata visiblemente emocionada.

«Acabábamos de salir de puerto y nos estaban dando una explicación sobre qué son las bateas. Sonó como un disparo y empezó a salir fuego, pero pensamos que era uno pequeño, de los que se pueden apagar», explica la vecina de Majadahonda. Inmediatamente, el patrón tomó el mando y dirigió a la gente hacia la parte delantera. «El fuego y el humo salían por todos lados, había llamas muy grandes y mucho humo, no se podía respirar. Hubo un momento en el que pensé que moríamos todos», relata. Ella tenía claro «que no quería morir quemada», así que se deslizó por la visera del barco hasta el agua. Se quemó una mano en el trayecto. Desde el agua veía que sus hijos y su marido seguían a bordo: «Y yo solo pedía a los de las barcas que vinieron a rescatarnos que le dijeran a mi familia que se tirara. Hemos vuelto a nacer hoy», explica.

Su relato lo completa su hijo mayor. «Yo iba medio dormido y cuando escuché el ruido pensé que habíamos chocado o que se había caído una botella», cuenta. Entonces vio el fuego y siguió las indicaciones de la tripulación. Fue de los últimos en saltar. «Hasta que no vi a toda mi familia en el agua no salté», explica. «Yo iba siguiendo a mi padre», cuenta el pequeño de la familia. «Me dijo salta, y salté», asegura. La familia al completo se reencontró a bordo de una de las embarcaciones de rescate. La mujer no quiere olvidarse en su relato de dar las gracias. «A los pescadores que nos sacaron del agua, a la gente de los hoteles que bajaron sábanas y mantas, a los psicólogos que atendieron a los niños. La gente de Galicia es maravillosa y se ha volcado con nosotros». Está convencida de que este desgraciado accidente no les impedirá continuar su viaje por las Rías Baixas. Esta era su primera visita a la zona «y habíamos pasado un día muy bonito visitando la ermita de A Lanzada. Y el viaje prometía», sostiene. Serán unas vacaciones difíciles de olvidar.

«Señora, usted va a saltar conmigo», le dijo un tripulante a una mujer aterrada que no sabía nadar