Lo cierto es que los talleres funcionaban a todo tren, pero la crisis los atropelló. Y en el feliz 92 acabaron descarrilando. El 30 de junio de aquel año fue el último día de trabajo. Fue un cierre de aquella manera. Unos meses antes, a los trabajadores les dijeron que aquello llegaba a su final, pero desde abril, cuando los representantes de la empresa se desplazaron desde Madrid para informar a los trabajadores de sus planes, no habían vuelto a tener más noticias al respecto. El día de la fecha oficial del cierre el taller funcionó con total normalidad y un portavoz de Renfe en A Coruña apuntaba a La Voz que desconocía el futuro de las instalaciones. La situación no se producía únicamente en Vilagarcía. El del taller de Águilas, en Murcia, también estaba previsto para aquel día, pero allí sí que los trabajadores conocían su futuro. En las tierras arousanas, no. Y eso provocaba notables nervios, según contaban los afectados a La Voz, porque estaba pendiente tanto la vivienda como las matrículas de los niños.
Los primeros rumores
Una incertidumbre que había comenzando en diciembre de 1991, con la llegada de los primeros rumores. Fue entonces cuando comenzaron las manifestaciones, los paros y también el compromiso de la corporación vilagarciana de apoyar a los trabajadores.