Reportaje | Un mundo abandonado El envejecimiento de la población y la migración de los jóvenes a las ciudades acaban con la vida rural. Sólo en Ourol, existen 42 núcleos despoblados
27 sep 2003 . Actualizado a las 07:00 h.Por toda Galicia existen cada vez más aldeas fantasma, en las que sólo quedan en pie solitarios esqueletos de piedra y maleza, que en tiempos fueron casas habitadas. Una vida basada en el duro trabajo agrícola, que a cambio del sudor de sol a sol, apenas producía lo necesario para subsistir obligó o animó a muchos a hacer las maletas, echar el candado a la casa del pueblo y buscar el sustento en otros lares. Esa situación crea una realidad a medio camino entre dos mundos, que parece condenada a la extinción. Aldeas donde cada vez hay menos habitantes y de mayor edad. En esa dinámica, A Mariña no es una excepción. Como prueba Ourol. Un municipio rural, donde el 45% de la población tiene más de 65 años, según el último padron municipal del INE. Datos recabados por el consistorio ourolense indican que en 2002 ya existían en el ayuntamiento 42 lugares despoblados y las expectativas no tienen visos de cambiar. A pocos kilómetros de Ourol capital, en la parroquia de Miñotos vive el matrimonio formado por José Antonio Cabezas y Edelmira Chao. Ya octogenarios, son los últimos habitantes del lugar de Vilabuín, en el que otrora residieron 6 familias. Eucaliptales por labradíos «Os demáis marcharon buscando diversión», cuenta José Antonio, mientras muestra orgulloso las preciosas maquetas de carros do país que elabora con «buxo, castiñeiro e freixo», ahora que está jubilado. Una madera que muchas veces le traen de fuera, porque en Ourol, las plantaciones de eucaliptos, cercanas a las casas, han sustituido lo que en el pasado fueron terrenos de labranza y pastizales. Al contrario de lo que algunos pudieran creer, José Antonio y Edelmira se sienten muy acompañados. «Veñen irmaus e sobriños, a neta os domingos e estamos surtidos porque chega o panadeiro, o dos congelados, o do peixe e o do supermercado. Temos compaña aínda que ás veces estariamos mellor se houbese algún veciño», confiesa Edelmira. «Tamén nos veñen ver os xabalís e os corzos», apostilla sonriendo José Antonio. La búsqueda de comodidades es otra de las causas de la escapada del rural. Pocos jóvenes regresan para vivir en la aldea tras haber estado fuera y disfrutado de unos servicios que en ella quedan lejos. Pero frente a cines y teatros, pierden el modo de vida del campo, sin ruido ni contaminación, y lo más importante, con valores positivos y de respeto por la naturaleza.