Dos goles de Sergio y un excelente Valerón dejaron sin argumentos a un Atlético repleto de suplentes.
20 ago 2008 . Actualizado a las 10:00 h.El fútbol fluido del Deportivo se impuso en la final del Teresa Herrera a un Atlético de Madrid racanete y dadivoso, que se sumó a la fiesta coruñesa con generosos regalos defensivos. Una fiesta que se vivió en el terreno de juego de la mano de Valerón y Sergio, pero que se echó en falta un año más en la grada, donde ya no existe aquel maravilloso ambiente de camaradería y empanada que era una de las señas de identidad de Riazor.
El Teresa Herrera se multiplica por cero en cada nueva edición desde que el Deportivo se hizo con las riendas desorganizativas. Apenas ocho mil espectadores en las gradas anoche.
La primera sonrisa del partido fue blanquiazul. El rojiblanco Pablo empezó dormido. Valerón, muy avispado, como siempre, y tardó un suspiro en robarle el balón, sacarle los colores y forzar un penalti bastante claro. La paradinha de Sergio, infalible, completó la jugada desde los once metros.
Con el asunto encarrilado, el Deportivo del 4-2-3-1 dejó sensaciones contrapuestas. Las mejores, en el plano ofensivo, porque el de anoche fue seguramente el primer partido de la pretemporada en el que se observó profundidad en el juego coruñés. El primero y el único. Las peores sensaciones, sin duda atrás.
Es obvio que con Valerón en el campo todo es más fácil, porque todo es más sencillo desde el orden que proporciona y va sembrando el juego del canario allá por donde se desplaza. Cuando él mueve el balón, todo parece encajar como en un puzle, con sencillez. Al Flaco le basta caminar para poner patas arriba cualquier sistema defensivo.
Pero no es la única clave que explica la fluidez del equipo ante el Atlético. En esa línea de orden y piezas bien colocadas, el Deportivo agradeció la presencia en la banda de un futbolista tan específico como Pablo Álvarez. Puede que esté desanimado por tanto ostracismo, pero la verdad es que el equipo agradece su presencia en el extremo porque desahoga muchísimo el fútbol cuando la jugada parece asfixiarse en la banda.
Pablo propone, desafía al defensa, intenta el recorte, busca el centro y hace todo aquello de cuanto adolece el juego exterior del Deportivo desde hace años.
El resto es sencillo. Con Sergio metido en el partido y Mista dispuesto a abrir espacios arriba, el fútbol emana del talento y brota solo, aunque el ex del Valencia siga por ahora con la pólvora mojada. Incluso desde el punto de penalti.
El partido volvió a sonreír en blanquiazul en otro momento estratégico, con el primer tiempo casi vencido, cuando un disparo desde fuera del área de Sergio golpeó en el central Abreu y se alojó en la red de Leo Franco. Era el colofón al juego vistoso y alegre de los coruñeses.
Pero no todo fueron parabienes al fútbol del Deportivo. El Atlético de Madrid, atiborrado de suplentes, tuvo fases de notable superioridad durante el partido (especialmente en el primer tiempo), en las que llevó el balón hasta el área de Aranzubía con facilidad, dando la sensación de que el centro del campo blanquiazul, endeble, apenas oponía resistencia a los avances colchoneros . Un problema que se corrigió en la segunda parte, pero que dejó cierta preocupación en el aficionado, que comprobó cómo el guardameta blanquiazul se tuvo que emplear a fondo para resolver, por ejemplo, un mano a mano con Sinama.
Tampoco dio buenas vibraciones el gol del Atlético, obra de Abreu. Una falta que se traga la zaga coruñesa, pero también el portero, y un error de concentración serio un minuto antes del descanso. El adversario, repleto de suplentes, perdió fuelle en el segundo tiempo, y más desde la expulsión de Diego Costa, momento en que el Atlético decidió que era mucho más interesante para su seguridad convertir el partido en un ring y empezar a golpes con los rivales, una forma bastante patética de terminar.
También se fue del campo el Deportivo, que se fue perdiendo en esos olés estériles que inevitablemente acaban en las botas del rival.