«El mío era un verano de aldea, de ir a guardar las vacas»

Bea Abelairas
Bea Abelairas REDACCIÓN/LA VOZ.

AGRICULTURA

El periodista lucense Fernando Ónega recuerda largas tardes de soledad enfrascado en la lectura mientras pastoreaba el ganado

01 ago 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

«Escribir de Zapatero es fácil, pero hacer una crónica diaria de un lugar como Mosteiro, que no superaba los cien habitantes, eso sí que era un reto», cuenta el periodista Fernando Ónega de su trabajo estival favorito a los 15 años. A esa edad colgó los hábitos y dejó claro que el seminario solo le iba a servir para hacerse con el bachillerato. Como consecuencia, ese mismo verano se estrenó en las verbenas, vetadas hasta entonces por su supuesta vocación religiosa.

«Bailábamos pasodobles ante la atenta mirada de los padres de las chicas, ni se nos pasaba por la cabeza algo como un biquiño...», recuerda con media sonrisa. Sin embargo, para Ónega ni las verbenas ni las pandillas eran el verdadero símbolo de las vacaciones. «Yo identifico el verano con un árbol que teníamos en el huerto, era un lilo muy grande que en mayo comenzaba a poblarse de un aroma exquisito y de un color... Era el triunfo de la primavera».

Con la llegada del buen tiempo cambiaba las tareas del colegio por las agrícolas para ayudar a sus padres. «El mío era un verano de aldea, de ir a guardar las vacas, que era lo que mandaban a los niños; había que apacentarlas en unos cuadrados y preservar aquellos en los que estaba naciendo hierba nueva».

Y jura que no era un mal plan: «Pasé larguísimas horas de soledad en las que me hice amigo de las vacas, hablaba con ellas». En ocasiones improvisaba experimentos, como un horno con guijarros en los que el fuego aguantaba tardes enteras, aunque el gran descubrimiento de las tardes como pastor fueron los libros de aventuras que devoraba en los campos.

«Descubrí la pasión de lecturas en soledad, encontré por casa fascículos de las aventuras de Dick Turpin y ya no paré hasta devorarlos todos, ni siquiera los compraba, rebuscaba por el desván hasta dar con un nuevo número», confiesa. Nació entonces un fan tan acérrimo de este personaje que hace meses Ónega descubrió que podía comprar la colección entera de las andanzas del bandolero inglés a través de Internet y no duda en asegurar que ha sido «el hallazgo» de su vida y lectura de lujo para las vacaciones que acaba de comenzar.

Los veranos de aldea han marcado su hoja de ruta vital: además de lector empedernido, a los 13 comenzó a escribir crónicas de la vida en su pueblo para periódicos locales y la próxima primavera celebrará el aniversario del medio siglo en la profesión. «A veces no sé cómo lo conseguía. Con 14 o 15 años me presenté ante Antonio Machín para hacerle una entrevista; me hizo caso y se publicó».