Valeria Castro: «Ser valiente es asumir que tus miedos siempre van a estar ahí»

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Lo de esta cantautora palmera roza lo sobrenatural. Atesora una sensibilidad extrema, una voz de un dulzura excelsa y una inaudita capacidad de magnetismo. El domingo actúa en A Coruña

18 may 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Si con su primer disco, Con cariño y con cuidado, encandiló, con El cuerpo después de todo ha desbordado las pasiones. Las propias y las ajenas. Valeria Castro (La Palma, 1999) es un atípico objeto de deseo en la industria musical española. Canta desde lo más íntimo, con una dulzura que atempera cualquier dolor, y lo envuelve todo en un celofán musical de belleza y elegancia incomparable. Este domingo actúa en el Palacio de la Ópera de A Coruña.

 —Hace un año me dijiste que tenías una «naturaleza chiquita». Ahora, después de todo lo que te está pasando y de esta gira tremenda que va a acabar en el Movistar Arena, ¿sigues manteniendo ese sentimiento o ya te vas engrandeciendo poco a poco?

—Pues fíjate, yo creo que esa naturaleza chiquita es con la que he escrito este disco. La gente ve desde fuera cómo van creciendo las cosas que deberían tener a Valeria hipercontenta y con delirios de grandeza, incluso. Sin embargo, lo que cuento en este disco son mis vivencias personales y como transitan las emociones a través de este cuerpo, que también tiene que somatizarlas y descargarlas para que no se le queden ahí, bien apretadas en el pecho. Es precisamente esa mentalidad chiquita la que me lleva a pensar que todo lo grande que hay a mi alrededor es maravilloso pero que lo importante son otras cosas como estar fuerte mentalmente o que los míos sigan estando bien. 

—Exponer públicamente tus debilidades, ¿te hace más fuerte?

—Espero que sí... No sé si es fuerte la palabra, pero me siento menos sola. Y a mí la colectividad me hace sentirme con más capacidad para abordar las situaciones que me afectan. Que quizás es un sinónimo de más fuerte.

—¿Es «El cuerpo después de todo» un disco triste?

—Yo creo que no. O quiero pensar que no. ¿Que contiene tristeza? Pues claro. En muchos casos para tratar de sobrellevarla y de buscarle una solución. El cuerpo después de todo es una radiografía de mi vida en los últimos años. Y no puedo decir que mi vida haya sido triste.

—¿Es un disco de desamor?

—Siempre he tenido pánico a escribir de amor o desamor porque digo «madre mía, si todo el mundo escribe de esto, ¿qué voy a decir yo?». Desde luego, hay algunas canciones que están habitadas por el desamor, pero desde el enfoque de la dignidad del sentimiento propio, de cómo se siente una después de esas situaciones, no cuando está pasando por ellas.

—¿Y es un disco feminista?

—Yo soy una persona feminista, así que las letras que me salen van a venir determinadas por esa circunstancia.

—Hay en ti un enorme contraste entre esa dulzura que transmites y esas cargas de profundidad que cuelas en tus canciones. En este disco hay una frase demoledora, que es cuando dices: «No puede ser el cuerpo tan cruel al verse». ¿Cómo nace en ti esa frase?

—Nace de la sensación con la que yo he vivido toda mi vida, y que también veo que vive mucha gente a mi alrededor, que es la de una enemistad frente al espejo. En mi caso, mi mayor enemiga soy yo misma y mi propio cuerpo ha sido objeto de autocrítica, que después se ha demostrado sin ningún tipo de sentido. Esa frase era mi forma de intentar empezar a subsanar esta herida femenina genérica, que es la de enemistarte con un cuerpo cuya importancia reside en que te soporta y no en el físico, a pesar de todo con lo que nos bombardean. 

—Parafraseando a tus amigos Sexy Zebras, ¿es más difícil quererse que odiarse?

—Por supuesto. Es que odiarse es muy fácil. Ya lo vemos en la sociedad actual, el odio es lo que más moviliza.

—¿Puede que un error de base sea que nos estemos preocupando más de la vida de los demás que de la nuestra propia?

—Supongo que la mirada a lo ajeno acentúa el shock de cuando te das cuenta que también hay que mirar para para dentro. A veces, mirar hacia fuera supone una distracción de las propias circunstancias personales. Pero si nos olvidamos de gestionar lo nuestro, el monstruo de la habitación se hace cada vez más grande.

—No todo es penar en el disco. También hay momentos en los que dices: «Tiene que haber bien cerca una salida». ¿Has dado con ella?

—Estoy en el camino. Si hubiera dado con ella me sentiría ya como una persona que ha llegado al culmen de su vida. Pero no, esto es un largo camino en el que puede haber bajadas y subidas, pero tengo la convicción de que no debe ser eterno estar en esta deriva.

—También es bonito cuando dices eso de «bendita la hora que aprendí que hay quien sí me valora».

—La verdad que sí, que es bonito reconocer también que el amor puede estar en otros lugares. Que no siempre tenemos que caer en el discurso romántico, sino que habrá otra gente a tu alrededor que también te pone en valor.

—El texto de presentación que hay en tu web dice que eres una mujer que se enfrenta a sus miedos con valentía. ¿Qué miedos son esos?

—El miedo al qué pasará, al qué ocurre... Y, el mayor de todos, el miedo a que le pase algo a los tuyos. A mí me recorre el miedo siempre. Pero es algo con lo que aprendí a convivir hace tiempo. Y creo que la valentía está precisamente en asumir que siempre van a estar ahí. El disco va también un poco de eso, de asumir cosas y aprender a convivir con ellas y no a querer borrarlas del mapa.

—En el disco hay canciones desgarradoras pero, además de con la dulzura de tu voz, tú las acompañas de unos arreglos musicales aterciopelados y ya parece que hacen menos daño.

—Claro, pero es que al final ese es el propósito de la música, hablar de cosas pero sin que nos hagan daño. A veces el lenguaje, sin esta arma tan bonita que es la música, puede sonar crudo y duro, pero la música tiene esa capacidad de endulzar o contextualizar de otra manera esas dolorosas temáticas. Y sí, hemos jugado mucho en este disco a ponerle valor a eso.