La trágica historia real que inspiró «Antes del amanecer»: una carta de amor que nunca llegó a su destino

Paulino Vilasoa Boo
P. VILASOA REDACCIÓN

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Julie Delpy y Ethan Hawke, en «Antes del amanecer»
Julie Delpy y Ethan Hawke, en «Antes del amanecer»

Hay potenciales historias de amor que quedan reducidas a momentos fugaces. La de Richard Linklater con Amy Lehrhaupt fue solo una noche mágica, que el director inmortalizó en su filme. Pero buscaba algo más: volver a conectar con ese amor efímero. Nunca lo consiguió, por un giro de guion que descubrió mucho después

27 abr 2025 . Actualizado a las 13:30 h.

Mientras surcan el Sena en Antes del atardecer (2004), Jesse (Ethan Hawke) le hace a Céline (Julie Delpy) una confesión que lo cambia todo: «¿Sabes por qué escribí este estúpido libro? Para que pudieras venir a una firma en París, y así poder acercarme y decirte: “¿dónde demonios has estado?”».

Es el propio director, Richard Linklater, el que habla por boca de Jesse. Porque esa era una de sus grandes intenciones al hacer la primera —y nada estúpida— película de su célebre tríptico. Aunque, a diferencia de la obra de ficción, su historia de amor real no tuvo secuela, ni mucho menos una tercera parte.

La revelación de la persona real que le llevó a plasmar en una trilogía el efecto del paso del tiempo en la relación de dos personas que se conocen de forma fugaz llegó mucho tiempo después. Fue el filme que cierra la trilogía, Antes del anochecer (2013) el que lo delató. «Dedicada a Amy Lehrhaupt», decía el sucinto texto en los títulos de crédito. El realizador se había resistido durante tiempo a contar que esa tal Amy había sido la protagonista real de una experiencia del propio Linklater muy parecida a la del primer filme. Tenía razones —respetuosas y dolorosas— para no hacerlo.

La auténtica historia entre Richard y Amy sucedió en 1989. El director tenía 29 años, acababa de terminar el rodaje de Slacker (1990) y se había quedado errando sin plan, no en Viena, sino en Filadelfia. En una tienda de juguetes conoció a Amy, coquetearon y la invitó a pasar con él el resto de la noche. Como en la historia de Jesse y Céline al bajarse del Eurotren a la altura de la capital austríaca, fue también algo mágico. De medianoche a las seis de la mañana no se separaron, caminando por la ciudad sin rumbo, flirteando, hablando sobre arte, ciencia o cine. Un poco como los personajes de la película.

«Si pudiera capturar este sentimiento que tengo ahora», pensó, y le planteó a ella la posibilidad de convertir su breve encuentro en una obra cinematográfica, según confesó él en un pódcast, donde se explayó sobre ese fugaz romance. «Voy a hacer una película con esto», le dijo. Y ella, curiosa, inquirió: «¿Qué es "esto'? ¿de qué hablas?». El ilusionado Linklater, con ojos seguramente vidriosos, contestó: «Esto. Este sentimiento. Esta cosa que está pasando entre nosotros».

Con el nuevo amanecer, sus caminos se separaron. A diferencia de Jesse y Céline, no acordaron verse seis meses después en el mismo lugar para reconvertir en causal lo que había sido casual. Lo suyo fue más mundano. Se dieron los teléfonos y lograron, durante un tiempo, mantener el contacto durante un tiempo. La relación, desgraciadamente, se fue desvaneciendo con la distancia. Tiempo después, Linklater comenzó a verse con otra mujer, en una relación que duró «un año o así», y el contacto con Amy se perdió para siempre. No volvió a haber comunicación. «En cierta forma, fue un fiasco», valora Linklater ahora, con la perspectiva que le da el paso del tiempo.

Lo que no fue un fiasco fue su otro resultado. Porque esa «cosa» de la que hablaba Linklater, ese sentimiento único de una noche inesperada y diferente a cualquier otra, se inmortalizó en Antes del amanecer (1995), donde logró encapsular la esencia de esa experiencia. Esa pulsión interna de dos amantes que saben que, posiblemente, no se vuelvan a ver y que, por ello, deciden rendirse el uno al otro, intelectual y sexualmente, durante una noche.

Pero con la película tenía, además, otro objetivo en mente: «Quizás [Amy] llegue a aparecer en una presentación de la película o algo», pensó Linklater, que veía su filme como una carta de amor, como una nueva llamada esperando respuesta para volver a poner en marcha lo que había sido una anécdota.

La reconexión pretendida por Linklater no sucedió. Pero sus fabulaciones sobre una continuación alternativa, ese reencuentro con el que había soñado, le llevó a crear una mucho más madura secuela en la que Jesse y Céline, cargados con las mochilas del paso de los años y el desgaste de experiencias vitales agotadoras, se paseaban entre disertaciones por las calles de París. 

Ellos, a diferencia de Richard y Amy, sí se reencontraban. El ardid del protagonista masculino había surtido efecto. Pero contrariamente a Céline, que sí acudía a la presentación del «estúpido» libro de Jesse basado en su noche juntos, Amy Lehrhaupt tampoco se presentó al estreno de este segundo intento de Linklater, Antes del atardecer (2004).

La historia de los protagonistas en la ficción siguió con otro filme más, que se empezaría a preparar en el 2011 y se estrenaría en el 2013, Antes del anochecer. Pero en esta ocasión, en este tercero intento, Linklater ya sabía que Amy tampoco acudiría a la presentación.

Como en La La Land, hay un giro trágico que hizo caer ese telón que despliega la magia del cine. Alrededor del 2010, un amigo de la chica a la que Linklater había conocido en Filadelfia y a la que le había dedicado dos de sus mejores películas le escribió una carta que le hacía abandonar para siempre toda esperanza. «Fue muy triste», recuerda Linklater.

Amy Lehrhaupt había fallecido en un accidente de moto el 9 de mayo de 1994, apenas unos meses antes del estreno de la primera película de la trilogía. La joven nunca llegó a saber que ese chaval idealista y espontáneo con el que pasó una noche especial había conseguido inmortalizar su breve encuentro por las calles de Filadelfia en el celuloide. Y nunca llegó a descubrir qué era ese «esto», esa «cosa», de la que él le hablaba. Linklater la convirtió en cine.