Ray-Ban Wayfarer, las gafas que unen a Kate Middleton e Irene Montero

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Con más de setenta años a sus espaldas a punto estuvieron de desaparecer del mercado. En la actualidad es de los pocos accesorios que está desprovisto de connotaciones por su carácter «clásico pero popular»

19 may 2023 . Actualizado a las 12:05 h.

Da igual que Irene Montero saque pecho como republicana o mantenga a raya la conciencia de clase. En tiempos de globalización uno puede cruzarse con la ministra de Igualdad, Kate Middleton o Tamara Falcó y encontrárselas igual vestidas. Hay tres prendas que están presentes en casi cualquier armario femenino —o del género que se quiera—: unos vaqueros, una camiseta marinera y unas Ray-Ban Wayfarer. Estas gafas de sol han conseguido superar el paso del tiempo sin encariñarse de un grupo social o tribu urbana, lo que les ha servido para alzarse como uno de los accesorios más icónicos de la historia y que, 71 años después de su nacimiento, aún vemos machaconamente por las calles. ¿Cómo ha conseguido conquistar a princesas y plebeyas, o hacerle el apaño a Jud Law para esconder una resaca en una alfombra roja y a Isabel Pantoja para poner «dientes, dientes» en un aeropuerto?

 Para ser justos, antes de entrar en el plano estético es importante señalar la funcionalidad de este complemento. No en vano nació como una mejora de las lentes que usaban los pilotos del Ejército americano. Además de proteger de la radiación solar, las Wayfarer incorporaban —y aún es una de sus señas de identidad— una inclinación de veinte grados en la zona frontal que, en los inicios, no fue del agrado de muchos.

Es más, esta pieza imprescindible del street style tardó años en asentarse en la vida de los ciudadanos, por mucho que bajasen del cielo a la tierra con superestrellas como Marilyn Monroe, Audrey Hepburn o James Dean.

el resurgir

El éxito de estas gafas fue durante décadas tan modesto que Ray-Ban estuvo a punto de tirar la toalla con el modelo. No lo hizo gracias a, prácticamente, inventar un modelo de publicidad del que ahora depende en buena medida la industria del cine y la televisión: el product placement. Ocurrió en Risky Business, una película que marcó para siempre la carrera e imagen de Tom Cruise.

Si en 1980 se vendieron 18.000 pares de Wayfarers, en 1986 la cifra superaba ya el millón y medio de gafas vendidas. Un suma y sigue que se ha mantenido prácticamente hasta la actualidad. Una proeza en tiempos de fast fashion.

Según explica la estilista de moda y personal shopper Mar Gago, que cuenta con más de 250.000 seguidores en Instagram, el diseño ha sido fundamental para aguantar el tipo. «Si te fijas, aunque parecen rectangulares, la parte superior se inclina y hace la forma de la ceja; a partir de ahí baja sin angulosidad y recoge perfectamente el puente de la nariz. La patilla también tiene forma, para que cuando gires de perfil no tape el rostro. Además, tienen esos detalles mínimos pero originales que adornan las esquinas y embellecen la gafa». Y añade la experta: «El color de las lentes es lo que realmente las diferencia de otras gafas negras, que es difícil que queden bien porque hacen el efecto de antifaz». Respecto a que atraigan a tantos perfiles, Gago opina: «Tiene sentido porque es una marca clásica, perfecta para conservadores, pero también popular y accesible, por eso llegan a todo el mundo».