El tiempo todo lo cura, pero despedirse es fundamental para que las heridas cicatricen. Y aunque no sea como estamos acostumbrados, los profesionales nos animan a buscar alternativas simbólicas
04 may 2020 . Actualizado a las 14:45 h.Quizás estemos asistiendo a las peores circunstancias para perder a un familiar: a la pérdida humana, se suma que apenas hay tiempo para las despedidas, que los entierros se han visto reducidos a tres personas, un cupo escaso a veces hasta para el círculo más cercano, que no hay abrazos que alivien el dolor y que la prohibición de reunirse echa por tierra esa red social a la que agarrarse en estos difíciles momentos. Unas condiciones que pueden provocar un duelo retardado o congelado, pero que no tienen por qué. «Muchas veces tendemos a pensar que como es de esta manera, va a pasar esto, y no, depende mucho de cómo sea cada uno, de sus experiencias anteriores, de lo que necesite y de los recursos que tenga», explica la psicóloga Alejandra Sierra. Los rituales, que siempre ayudan a tomar contacto con la realidad, a digerir el duelo, ahora mismo están alterados. «Es posible que esto se complique el duelo, pero no necesariamente. Veremos dentro de unos meses en qué medida puede haber consecuencias, es pronto para saberlo. Pero podríamos observar casos de duelos congelados o bloqueados», señala Eduardo Martínez, psicólogo clínico.
En casi todas las culturas -dice Sierra- existe una despedida, algo «fundamental en todo proceso de duelo», apunta Martínez, y que no haya una al uso o como estamos acostumbrados, no quita que no la podamos hacer simbólica. Hablar con esa persona, escribirle una carta o rememorar recuerdos son algunas de las opciones que proponen los psicólogos para cerrar ese capítulo. Una práctica habitual cuando tratan duelos bloqueados incluso en circunstancias normales. «Hay gente que no necesita ir a misa, que no necesita un entierro. Puedes escribir, usar la imaginación... Pero hay que esperar a que la persona se sienta preparada para despedirse», señala. Cuando llegue ese momento, Sierra propone el ejercicio de la silla vacía para trabajar el duelo ya que puede ayudar a aliviar el peso de las palabras pendientes. «Te pones delante de una silla vacía para tener esa conversación que no tuviste, para expresarte con libertad, para decir todo lo que no dijiste, en alto para tener la sensación de que se lo estás diciendo a esa persona», apunta.
El padre Alonso también hace hincapié en la despedida. «Es muy importante -señala-. Yo lo comparo con la muerte de un accidente de tráfico, que marcha tu hijo por la mañana y ya no vuelve, para esto nadie está preparado. El que te den la oportunidad de despedirte, aunque sea un ratito, es para el que se va y también para el que se queda un consuelo, aunque sea morir cogidos de la mano». En las últimas semanas esto ya se ha empezado a permitir en algunos hospitales, en el Chuac, por ejemplo, han habilitado unas salas para que enfermos terminales puedan estar acompañados por un familiar durante los últimos minutos. Son situaciones realmente duras, que el párroco de Liáns, que lleva casi 30 años oficiando entierros, no recuerda. «He vivido muchas muertes, muertes de niños, de jóvenes, pero el otro día había un entierro con tres personas, dos mujeres y un hombre, y verlo a él doblarse de impotencia, y pensar que nadie podía acercarse, tener que decirle ánimo de lejos, para mí fue terrible», confiesa.
El duelo consta de cinco fases: negación, negociación, enfado o ira, tristeza o aceptación. «No tenemos que vivirlas todas para concluir el proceso del duelo -dice Sierra- pero normalmente se viven, aunque no se identifiquen porque sea de una manera más leve». La psicóloga del gabinete S&P advierte que también es posible «bailar» de una etapa a otra, estar en aceptación, pero tener momentos de tristeza, o volver a la negación, «no pasa nada, hay que naturalizar cada duelo, y entender que cada persona vive esta situación de una manera particular». Martínez apunta que las fases son comunes a todas las personas y que la diferencia está en cuánto tiempo duran o cuándo se empieza.
¿ES BUENO GRABAR?
Que las despedidas estén restringidas a pocas personas o que haya familiares que no se puedan desplazar, ha llevado a coger el móvil para retransmitir o grabar esos momentos. «Lo de retransmitir no lo veo mal, es una nueva forma que tenemos ahora de poder estar presentes en situaciones que no podemos. Lo de grabar ya no veo que nos pueda aportar nada bueno», dice Alejandra. Una idea que el padre Alonso también comparte. «No vas a borrar ese vídeo, porque es el último recuerdo que tienes de tu padre, pero andar viendo el entierro constantemente no ayuda a superar el dolor», señala. Martínez dice que no hay una opción válida universal, que dependerá de lo que le aporte a cada persona.
Los profesionales insisten en que en estos momentos cualquier emoción es válida y que hay que permitirse sentir.