Lo que nunca me trajeron los Reyes

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PACO RODRÍGUEZ

Cuatro caras conocidas nos cuentan cuál es ese juguete que no les regalaron y el que les tocó en su lugar. El obispo de Ourense, Leonardo Lemos anhelaba un balandro

06 ene 2017 . Actualizado a las 11:04 h.

TEXTO: NOELIA SILVOSA

Todos hemos sentido alguna vez esa pequeña decepción al comprobar que debajo del árbol no está justamente ese juguete que tanto pedimos. Pero el berrinche de Sheyla Fariña fue de tal calibre que a los Reyes no les quedó otra opción que dejárselo al día siguiente. «Yo de pequeñita quería la muñeca Bea anda y gatea, que la anunciaban en todas partes», cuenta. Y claro, ante tanta insistencia y por si no se la traían los Reyes, se desató la búsqueda. «Mi padre viajaba por toda España por trabajo, así que empezó a buscarla por un montón de ciudades, pero nada», recuerda la actriz, que se quedó con esa espina clavada. A cambio de la muñeca que nunca le trajeron dice que le regalaron otra, «una de esas con la cabeza muy grande que vienen con maquillaje para la cara». La intención fue la mejor, pero ese año, definitivamente, los Reyes no acertaron con Sheyla: «Nunca la llegué a usar más en la vida, a mí no me gustaban mucho esas cosas», confiesa.

Dos regalos frustrados

Por si no le llegase con uno, ella tiene dos regalos frustrados. «El año anterior fue peor. Yo había pedido una pistola de juguete que no me trajeron. Cogí tal disgusto que al día siguiente me dijeron: 'Busca bien, mira detrás del árbol que igual ayer no miraste'. ¡Y allí estaba!», asegura ahora riéndose, aunque consciente de que su reacción en aquel momento les hizo sufrir a sus padres. «Es que en mi casa había mucha conciencia de que se tiene que pedir una cosa y, si no podía ser, no pasaba nada. Esa era la filosofía», señala Sheyla, que añade que «de pequeños los Reyes nos traían siempre un detalle, pero era Papá Noel el que nos traía el regalo más grande, porque así podíamos jugar todas las vacaciones».

Recién llegada de Santiago, donde reside desde hace unos meses inmersa en el rodaje de la serie Fontealba y en un proyecto portugués, la actriz posa con su superestuche de maquillaje junto a la estación de tren, muy cerca del trabajo de su madre. «Estoy de día libre y me vine a casa para visitarla», apunta. Porque con Bea anda y gatea o sin ella, Sheyla ha aprendido que, al final, lo verdaderamente importante de la Navidad es volver a casa para disfrutarla.

Santi M. Amil

«Mi ilusión era que me trajesen un balandro»

TEXTO: CÁNDIDA ANDALUZ

El obispo de Ourense, Leonardo Lemos Montanet, es un hombre de mar, aunque su destino le haya acercado a la única provincia de Galicia que no tiene costa. Pero eso se lleva en la sangre, sobre todo si uno desde niño lo tiene en su mente. Responde rápido cuando se le pregunta por ese regalo de Reyes que siempre estuvo en sus cartas y que nunca llegó: «Mi ilusión de niño era tener un balandro. Pero nunca me lo trajeron». Leonardo Lemos soñaba entonces con surcar los mares que veía desde su natal Ferrol. Y quería hacerlo a lo grande. No le servía una barca o una dorna, él quería un gran barco de vela, en el que pensaba que llegaría allí donde se lo propusiera. Y con los años se dio cuenta de que quizás sería pedir demasiado a Sus Majestades. Los camellos no soportarían tan largo viaje con una embarcación a cuestas.

Pero aunque su sueño de niño no se hizo realidad nunca, Lemos Montanet sí pudo surcar los mares junto a sus padres en una embarcación similar. No era lo mismo que tenerlo en propiedad, pero mató el gusanillo y sus padres pudieron darle parte de ese regalo. Ese deseo le ha acompañado durante toda su vida. En su propio despacho en la sede del Obispado de Ourense, dos cuadros con veleros decoran una de las esquinas de la estancia. El lugar en donde se sientan las visitas. Y, sobre la mesa, junto a unas revistas, la maqueta de una dorna (la que enseña en la imagen). Un regalo de los monjes de Oseira, a los que les llegó la afición de Montanet por las embarcaciones. «Se enteraron de mi afición por los barcos de vela. Es una dorna de Ribeira, se llama Guadalupe. No es lo mismo que un balandro, pero lo guardo con mucho cariño», afirma. Pero, de alguna manera, su padre supo redimir a los Reyes Magos. «Mi padre ya con ochenta años, de mayor, me hizo una maqueta de un balandro, que conservo en mi casa natal. Es muy especial para mí y lo guardo con mucho cariño», subraya el obispo.

PACO RODRÍGUEZ

«Yo nunca tuve una Barbie»

TEXTO: ANA ABELENDA

Creció jugando a Hundir la Flota, al Quién es Quién, al Palé, al Enredos. Disfrutando del Trivial como lo familiar que es. «Me gustaba que jugásemos todos juntos, niños y adultos», dice la productora Emma Lustres. La directora de Vaca Films, que prepara tres películas para el 2017, nos recibe en su hogar, que ha juntado a 16 personas para celebrar Nochebuena y Navidad. «Desde que me casé -comparte-, Nochebuena y Navidad lo celebramos en familia, en casa. Y el Fin de Año, con amigos». El próximo, quizá en la Isla de Pascua. Pidamos esto a los Magos. «Es un plan que tenemos para el 2017, irnos a la isla de Pascua con los niños y unos amigos a celebrar Año Nuevo, pero no sé si al final será».

La Navidad es el mejor sabor que conserva de la infancia. La prefiere a cualquier otra época del año, «incluso al verano». Y su gran recuerdo de Reyes es levantarse con su hermana «como locas para ir corriendo al salón». Los Reyes llegaban cargados a casa de sus abuelos, tenían en medio del salón un baúl enorme que el día 6 amanecía lleno. «Tooodo lleno de regalos», dice Emma. «Y venga a abrir y abrir paquetes. Recuerdo que lo importante era eso, abrir paquetes, la emoción de abrir y abrir regalos». La tejedora fue para Emma un regalo especial, y entre los muñecos, el Nenuco el rey. La reina, la Nancy. «Yo siempre fui de Nancys», cuenta quien sin Barbie se quedó.

«La Barbie llegó justo en el momento en que los padres empiezan a decirte que eres mayor para muñecas. 'Pide otra cosa, algo práctico, ya tienes muchos juguetes...'. Así que la Barbie se convirtió en la muñeca estrella cuando me hacía mayor. Pero no era tan mayor... debía de tener 9 años». Ella nunca entró en el mundo Barbie. «Pero sí me encargué de sumergir en él a mi hermana... Te digo una cosa: no había pensado en eso, pero la primera muñeca que le compré a mi hija fue una Barbie. Y curiosamente la muñeca preferida de mi hija es la Nancy».

Emma Lustres escribió hace cuatro días su carta a los Reyes. En ella pide salud, felicidad, un par de sartenes, un abrigo negro y unos zapatos de tacón. Esas y otras cosas que Sus Majestades de Oriente le traerán.

CAPOTILLO

«Crecí con los Clicks pero sin su castillo medieval»

TEXTO: ANA ABELENDA

Papá Noel y los Reyes siempre dejan algo en casa de Manel Loureiro (Pontevedra, 1975), hasta carbón. «A mí los Reyes me han dejado carbón siempre», confiesa. El niño que fue vuelve por Navidad. El niño que vivía el día 6 como «una gymcana por la busca del tesoro». ¿Dónde te dejaban los regalos?, pregunto al autor de Apocalipse Z. « Los Reyes debían de llegar a mi casa con ganas de juerga, nunca dejaban los regalos bajo el árbol, ¡los escondían por toda la casa! -recuerda-. Mi hermana y yo nos volvíamos locos todo el día para encontrarlos. Imagínate la emoción que suponía revolver la casa de arriba abajo. ¡Cada regalo era una explosión!».

El autor de Fulgor, que acaba de lanzarse en Reino Unido, creció entre Clicks de Famobil. Y conserva parte de ese gran mundo en miniatura que atesora la infancia: tuvo el barco pesquero, y el pirata, y aún guarda el fuerte de los Clicks en su caja original. También tiene la espina de «un regalo que no fue y otro que no pudo ser». Hay un matiz, considerando el poder grande, pero no infinito, de Sus Majestades. «Yo siempre quise un transbordador espacial. Con sus luces, sus ruedas... Lo había visto en un anuncio en el periódico. Pero debía de tener, imagínate en los 80, un precio disparatado. Aquello me parecía el súmmum de los juguetes. El único que podía hacerte feliz. Le rompí la cabeza a mis padres, insistí años a Papá Noel y los Reyes Magos, pero no pudo ser».

Hubo otro juguete que, pudiendo ser, no fue. A Manel los Reyes nunca le trajeron el castillo medieval de los Clicks, que han dado airosos el salto generacional entre los que fuimos niños en los 80 y nuestros niños. Lo cuenta él, que tiene dos hijos «a los que les empiezan a interesar. Cuando veo que Manel [de 5 años] se para delante de una estantería de Clicks, pienso: ¡lánzate! Es para mí una vuelta a la infancia. El viaje que muchos hacemos al ser padres». ¿Volvemos?

A casa de Manel Loureiro, que lanzará en abril nuevo libro ?«ya están vendidos los derechos para hacer una serie de televisión», adelanta?, no llegó el castillo medieval. Es la pieza de Playmobil que falta en su corazón, dice. Pero los Reyes encontraron otras cosas que regalarle. Como el Scalextric. «¡Aquello fue...! En mi despacho tengo coches de Scalextric setenteros a más no poder».

Viajando atrás, llegamos a un año en que Manel se despertó muy temprano la madrugada del 6. «Fui andando al salón, y al llegar a la puerta, que tenía vidrios esmerilados, vi que se proyectaba una sombra... [podía ser la de una planta del salón] -relata- y yo: ‘¡Los Reyes!’. Me fui a la cama corriendo porque pensé que, al detectar mi presencia, se iban a llevar los regalos. La recuerdo como una experiencia agónica, en plan: ¡’Mierda, cómo la pude haber cagado! [risas]». El alivio sucedió al susto. Porque los Magos no fallan. Escondieron, como cada año, sus regalos por tooooda la casa. Y el día de Reyes nunca se acabó.