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Carmen Gª de Burgos / Ana Abelenda / Tania Taboada / Noelia Silvosa

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MARCOS MÍGUEZ

Hay verano sin playa. ¡Y tiene mucha actividad! Nos vamos por esos clubes que nos dan la vida, solo hay que ver a sus socios. De la cancha de tenis o de pádel a la piscina, con sentada larga en la terraza

03 sep 2016 . Actualizado a las 21:34 h.

Arena, fanecas y medusas. Para muchos la playa es el premio que trae consigo el verano por haber soportado estoicamente el resto de las estaciones sin apenas quejarse, pero para otros es el infierno al que les quiere someter la sociedad para lucir más moreno y más pareo que nadie. El paseo de Silgar, el de Riazor o el de Patos son opciones válidas en los que abonarse en vacaciones, pero no las únicas. Más allá de arenales y rocas repletas de mejillones hay un mundo de jóvenes y adultos a quienes les da igual coger caracoles, hacer castilos de arena o despegar lapas bajo el sol. Los clubes deportivos han existido siempre, pero sus instalaciones son cada vez más sofisticadas y completas, hasta el punto de que en muchos de ellos se puede practicar desde el tenis hasta el golf pasando por el pádel y, por supuesto, una piscina de grandes dimensiones en la que darse un chapuzón cada vez que el calor lo exija. Lo tienen todo para que no haya necesidad ni siquiera de salir de ellos.

VIVIENDO EN EL MERCANTIL

Eso fue lo que hizo el pasado mes de julio Marta Rozados. Aunque lleva menos de un año usando las instalaciones del Casino Mercantil de Pontevedra, lo hace durante todo el año. Pero en verano vive literalmente en él. La joven viguesa y su amiga Laura se hicieron socias por el avanzado club de tenis que abandera, uno de los mejores de Galicia, en el que pasan tres horas y media cada uno de los tres días de la semana que entrenan durante el invierno. En verano son seis y todos los días de la semana. ¿Para qué moverse? Las dos jóvenes aprovecharon el albergue que tiene el club para dormir allí de lunes a viernes e ir a casa solo los fines de semana. No se aburrieron ni un día, dicen, y cuando lo hacían aprovechaban para subir a una salita que dispone de televisión y una mesa de ping pong. Además, «no me gusta la arena», reconoce.

RAMON LEIRO

En estos dos puntos -tanto en el saloncito como en la incomodidad de la playa- coincide con Hugo Míguez, un pontevedrés que, a pesar de vivir a apenas unos metros del Mercantil, solo lo frecuenta en verano. Es su forma de huir de la playa. Tiene piscina en casa y le da miedo la fauna marina, así que no le quedan muchas razones para arriesgarse. Más si se tiene en cuenta que tanto él como Marta, Kyria y Cristina han hecho una pandilla que, aunque no se ve fuera del club, sí pasa todo el verano junta. De 9 de la mañana a 11 de la noche, en el caso de Hugo, que tan pronto comienza la pretemporada futbolística abandona las instalaciones del Mercantil. Antes de que el verano llegue a despedirse el joven, que también cuenta 16 años, se coloca al frente de la portería del equipo juvenil del Pontevedra CF y se vuelca en ella.

Kyria aún tardará algo más en marchar, pero cuando lo haga se irá a Santiago a hacer Medicina; y Cristina, a la República Checa. Allí estará su universidad, y su vida, hasta enero.

  EN YATE A LAS RÍAS BAIXAS

Al sur de las Rías Baixas, en el recinto del Parador de Baiona, está el club al que Santiago Delgado, director financiero de Terras Gauda, se siente unido desde que nació. «Mi primer verano, con 6 meses, lo pasé allí», cuenta. El Monte Real Club de Yates nació en el 65 y fue en sus primeros años el «club de verano» de Santiago, que entonces vivía en Ourense y se desplazaba a Baiona con el calor. Santi (de blanco en la foto, junto a su mujer, de azul, y su hijo. «Yo soy Santi. Santiago es él, que a sus 5 años es un lobo de mar», aclara riendo) creció en el club como en casa. «Siempre hemos estado unidos, y son 50 años». Desde el 2001, este socio vive en Panxón todo el año, pero su gran salto fue comprar La Cristianita, «mi lancha, una mezcla de mi mujer, Cristina, y mi hija, Anita [risas]». Eso, dice, le dio otra perspectiva del mar. «Profesionalmente, este club es de lo mejor», asegura quien confiesa haberse visto en apuros hace apenas un mes: «Tuvieron que venir a remolcarme». Desde que llega el buen tiempo puede salir al mar hasta tres días seguidos. La Cristianita lo lleva no muy lejos, sí todo lo cerca de casa que necesita para ser feliz. A las Cíes en familia todo un domingo, el paraíso.

M.MORALEJO

Si hay alguien que puede decir que vive en el Monte Real Club de Yates es Lázaro Larzábal. Pues allí duerme, en su yate, cada noche. Fue el capitán del bacalao y «es de los socios más queridos por todos», apuntan desde la dirección del club. Para entrar en este hay que ser introducido por dos socios, pagar una entrada y 77 euros al mes de cuota familiar. No es necesario tener barco. «Se usa mucho también como lugar de reunión social. Y los fines de semana de verano suele llenarse. Es cuando hay más actividad. Desde el viernes», cuentan desde el club. A él está ligado el nombre de Joe Woodward (de camisa rosa y pantalón blanco en la foto), delegado del Monte Real para Irlanda y el Reino Unido, unido al club por una relación de años. Él y su mujer, Mary, fallecida el año pasado, recibieron un premio honorífico en los nacionales de Vela por su promoción de las Rías Baixas.

El club vive un fin de semana muy especial, con el Trofeo Príncipe de Asturias, en el que este año regateará el rey emérito, don Juan Carlos. Genoveva Pereiro, vicecomodoro del club (de rojo en la foto), lidera un equipo de chicas formadas en la escuela de vela en la competición ¡Hola! Ladies Cup, en que se miden las mejores tripulaciones femeninas. «Yo empecé en el club de pequeña -comparte con YES Genoveva-. Mi padre tenía aquí un barco de madera. Yo nací en una dorna. Y crecí en el equipo de la primera tripulación de mujeres que hizo la Vuelta a España. ¡Lo sacó Garbo!». Genoveva también se pasa «el día aquí», en su club, entrenando a chicos que empiezan muy fuerte en la escuela de vela: «Son, sobre todo, gente del pueblo. Ellos son el relevo, el futuro del club».

En pleno Camino de Santiago, a su paso por Lugo, y dentro del Parque Natural «Terras do Miño», se encuentra el Club Fluvial. El lugar está considerado un elemento clave en la vida social y deportiva lucense debido a todas las actividades que ofrece.

En las propias instalaciones se encuentran las piscinas climatizadas, la sauna, el spa, el gimnasio... pero a su alrededor se extiende un entorno natural donde las citas entre familias y amigos y practicar deporte es habitual. Prueba de ello son las cifras de asistentes. Según explica el presidente del Club, Tito Valledor, en verano, si el tiempo acompaña, se reúnen en la zona entre tres y cuatro mil personas. Durante el invierno se practica piragüismo, pero el resto de las actividades se llevan a cabo dentro de las instalaciones.

ALBERTO LÓPEZ

A las ocho de la mañana estas abren sus puertas y ofrecen a los usuarios diferentes alternativas deportivas y sociales. Sus 22 empleados directos y los 12 procedentes de empresas de servicios se ponen en marcha. Todo hasta las once de la noche, que echan la llave.

La zona cuenta con un restaurante y un merendero, dos alternativas diferentes para todos aquellos que desean comer. Y para el postre o media tarde, dispone de heladería. «Mi madre y yo venimos con frecuencia a comer al restaurante. Lo hacemos por comodidad. Así no tenemos que cocinar y andar con la comida de un lado para otro», contaba una lucense que se encontraba comiendo con su progenitora en la terraza del local. «Venimos muchos domingos de verano en familia. Traemos unos bocadillos, unas empanadas y unos refrescos y aquí pasamos el día. Los niños se divierten participando en las distintas actividades deportivas, dándose un chapuzón en el río o con juegos de mesa. Nosotros pasamos la tarde charlando y echando la partida», explicaba un miembro de una familia que se encontraba disfrutando del día en la zona del merendero. «En invierno no venimos tanto pero ahora que es verano y hace bueno aprovechamos para venir. Hacemos aquí el picnic. Nos juntamos varios amigos, comemos y pasamos la tarde», cuenta una joven lucense. «Venimos con los niños porque ellos lo pasan pipa. Están al aire libre, se comen un helado y tan contentos», relataban unos progenitores que disfrutaban con sus dos niños pequeños sentados en unas toallas.

El Club Fluvial, en su aspecto deportivo, comenzó con el piragüismo, pero la importancia de esta sociedad no fue solamente en este ámbito, sino que su influencia en la vida social de Lugo fue tal que resulta complicado encontrar a un lucense que no recuerde vivencias relacionadas con la zona. «Muchos eligen el lugar para celebrar su cumpleaños y otros para practicar actividades al aire libre. Gustos y alternativas diferentes», explica Tito Valledor, que cogió la riendas del club hace un año.

Tiro con arco, actividades en el parque acuático, voley o gimnasia son, junto a quedadas para tomar algo, comer o darse un chapuzón entre amigos, habituales en el Fluvial.

 EL CASINO ES PARA PERDERSE

En el Sporting Club Casino de A Coruña no se quedan atrás. Sus jardines son impresionantes. Y el merendero que se esconde entre ellos está más que solicitado. Claro que las instalaciones, además de grandes, dan para mucho. Piscinas exteriores y climatizadas, spa, gimnasio, pistas de pádel y de tenis, campo de fútbol, tiro con arco, polideportivo cubierto, parques infantiles, zonas verdes, sala de televisión, cafetería y restaurante...

MARCOS MÍGUEZ

Entrar aquí es un no parar. Que se lo digan a Jesús Candamio y a sus hijos, que ilustran nuestra portada en una escena casi de folleto turístico. Ellos debaten su verano entre la piscina, el tenis, el pádel y el ajedrez. Casi nada. Tanto les tira el deporte que se hicieron socios del Casino al saber que había entrado un nuevo equipo de monitores.