Manguitos ¿al agua?

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MONICA IRAGO

QUÉ METEMOS EN LA BOLSA Hay maletas que pesan menos que el equipaje de la playa. Y si los niños aún no nadan solos, más vale que pienses bien lo que te llevas. ¿Manguitos, churro o flotador? Esa es la cuestión.

25 jun 2016 . Actualizado a las 05:42 h.

Qué dilema. Que si manguitos, que si churros, que si flotador... Cada verano la estampa es la misma, pero no acabamos de saber cuál será el mejor método para que el susto se reduzca a tragar solo un poco de agua. Y no, lo primero no es tirar de pulmones. ¿Estabas a punto de ponerte a soplar? Primer error. Pero empecemos por el principio. El método más fiable para los peques de hasta tres años es también el más emblemático: los manguitos. Sí, esos salvavidas que llevan los niños en los brazos son los más indicados. Así lo confirma Patricia Tobío, coordinadora de la piscina municipal das Travesas en Vigo. «Los recomiendo para los padres que llevan a los niños a la playa o a la piscina, porque impiden que se den la vuelta», señala la profesional, que también desecha los que tenemos el común de los mortales: «Los mejores son los rígidos, los hinchables no son tan recomendables», apunta. ¿Y qué fue del flotador común y del chaleco? Pues que más bien son cosa del pasado. Han caído en desuso y tampoco los recomienda. «El chaleco tiene que quedar muy bien ajustado al cuerpo, porque si no se sube, y no permite disponer de demasiada movilidad», señala.

MONICA IRAGO

 PARA MOVERSE, CHURROS

Eso sí, el tema del manguito es provisional. En los cursos de natación, Tobío opta por sustituirlos por los churros a partir de los tres años. «El churro les sirve para ir desplazándose, porque impide que se hundan, pero al mismo tiempo les deja los brazos libres para poder nadar. Además, en el caso de que aún no se sientan preparados, se puede cerrar y sirve de flotador que rodea la cintura», indica. En lo que incide tanto ella como Juanjo, responsable de los cursillos del Club Natación Coruña, es en que lo más peligroso es el exceso de confianza. Y esto incluye a niños y a padres. «Que lleven un sistema de flotación no significa que no puedan ahogarse. Hay niños que meten la cara en el agua y tragan agua. Es una confianza que no es real», señalan.

Ambos dicen que eso de tirar al alumno al agua y echarle algo para que se agarre, en plan instinto de supervivencia, ya no se estila. «Tienen que ir familiarizándose con el agua. Para eso hacemos juegos de contacto y de respiración, para que entiendan que aunque en algún momento les entre algo de agua no pasa nada. Luego ya viene la inmersión y, un poco más crecidos, las apneas», dice la experta.