Las posiciones encontradas con respecto al Marmite alcanzan niveles insospechados y los más fanáticos cuentan con una edición especial XO derivada de la cerveza Guinness. Algunos lo definen como «lamer el trasero de un gato» y lo usan como castigo hacia el prójimo. Otras, como la inglesa de York Emma R. Mackenzie, tiñen su existencia con el Marmite. «No recuerdo la primera vez que lo probé porque era un bebé, al igual que mi hermano, que por cierto, lo vomitó y ahora lo odia, como mi padre». «Pero mi madre era una amante del Marmite y recuerdo sus desayunos con ese sabor salado y amargo: huevo cocido, troceado y servido en una taza con un poco de mantequilla y Marmite, y en tostadas con forma de soldado; en el colegio, en la merienda solo había dos opciones: pan con mermelada o pan con Marmite y mezclar ambos era genial», relata. «Me encanta en el revuelto de setas, una fondue o un cruasán», dice Emma, que defiende: «El olor de muchos quesos sabrosos tampoco es agradable».
Hondo ha calado un reducto alimentario que fue inventado por un alemán, tomó su nombre del francés, era comida de soldados ingleses y se fabrica bajo el sello de calidad de la reina de Inglaterra, que por su cumpleaños vio comercializar una edición especial con su cara.