Juanjo Figueroa Treus, sumiller: «Me hace gracia que se mire por encima del hombro a quien pide Rioja o Ribera»

Begoña Rodríguez Sotelino
begoña r. sotelino VIGO / LA VOZ

VIGO

M.MORALEJO

El sumiller vigués formado en el Instituto Galego do Viño imparte un curso en Espacio Muta

18 ene 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

A Juanjo Figueroa Treus (Vigo, 1982) se le da muy bien el maridaje entre vino y música, combinación que, por otra parte, funciona de maravilla a la hora de disfrutar de ambas cosas. Pero es que en su caso, además, es parte activa en ambas. En la música, apasionado intérprete que forma parte de tres grupos como vocalista. En vinos, experto y reputado sumiller. Es socio del restaurante vigués Lume de Carozo y fue jefe de estudios del Instituto Galego do Viño (Ingavi). Aunque ya no ocupa ese puesto, no ha dejado de lado la labor formativa y a partir de la próxima semana imparte un curso con catas de vino que se desarrolla en cuatro sesiones, dos en enero (22 y 29) y dos en febrero (5 y 12), en Espacio Muta (Loriga, 9).

—¿Se puede aprender de verdad algo sobre vinos en un curso si no tienes ni idea?

—El curso lo hemos enfocado para que sea interesante para profesionales, pero también para aficionados. Yo tengo una forma de dar clase que es relativamente amena y distendida para que la gente primeriza pueda avanzar y aprovechar consejos para disfrutar más. O sea, los profesionales van a adquirir conocimientos para mejorar el servicio en sala y hacer un mejor tratamiento del mundo del vino en sus negocios, y los neófitos van a dar un paso, o dos pasos más, a la hora de conocer los vinos, cómo comprarlos, cuál es el estilo que más les gusta, cómo disfrutarlos, o entender cómo en distintas zonas se hacen vinos diferentes y por qué.

—¿No hay mucho postureo con el vino porque está de moda?

— Hay una frase que digo siempre en los cursos, incluso cuando son solo para profesionales, que le llamo la curva del gilipollas. Les hablo de la curva del ego versus el conocimiento en el mundo del vino. Y muchas veces esa curva está mal gestionada. Sí que hay mucho postureo y mucha gilipollez. Pero a mí no me parece una moda, me parece que es parte de la historia y de la cultura de nuestro país. De Galicia, sin duda. Desde antes de Cristo existe el vino aquí y hay semillas de vino.

—¿Cómo cree que hay que abordarlo?

—Con cercanía y con rigor, pero sin darle un aire esnob que lo único que hace es alejar al consumidor del mundo del vino. Si cuando vas a tomarte un vino a un restaurante te hacen cinco preguntas técnicas para ver qué vino prefieres, mientras tú lo único que quieres es tener una charla con un amigo o con quien sea, y te siguen con que si blanco que si tinto, con madera o sin madera, variedad tempranillo o crianza, al final dices, mira, mejor ponme una caña y deja de romperme la cabeza.

—Son dos mundos que se venden de forma muy diferente, ¿no?

—Sí, en los anuncios de cerveza salen chavales jugando al vóley en la playa, bebiendo unas cañas con música y pasándolo genial, y en los anuncios de vino oyes la voz de un señor octogenario diciendo: el terruño de nuestras viñas... Lo único que puedes pensar es ¡qué aburrido es el vino! Y es todo lo contrario, es divertidísimo y emocionante, porque cuando lo alejas del ego y tienes la capacidad de catarlo a ciegas y diferenciar que es de una zona o de otra, incluso la variedad de la que se ha hecho, es muy bonito. Pero no porque te convierta en campeón de nada, es porque forma parte de nuestra historia y de nuestra cultura. Es como entender una obra de arte.

—Ahora mismo si pides un Rioja o un Ribera del Duero, casi tienes que pedir disculpas por tus limitados conocimientos o por tu falta de imaginación.

—Ya no son cool. Me hace mucha gracia cuando una persona mira por encima del hombro a alguien que bebe Rioja o Ribera del Duero. Sobre todo Rioja, una zona histórica y de las zonas más importantes a nivel mundial. Ojalá pudiéramos beber Rioja todos los días. Y lo digo siendo un defensor de los vinos de Galicia. Hay mucha gente que pide botellas de vino para poner en la mesa y que se les vea. Y eso es lo más absurdo del mundo. Eso es todo lo más lejos que se puede estar de entender el mundo del vino.

—Pero se ve un interés creciente. En Vigo hay más vinotecas que nunca.

—Hay movimiento y es verdad que cada vez hay más cursos en Galicia. Se ha profesionalizado mucho el sector y eso hace que la gente tenga más curiosidad. También hay que saber dónde te metes. Yo doy clase de sala para restaurantes porque llevo 15 años en un restaurante trabajando en una sala. Hacerlo sin haber pisado una sala nunca es un poco osado.

—¿Dónde se formó?

—En el Instituto Galego do Viño, en Santiago. Cuando acabé, me quedé dando clases allí casi 10 años. Pienso que es responsable absoluto del cambio que ha habido en Galicia en los últimos años, hay mucho que agradecerle. También me fui fuera, he hecho exámenes en Barcelona, Marbella, Londres...

—¿Continúa su vinculación profesional con el instituto?

—No, lo dejé hace un par de años. Ahora soy codirector de un máster de sumillería en la Universidad de La Rioja y estoy haciendo muchas formaciones fuera, en varios centros. Doy formación pero también la recibo porque si no, uno se oxida. Y en nuestro restaurante estoy todo lo que puedo.

—Sí, porque además, está su faceta musical...

—Cierto. En este momento tengo tres bandas. En la que estoy más es en Bafana Bafana, con la que hacemos versiones, y luego tengo otra que se llama Brett Shop Boys (porque Brett es una enfermedad del vino) y el grupo que monté con otra gente del sector como sumilleres, bodegueros y un cocinero. Tocamos en eventos profesionales; y también estoy en el dueto Juanjo y Lomba, con Tony Lomba. Cantamos los dos música ligera, hacemos un tema cada uno y al final hacemos varias juntos. Es una fiesta.