Perdidos entre las flechas amarillas

Pedro Rodríguez Villar
pedro rodríguez VIGO / LA VOZVIGO / LA VOZ

VIGO

XOAN CARLOS GIL

Un periodista de La Voz intenta hacer el Camino de Santiago en el municipio de Vigo siguiendo la señalización oficial... y se pierde; les ocurre a decenas de peregrinos a diario

09 jul 2019 . Actualizado a las 09:33 h.

Salgo preparado. Conozco el camino, o eso creo. Al menos en el mapa lo tengo claro. Como periodista tocaba estudiarlo. Llego a Priegue (Nigrán) en un día nublado perfecto para caminar.

Caminar entre flechas amarillas se convierte en un juego. En una continua búsqueda del color entre la roca o los árboles. Cada poco, un mojón en roca dura y trabajada me indica que sigo la ruta correcta. Animado y dando los buenos días a la gente que me encuentro, dejo Nigrán por Saiáns.

Allí me encuentro al primer compañero y al primer dilema. Sergio empieza el Camino de Santiago y se pregunta por dónde seguir a mi lado. Hay dos indicadores, uno oficial que marca el camino por el parque forestal de la parroquia y otro que me lleva hacía el litoral. Decidimos fiarnos del mojón con buen aspecto, el oficial, y comenzamos el ascenso hacía arriba.

Poco a poco el asfalto se transforma en verde. El bosque ejerce sobre mí su poder de abstracción y disfruto la libertad del caminar. Lo hago tanto que me olvido de las flechas y del camino en sí. Algo que hoy llamo inocencia me hizo prescindir del Google Maps y esperar que la señalización me guiase.

Poco duró el embrujo. Me pasé una salida y entre pinos me di cuenta de que estaba perdido. No esperaba unas flechas de neón, pero sí algunas que se vieran sin tener que estar ojo avizor.

Sergio y yo volvemos sobre nuestros pasos, llegó a un cruce donde un cartel con la publicidad del Concello de Vigo me indica cuanto queda hasta Santiago, no lo había visto antes. Enfilo el camino adecuado y desciendo por el bosque con más o menos facilidad. Aquí, las flechas se reparten con anarquía. Buscan el lugar más visible o en el que la pintura se mantenga mejor. Hay flechas en los árboles, en algunos más de una, en las piedras y en el suelo.

Bajando llegamos a Coruxo y a la carretera de Camposancos. El camino vuelve al asfalto. Aquí las flechas empiezan a escasear, pero mi intuición me llama a continuar recto. Parecía fácil, pero había más de un cruce con flechas que indicaban a más de una dirección, algunas eran verdes y otras amarillas. Mejor decantarse por el amarillo.

Avanzamos sin prisa. Al poco Manuel Jares nos alcanza a paso ligero. Nos gana en ritmo y le hablamos para que no nos adelante. Responde con amabilidad y rápidamente nos damos cuenta que es todo un veterano en esto de peregrinar. Es la octava vez que Manuel, barcelonés con familia ourensana, camina hasta Santiago, pero la primera por el sur.

Comenzó el Camino Portugués por la Costa en Oporto. Llegar a Vigo fue relativamente fácil porque no hay etapas con grandes dificultades. Se perdió al poco de llegar al municipio porque subió «a un monte con una plantación de pinos de todo el mundo», explica refriéndose al parque forestal de Saiáns, donde nos perdimos nosotros antes. «Yo seguía subiendo hasta que un forestal me paró y me dijo que por ahí no iba el Camino», cuenta entre risas. Tuvo que volver sobre sus pasos para enfilar el buen camino, achaca que se perdió «porque las flechas están borradas y está muy mal indicado».

Manuel vuelve a su paso ligero y nos deja atrás, le he dejado mi número por si acaso tiene más problemas. Sergio y yo continuamos el camino a su espalda. Seguimos por Coruxo para bajar por Matamá y rodear la fábrica de PSA con un leve olor a pintura. Dudamos más de una vez, pero siempre encontramos alguna flecha o alguna mirada cómplice que nos indica el camino.

Dejamos el rural para desembocar en Alcalde Portanet entre coches y gente con prisa. Tardamos en encontrar las flechas, se esconden en la parte baja de algunas farolas que se tapan con el el tráfico. Continuamos con dificultad hasta llegar al puente medieval de Castrelos. No veo más flechas. Sergio se sienta en un banco y yo me muevo por la zona tratando de encontrar el camino. Tardo en ver, a lo lejos, una flecha amarilla en la pared de un garaje, seguimos la dirección que marca hasta Avenida de Castrelos.

Allí, otro dilema. Tenía en la cabeza que para hacer el camino oficial debía subir por la plaza de América, pero no hay flechas que lo indiquen así. Solo por el parque parecen decir. Las seguimos y remontamos el Lagares hasta cerca de la Avenida de Madrid para continuar hasta el Calvario. Por fin me doy cuenta de que hemos tomado otro camino, el no oficial y al que recurren muchos peregrinos. Quizás es el mejor señalizado.

O Calvario parece un barrio que no se corresponde con lo que vimos hasta ahora. Todo está bien señalizado e incluso vemos las primeras conchas de vieira indicando el camino. Dura poco la sensación porque callejear entre el tráfico de Vigo mientras se buscan flechas no es fácil. Nos volvemos a perder hasta que decidimos bajar hacía el mar. Necesitamos un punto de referencia. Bajamos hasta el Areal invadiendo la etapa Vigo-Redondela. Tocaría el próximo día.

Desde allí y con Google maps caminamos para terminar en la Colegiata donde Sergio y yo nos separamos avergonzados. Nos hemos perdido hasta tres veces.