Marta ClaveroEmilio Cerviño
Descubren en las islas Cíes que las larvas, tras eclosionar, se reúnen en «guarderías»
08 may 2019 . Actualizado a las 17:33 h.
El pulpo es un recurso de primer orden para la flota de bajura gallega. La que se desarrolla en Galicia sobre esta especie es la pesquería artesanal más importante de Europa. Y, sin embargo, este cefalópodo continúa siendo un gran desconocido. De eso se lamenta siempre José Manuel Rosas, patrón mayor de Bueu, puerto en el que el pulpo tiene nombre propio y peso específico. Por eso el trabajo del grupo Ecobiomar (departamento de Ecología y Biodiversidad Marina) del Instituto de Investigacións Mariñas de Vigo (IIM), dependiente del CSIC, con importantes descubrimientos sobre la distribución, dieta, edad y el crecimiento de las larvas, es tan importante. Viene a cubrir alguna de las muchas lagunas que presenta la especie estrella de la bajura.
Esos hallazgos, publicados en revistas de impacto como Fisheries Oceanography o Progress in Oceanography, son el colofón del proyecto Lareco, liderado por el grupo de investigación vigués y en el que también han participado el equipo de Oceanología del mismo IIM y de las universidades de Aberdeen (Reino Unido) y Lisboa (Portugal). Este trabajo se ha desarrollado durante los últimos cuatro años, pero ha reunido toda la experiencia de Ecobiomar, un grupo que lleva 20 años investigando sobre las larvas plantónicas de cefalópodos en las rías gallegas.
Todo el trabajo les ha permitido concluir que hay factores climáticos y oceanográficos que influyen en la mayor o menor abundancia de pulpo. Si bien esto era cuando menos sospechado, sí ha constituido toda una novedad descubrir que las larvas de pulpo no se distribuyen aleatoriamente por las aguas, sino que «habitan en áreas que aumentan su supervivencia porque allí encuentran las condiciones externas y las presas adecuadas para su crecimiento óptimo», explica Ángel González, investigador principal de Lareco y jefe del grupo Ecobiomar. Así han dado con «una especie de guardería en las islas Cíes», donde durante buena parte del verano y en otoño se concentran las crías de la especie. También han apreciado que las larvas, cuando nacen, no van al fondo, sino que permanecen en la columna de agua durante varios meses, donde se van alimentando. Y ahí está otro de los grandes avances de este estudio: que por primera vez se ha identificado qué come el pulpo cuando no es más que una larva de dos milímetros. ¿Cuál es su dieta? Varias familias de crustáceos, como cigala, langosta, gambas, cangrejos, camarones, algún que otro pez y organismos planctónicos. Eso, hasta ahora, no se sabía porque las larvas apenas miden dos milímetros y «no mastican, sino que chupan» el alimento, aclara González, con lo que recurrir a técnicas como el análisis de ADN de lo que se encontraba en el estómago de esas minicrías ha sido fundamental para descubrir esa dieta temprana.