Vigo debería tener 880 concejales. Y 90 alcaldes. Cierto que resultaría peor que las diez plagas de Egipto juntas. Pero sería lo coherente en virtud de la organización política y territorial de Galicia. Porque la ciudad tiene pocos menos habitantes que la provincia de Ourense entera, donde hay 92 alcaldes y 914 ediles, buena parte de ellos cobrando sueldos y dietas de las arcas públicas. Con ellos, van los secretarios municipales y una miríada de funcionarios y contratados. Si sumamos a los diputados provinciales y quienes gestionan mancomunidades de municipios, entes turísticos comarcales y otros chiringuitos, el resultado final es un despiporre. No se entiende que una provincia de 325.000 personas necesite semejante barbaridad de gente a costa del Tesoro Público.
Francia o Italia acaban de modificar su organización territorial para hacerla más eficaz y adaptarla a la crisis. Se han fusionado municipios, provincias y regiones enteras. Aquí no se ha hecho nada de nada, salvo la anécdota de Oza y Cesuras. Vivimos en un país de caciques, que no están dispuestos a ceder un ápice de sus privilegios.
Así que mantenemos este despilfarro clientelar de dimensiones cósmicas que tanto interesa a nuestros partidos políticos. Cuyos dirigentes no son tontos: saben que esto es un escándalo, pero mantenerlo les va de perlas.
Aunque tal vez esté yo muy equivocado. Y los trescientos mil habitantes de Ourense necesiten 914 concejales y 92 alcaldes. Pero entonces la ciudad de Vigo debería tener, en proporción, 880 ediles, a razón de uno por cada 336 ciudadanos.
Las juntas de Gobierno serían en el pabellón de As Travesas y los plenos, en el Auditorio Mar de Vigo. Y mejor no imaginar el besamanos a los 92 alcaldes en la recepción del Día de la Reconquista en Castrelos...
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