Santa Rita, Rita

VIGO

05 nov 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

La retirada de medallas a personajes en otros tiempos admirados y ahora vilipendiados empieza a ser cuando menos esperpéntica. Granados, La Pantoja, Gayoso... Debería de existir una cláusula en la normativa que las contempla en la que se hiciese constar aquello de «Santa Rita, Rita, lo que se da no se quita». Y si no, que no las concedan con tanta ligereza, sin saber de qué pie cojea el personaje en cuestión.

Que me dan un crédito para comprar un piso, ahí va una medalla de oro al grandísimo benefactor. Que me recalifican el terreno de la huerta, medalla de oro por promover el crecimiento urbanístico del municipio. Que me dedican un monólogo en el bar de la esquina, medalla de oro a la creatividad. Y así nos luce el pelo.

No hay sector que se precie que no tenga alguna medalla entre sus filas. Lo extraño es que ninguno de los obsequiados se haya pulido la pieza en una de las múltiples tiendas de «Se compra oro». Se nota que no pasan calamidades como otros ciudadanos de a pie que han tenido que empeñar la medalla de la primera comunión para poder llevarse algo a la boca.

Propongo que se fundan todas las insignias devueltas y que el dinero obtenido de la venta se reparta entre los comedores sociales. Mismo en la ciudad, aún daría para comer unos cuantos bocatas de calamares. Tampoco estaría de más exigir responsabilidades a aquellos que las concedieron en su día. De esa forma igual aprendían a administrar el dinero ajeno y a reconocer los honores a aquellos ciudadanos que llevan toda la vida currando y ganándose el pan de forma honesta. Uno de los escasos ejemplos son las ostreras de Vigo, a las que se otorgó la medalla al mérito en el trabajo gracias a la tozudez de un vecino que no paró hasta que los políticos le hicieron caso. Hasta entonces nadie había reparado en ellas porque ni concedían créditos ni adjudicaban servicios.

mariajesus.fuente@lavoz.es