Sumando museos

Diego Pérez Fernández
Diego Pérez CONTRAPUNTO

VIGO

Oscar Vázquez

21 dic 2013 . Actualizado a las 16:16 h.

La cultura es un bien intangible. Alimenta el espíritu. Contribuye a que los humanos sean personas en toda la extensión de la palabra. Hace que la vida sea mejor. Un libro, una canción o una película aportan dosis de felicidad a la existencia. Y no es ninguna exageración decir que el arte explica el mundo. Pero también es cierto que, igual que dos medias verdades no hacen una verdad, dos medias culturas no hacen una cultura, como dijo Arthur Koestler, un inclasificable intelectual húngaro que se quitó la vida, víctima del párkinson y la leucemia, aun sabiendo del dolor que le causaría a la mujer que había aportado «relativa paz» a sus días.

El hecho de que Vigo tenga diez museos públicos, ¿convierte a esta ciudad en una potencia cultural? Cabe preguntarse si la Casa de las Palabras, el Quiñones de León, el Marco, la pinacoteca Fernández del Riego, la Casa Galega da Cultura, el Olimpio Liste, el Centro de Interpretación de las Illas Atlánticas, la Casa das Artes, el Salinae y el Museo do Mar son en su conjunto un motivo de orgullo o, precisamente en su conjunto, una prueba de esa enfermedad política llamada exceso, que se contrae cuando alguien maneja alegremente el dinero de todos.

Nadie protesta por que las salas de exposición estén vacías (salvo de conserjes, vigilantes y, ocasionalmente, excursiones escolares que ayudan a engordar las cifras oficiales de visitas), pero sí se oyen voces lamentando los recortes presupuestarios. Quizá hayamos olvidado la lección básica: más vale poco y bueno que mucho y malo. Porque se observan síntomas de un próximo agravamiento: el Centro Galego de Fotografía y el Centro de Interpretación Mirambell. Probablemente, llegará un momento en que alguien tendrá que cerrar museos si no existen patrocinios privados. Aunque le duela en el alma. Aunque suponga su suicidio político.

diego.perez@lavoz.es