Primer cuarto de siglo del 092 vigués

Soledad Antón soledad.anton@lavoz.es

VIGO

05 dic 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

Policial para más señas. Es el tiempo que hace que se creo en Vigo el 092. De ahí que la práctica totalidad de los agentes que ayer recibieron la insignia de oro que acredita que suman cinco quinquenios de antigüedad, pertenecieran a dicho servicio.

Es el caso de Ricardo Méndez, Boli, bien conocido entre los periodistas de la ciudad por las muchas veces que nos ha servido de enlace con las cosas del cuerpo. Curiosamente, no fue él el que subió al estrado cuando pronunciaron su nombre. Le cedió el puesto a su madre, Isaura Paz, «que es la que se la merece», argumentó.

Y es que fue Isaura la que prácticamente le obligó a presentarse a las pruebas de acceso en 1984. Como tantas y tantas madres, quería para su hijo un trabajo estable, aunque estuviera peor remunerado (que lo estaba) que el que entonces tenía.

Tanto insistió que, al final, Boli claudicó: «Me presenté para demostrarle que aquello no era lo mío», recuerda. A la vista está que se equivocó. De los 1.047 aspirantes, obtuvo uno de los dos únicos dieces en el capítulo físico y el otro lo pasó sin problemas. Así fue como terminó formando parte de aquella primera plantilla del 092, integrada por 46 agentes.

Marga Rodríguez, otra de las elegidas y primera mujer que accedió a dicho servicio, no se despegó de Isaura en el acto de ayer. De hecho, podría hablarse de una auténtica conexión ponteareana. Y es las dos nacieron en la capital del Tea. Igual que Abel Caballero. Así se entiende las buenas vibraciones que exhibió el trío.

Nos pasamos la vida importando personajes y celebraciones ajenos cuando aquí tenemos a mares. Por ejemplo, no hace falta viajar a Rovaniemi para encontrarnos a un regordete bonachón que ejerce de repartidor de felicidad en Nochebuena. Basta con acercarse a tierras de Os Ancares. Es allí donde habita O Apalpador, un gigante, carbonero de oficio, que en la noche de Navidad baja a las aldeas.

En el personaje en cuestión han encontrado inspiración Manuel Castro y María del Mar Ameixeiras, que acaban de publicar un cuento infantil, Antón e O Apalpador (Barafunda editorial) basado en su leyenda. Ésta dice que se acerca a los niños mientras duermen y que, con mucho mimo, les toca las barrigas para comprobar si están bien alimentados. Después de desearles que a lo largo del año que va a empezar no pasen hambre, les deja al pie de la cama un puñado de castañas bien calientes.

El libro, de cuyas ilustraciones se ha encargado Francisco Ameixeiras y que ayer fue presentado en el Centro Cívico del Casco Vello, incluye una de las múltiples cantigas que, sobre su historia, circulan desde siempre por tierras do Caurel. Los autores aprovecharon el acto para agradecer a investigadores como José André López la labor de recuperación de la mítica figura que, posteriormente, ha sido difundida por diversas entidades culturales.

El diplomático, coruñés de nacimiento, hizo un recorrido por su medio siglo profesional representando a España en distintos países. Curiosamente, su último destino fue el de embajador en el Vaticano, donde dio el relevo a otro coruñés, Francisco Vázquez.

Abella inició su carrera en Manila para, a continuación, recorrer ciudades tan dispares como Lima, Estocolmo, Río de Janeiro, Madrid, Miami o Nairobi. Curiosamente, cuando en el año 1987 recibió el encargo de ocuparse de la embajada keniata, recibió también una acreditación múltiple para atender los asuntos diplomáticos que pudieran presentarse en las vecinas Uganda, Madagascar o Somalia. Seguro que no se le pasó por la cabeza que un día éste último país iba a estar tan tristemente vinculado a Galicia, fruto de lo infestadas de piratas que están sus aguas.

Por pocos años que lleve en el oficio, cualquier diplomático está en posesión de secretos bien jugosos si, como es el caso de Abella, tiene una dilatada carrera, éstos tienen que contarse por docenas. Tal vez por eso cuando, una vez jubilado, decidió escribir un libro, algunos esperaban conocer algunos de esos entresijos. Cuando la publicación llegó a las librerías ya supimos que no, que nada de secretos. El título lo dejaba bien claro: Memorias confesables de un embajador en el Vaticano. Eso sí, fue un éxito de ventas.