Cartas a Sus Majestades

Soledad Antón soledad.anton@lavoz.es

VIGO

04 ene 2008 . Actualizado a las 11:18 h.

Celeste para más señas. Siguiendo un ritual casi tan antiguo como el mismo club, los jugadores del Celta ejercieron ayer de pajes de sus majestades, versión repartidores de regalos. Con imaginarios camellos cargados hasta la joroba, se presentaron ayer en el área de pediatría del Hospital Xeral Pinto, Canobbio, Okkas, Perera, Lequi... y Gudelj... y, claro, el que los dirige a todos, Juan Ramón López Caro.

Esta esperada expedición céltica permite matar dos pájaros de un tiro. Por una parte, alivia un poco el casi inabarcable curro que les espera mañana a Melchor, Gaspar y Baltasar y, por otra, permite a los pequeños saludar a sus ídolos deportivos y, lo que es mejor, evadirse por un rato del entorno hospitalario.

El Celta hizo ayer doblete en el apartado juguetero. Y es que la Fundación, a través de su vicepresidenta, Carmen Avendaño, hizo entrega a la Cruz Roja de los 270 juguetes que reunió el pasado 23 de diciembre con ocasión del encuentro frente al Granada 74. «Trae un juguete nuevo al estadio y darás mucha ilusión», fue este año el lema de la campaña. Ya llegaron. Para que luego digan que Vigo no está bien comunicado. Han debido de poner un AVE directo desde el mismo epicentro de Oriente. De otra forma no se entiende que ayer ya pudiéramos ver a los Reyes (Magos) recorriendo Príncipe. Que no sé yo si tanto adelanto no va a terminar por despistar a los niños.

La parte buena es que así podrán recibir en mano las cartas de los más rezagados y, sobre todo, ya no tendrán disculpa para equivocarse y dejarnos en el zapato la socorrida colonia cuando lo que habíamos pedido era un viaje a París.

Aproveché que los tenía tan cerca para comprobar que sí, que mi carta estaba en su lista y, de paso, para preguntarles por una serie de demandas ajenas que, tras echar un vistazo a su ordenador personal (están muy informatizados), no tuvieron reparo en contarme.

Así fue como supe que Roberto Relova, después de ponerles al corriente que el Conservatorio no da abasto a atender tanta demanda, les pedía encarecidamente que el Concello cumpla su compromiso de traer a Vigo un estreno mundial; que Pierre Ianni quiere más espacio para Citroën; que Fernández Alvariño se muere por un puente (otro) sobre la ría; que Santi Domínguez promete entenderse, cueste lo que cueste, con la parte contratante de la primera parte si le garantizan por escrito la Universiada; que Elena González, mucho menos ambiciosa, se conforma con que la reciba el alcalde; que Antonio García quiere una nueva terminal para Peinador; que Chus Lago sigue soñando con pisar el Polo Sur; que María José Caride no ve el día de estampar su firma en el Plan General de Vigo; que para Carlos Mouriño la felicidad pasa por ascender a Primera; que los bomberos han pedido un parque sin goteras; que los hosteleros han hecho lo propio con el palacio de congresos... Y que Iñaki Martínez, después de cinco años triunfales de Marco, ha puesto por escrito aquello de «Virgencita, virgencita, que me quede como estoy». Uff.