Uche Agbo: «Debo mi éxito al trabajo y la oración»

TORRE DE MARATHÓN

CESAR QUIAN

«Hay futbolistas mucho mejores que no han podido llegar a donde yo estoy», razona el nigeriano

29 mar 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Jueves 12 de marzo. La parte voluntaria del entrenamiento acaba de concluir y aquellos que decidieron saltar al césped de Abegondo caminan de vuelta al vestuario. Circulan en grupos entre los que comentan la noticia que acaban de recibir: la competición se suspende durante dos semanas. Como mínimo. Uche Agbo (Kano City, Nigeria, 1995) resume en un par de frases el lado bueno y el malo de la situación: «No jugar durante todo este tiempo se nos va a hacer difícil. Tenemos hambre de victoria después de los últimos malos resultados. Claro que a nivel de equipo conseguiremos recuperar a varios de los jugadores lesionados». La entrevista se celebra, por tanto, antes del confinamiento y la suspensión indefinida de los partidos.

—El parón llegó justo cuando acaba de recuperar la titularidad.

—No ha sido sencillo para mí. Entrenar y entrenar sin disputar partidos es difícil para cualquier jugador. Poder participar en Almería fue una gran experiencia, pese al resultado. Me siento en gran forma y solo necesito más minutos de juego para alcanzar mi mejor nivel.

—Dejó de jugar después de un mal estreno en Albacete. El propio Fernando Vázquez admitió haberse equivocado alineándolo. ¿Cómo vivió aquello?

—Al poco de llegar yo al Dépor, Peru se llevó una amarilla que le hizo perderse el siguiente partido. El míster me dijo que me tocaría a mí y me pidió que diera el cien por cien, pero no fui capaz. Lo admito. Al acabar el partido, me dijo que no me había visto en buena forma. Le dije que lo aceptaba, pero que necesitaba más minutos para alcanzar esa forma. He seguido entrenando hasta alcanzar el nivel de mis compañeros y lo he logrado.

—¿Qué opinión tiene de Fernando Vázquez?

—Es increíble lo que ha hecho. Llegar a un equipo que estaba en la situación en la que estábamos, ahí abajo, y darnos esperanza... Eso no está al alcance de cualquiera. Hizo creer a toda la plantilla que podíamos dar mucho más, que eso estaba en nosotros. Y lo hicimos. Ahora volvemos a encontrarnos en un momento difícil y de nuevo trata de darnos herramientas para salir de él.Es una gran persona. Siempre nos da consejos importantes. Nos dice que tenemos que pensar en el futuro, ver más allá del fútbol. Que debemos tener claro que dentro de quince años ya no podremos jugar y que necesitamos prepararnos para esa época. Y que en la vida ese tiempo pasa rápido y no podemos esperar hasta el último momento para prepararnos. Nos pide que pensemos en qué querremos ser después y que empecemos a prepararnos ya. Nos dice que nuestra vida no puede consistir solamente en venir unas horas a entrenar e irnos a casa a dormir. Que podemos descansar unas horas después del entrenamiento, pero que luego aún queda mucho día para dedicarlo a prepararnos, a estudiar, a ser mejores más allá del fútbol. Al futbolista le cuesta pensar en el futuro y él nos ayuda como si fuera un padre, un mentor.

—¿Entendería que el mal partido del equipo en Almería le costara volver al banquillo cuando vuelva la Liga?

—Todo jugador quiere disputar cada partido. A mí me haría feliz jugar más. Debo jugar. No vine aquí a estar en el banquillo y en cada entrenamiento necesito demostrar las ganas que tengo de jugar. Si en el próximo partido me veo de nuevo en el once, no sería una sorpresa para mí. Y si no soy titular, tendré que pensar que el entrenador ha decidido hacer cambios después de la derrota y eso es algo habitual. No me lo tomaré mal, pero me haría feliz seguir en el once. Tengo hambre de fútbol

—Los estrenos difíciles han sido una constante en su carrera.

—Es cierto. En cada uno de los equipos por los que he pasado. Al principio no cuento, pero luego logro hacerme con un sitio. Por eso, si no juego suelo pensar que es solo porque no ha llegado mi momento. Pero cuando llega, siempre estoy listo. Y creo que aquí, mi momento es ahora.

—En Vallecas coincidió con Abdoulaye Ba. ¿Qué cree que va a ganar el Dépor con su fichaje?

—Tenemos una serie de defensas muy buenos con la pelota en los pies, pero creo que nos falta contundencia. Jugadores para los partidos que se ponen ásperos. Abdoulaye es el futbolista perfecto para ese tipo de partidos. Juega como se entrena: fuerte. Es rápido y va al límite, en los entrenamientos y en los partidos. Va a hacernos mucho más duros. Con él detrás, mejoraremos las prestaciones de futbolistas como Mujaid o Peru, que son muy buenos con el balón. En defensa necesitas alguien que sea capaz de ir al choque con contundencia, para que el delantero se lo piense. Para que dé un rodeo, en vez de buscar el camino directo hacia portería. Abdoulaye es esa clase de central.

—Sabe lo que se necesita en esa posición porque también fue central. En Granada. ¿Le extraña no haber entrado nunca en las quinielas para esa plaza?

—Bueno, yo también tengo esa contundencia. No sé si el entrenador sabe de mis actuaciones como central, aunque me ha utilizado ahí en algunos entrenamientos. Soy un futbolista físico, que puede aportarle eso a la defensa, pero no creo que sea mi función ir a decirle al entrenador dónde y cuándo debo jugar. Él ha tomado otras decisiones.

—En el Rayo, a Abdoulaye se le achacaba cierta anarquía. Algo que ha pasado también con usted. ¿Cree que eso responde al tópico de la falta de rigor táctico del jugador africano?

—Es cierto que el jugador africano suele destacar por el físico o la velocidad, pero tiende a tener menos rigor táctico. Aquellos que consiguen teneros están entre los mejores del mundo. Si logras que un jugador africano, con su potencia, consiga adquirir ese rigor, vas a tener a un gran futbolista. Cuando yo llegué de África me mandaron a jugar con los juveniles del Granada para mejorar mis conocimientos tácticos. Para aprender además a mover la pelota a uno o dos toques.

—¿De dónde cree que viene esa carencia general a nivel táctico?

—Hasta hace poco no había academias donde adquirir esos conceptos. Ahora empieza a haber estructuras formativas que cuidan el aspecto táctico y creo que eso empieza a verse en nuestras selecciones inferiores. África podrá exportar futbolistas más completos gracias a estos centros. Hasta hace muy pocos años, el futbolista de mi continente solía centrarse en correr e ir al gimnasio, solamente. Se preocupaba por su físico, nada más. Ahora ha cambiado, las escuelas están produciendo otro tipo de jugadores.

—Ha ido varias veces con la selección nigeriana sin llegar a debutar. ¿Mantiene la esperanza?

—Tengo fe en que todo va a acabar bien en ese sentido. En que mi momento va a llegar con la selección. He tenido que competir con centrocampistas que juegan en equipos de primer nivel, pero con ayuda de Dios, todo llegará.

—En su selección hay otro deportivista, el portero Francis.

—Francis es un chaval estupendo. Cuando llegó a la selección era un chico muy tímido, pero después fue ganando confianza. Está mejorando mucho, aunque ahora ha sufrido una lesión importante. Cuando supe que iba a venir le llamé y me dijo que iba a estar muy bien aquí.

—Se refiere con frecuencia a Dios. ¿Cuál es la relación entre su religión y su profesión?

—Debo mi éxito al trabajo y la oración. Creo en Dios. Sé que mucha gente no lo hace, pero vengo de una familia católica que acostumbra a ir a misa y he crecido sabiendo que el rezo es fundamental. En todo lo que hago está metido Dios, y gracias a Él estoy donde estoy. Hay futbolistas mucho mejores, con más calidad, que no han tenido la oportunidad de llegar a donde yo estoy.

—¿Ha llegado a donde quería?

—Siempre quise ser futbolista. Es de lo único que hablaba cuando era pequeño. Ahora hay gente para la que soy un ídolo, que quiere ser como yo. Juego al fútbol para ellos, para servirles de inspiración y que vean que trabajando duro se puede llegar.

—Aquí está cedido. ¿Se ve en el Dépor a largo plazo?

—Si las cosas van bien, me quedaré. Al cien por cien, seguro. Estoy enamorado de esta ciudad y de la gente de aquí.

«Lo mejor contra el racismo es ignorar a quien te insulta»

Uche llega cedido por el Standard Lieja, donde brilló durante un tiempo antes de apagarse.

—Su carrera se torció de repente en Bélgica ¿Qué sucedió?

—Pasé por un momento muy difícil. Mi madre murió de forma repentina y yo estaba muy unido a ella. Un día estábamos hablando tranquilamente y al siguiente me llamaron para decirme que estaba muy enferma. Cogí un vuelo inmediatamente para ir a Nigeria, pero cuando llegué ya había muerto. Me quedé fatal. Necesitaba permanecer un tiempo en mi país para asumir lo que había ocurrido, pero desde Bélgica me llamaron para que regresase. Tuve que hacerlo, pero era incapaz de sacarme de la cabeza lo que había ocurrido. No pensaba en otra cosa. Le dije a mi entrenador que necesitaba jugar para tener la cabeza ocupada, pero el centrocampista que me había sustituido durante mi ausencia lo estaba haciendo bien. Me recomendaron salir cedido y me fui al Rayo, pero seguía sin poder concentrarme en mi trabajo. Finalmente me fui recuperando y a final de temporada conseguí encadenar varios partidos a muy buen nivel.

—Jugando en el Standard experimentó el racismo. ¿Cuál cree que es la mejor forma de combatirlo?

—Experimenté el racismo cuando estaba en Bélgica, sí, pero tengo mi teoría. Me han insultado aficionados de equipos que tenían tres futbolistas negros en su plantilla, jugadores que lo están dando todo por tu club. Entonces, no podía estar ante un caso de racismo, sino en el caso de unos hinchas que tratan de hacerte perder la cabeza. Creo que lo mejor para combatir el racismo es ignorar a esos aficionados que te insultan, no permitirles que te saquen del partido, porque entonces están ganando. Esa es mi forma de verlo, aunque respeto a quienes lo entienden de otra manera. Solo perdería los papeles si esos insultos o esa actitud viniera de alguno de mis compañeros o de mi entrenador.

—Pero contenerse en una situación así no debe ser nada sencillo.

Claro. Una vez me expulsaron en Bélgica y yo no estaba de acuerdo, así que me puse a protestar y tardé mucho tiempo en salir del campo, mientras la gente me insultaba desde la grada. Me dedicaron insultos racistas, y sonidos de mono, pero logré no hacerles caso hasta que, ya camino al vestuario, un hincha me lanzó café caliente encima. Ahí sí que perdí los papeles: le lancé una botella de agua. Fue lo que salió de mí.

—Después de eso, el rechazo del Genk y los pocos minutos en el Sporting Braga.

—Sí. Cuando regresé al Standard, había una oferta del Genk. Eso finalmente no se hizo por un problema entre agentes, por dinero de comisiones, aunque se presentó como un fallo en la revisión médica. Mi único problema fueron unas molestias en el aductor. Me llamó mi antiguo entrenador en Bélgica para que me fuera con el al Sporting Braga. Acepté, claro. Y al llegar, me encontré que no había sitio para mí, porque el titular estaba rindiendo muy bien. El entrenador me dijo que se había motivado con la competencia, pero de nuevo me encontré sin minutos. Ahí llegó el Deportivo. También había ofertas de otros equipos, incluso de Primera, pero para mí no tenía ningún sentido irme a un equipo en el que no fuera a jugar, aunque la oferta pudiera parecer más interesante. Richard Barral, que me conocía de mi etapa en Granada, habló conmigo y me gustó lo que me contó, así que vine. Y estoy feliz.